Según estudios recientes, la información falsa llega a más personas y más rápido que la verdadera. Información es poder, y así lo comprobamos quienes vivimos en sistemas totalitarios que controlan todo tipo de comunicación. Necesitamos de información verídica, comprobable, y directa; de lo contrario se vive entre el secretismo y la mentira.
En Cuba vivimos con frecuencia en la dinámica de las “bolas”, en el “run run” del que hablaba el Padre Félix Varela en El Habanero, en el “andan diciendo por ahí”. Y en muchas ocasiones todos esos rumores, o estilos de comunicar algo, tienen una base cierta. Lo que falla es el mecanismo de comunicación que propicia la desinformación, al mantener al tanto a unos pocos y muy al margen a otros. Unas veces la información se “filtró” a través de “un pincho gordo” que estaba pegado a “la mata”. Otras, alguien que está muy cerquita de la cúpula ha regado la noticia que dieron en una reunión en la que participó para anunciar las medidas, pero todavía no son públicas. Mientras, por cualquiera de estas y otras múltiples vías, la información llega al receptor, deformada, adulterada, con agregos de la cosecha personal del transmisor, que no el emisor. Esto desespera más que si la noticia, por muy mala que sea, se presenta directa y frontalmente.
Así nos ha pasado a los cubanos con muchos temas de la vida nacional. Es un estilo que se va colando, donde disfruta el privilegiado portador de la info; el emisor que puede ser que dé la info a alguien en quien no confía que la guarde, pero es precisamente eso lo que busca, que “riegue la bola”; y cuanta persona se convierte por el camino en polea de transmisión. Por poner dos ejemplos muy recientes: lo vimos cuando la famosa tarea ordenamiento con las fechas y los plazos pospuestos para un día decirlo ipso facto; lo estamos viendo en el manejo de la pandemia de COVID-19 cuando se especula sobre el subregistro de la incidencia, la manipulación de las estadísticas y el cronograma de vacunación con candidatos autóctonos que aún no deben ser considerados vacunas autorizadas.
Algunos factores que pueden estar relacionados con la manipulación de la información-verdad en Cuba, independientemente de que hablemos de la naturaleza cerrada y de censura del sistema vigente, podrían ser:
- El secretismo con que se maneja información que debía ser pública, porque es considerada secreto de Estado, asunto vulnerable, o asunto privado que afecta la seguridad y soberanía nacional. Ante ello pedimos transparencia en cada gestión pública, respeto y discernimiento de aquello que es público y privado, y abolición de todo método que conspire contra la persona humana porque anule o minimice su bondad intrínseca.
- El uso frecuente y creciente de internet, específicamente de las redes sociales sin criterios éticos, ha permitido la proliferación de nuevos personajes en el ciberespacio. Una especie de configuración macabra que agrupa tanto a inescrupulosos que publican todo tipo de información sin confirmar fuente ni veracidad, como a aquellos que hacen de censores, desestabilizadores o gladiadores en las arenas de internet, escudados detrás de una publicación, un perfil (falso o no), o un comentario que, mientras más a la defensiva esté escrito mejor se pretende que sea el posicionamiento. Ante este comportamiento abogamos por un uso racional y saludable de internet y las redes sociales, a la vez que resaltamos su papel positivo para la agilidad en las comunicaciones y el trabajo en equipo, la presentación y socialización de iniciativas y proyectos.
- El interés de mantener al ciudadano común entretenido en la zozobra cotidiana. De esta forma el hombre, dedicado a cubrir sus necesidades básicas, cansado del ruido ensordecedor de las “bolas”, necesitado de encontrar una respuesta a tantas interrogantes, no tiene cabeza para pensar en la vida política de la nación, ni en facetas de su existencia tan esenciales como la educación y el proyecto de vida. Ante esto preferimos no hacernos eco de falsa información ni manipulación, y vivir en la búsqueda constante de la verdad, que nos puede quitar el sueño, pero nos aporta la tranquilidad de saber, al menos, el “qué”, para discernir el “cómo” debemos afrontar determinada situación.
Abunda mucha, mala y falsa información. Su velocidad de traslación es alta. Sus efectos aún más nocivos. Corresponde al ciudadano consciente, responsable y protagonista de su propia existencia, procurar una sólida educación ética y cívica que le permita discernir el bien y el mal, filtrar la información, quedarse con aquella que le edifique y fortalezca, y transformar el resto que huele a adversidad en una oportunidad para ejercitarse en la transparencia, el lenguaje positivo y la paz.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.