El “sentido de pertenencia”

Jueves de Yoandy

En disímiles ocasiones escuchamos en nuestros barrios, en nuestros centros de trabajo y en particular en nuestros centros de estudio, una justificación constante ante males como el desinterés, la escasa participación en alguna tarea, la falta de iniciativa y la poca motivación. También en disímiles ocasiones se le busca una causa a todos estos males: “es que no tenemos sentido de pertenencia”. Y parecieran estas las palabras mágicas, las que de convertirse en acción, nos darían el ingrediente necesario para revocar todo lo negativo.

Y yo, como he escuchado a varios, me pregunto ¿cómo sentirme parte de algo que no me tiene en cuenta? ¿Cómo sentirme parte de algo con lo que no me siento identificado? ¿Cómo sentirme parte de algo que no me pertenece?

Hagamos un pequeño discernimiento que nos permita encontrar juntos las verdaderas causas y algunas soluciones para que, sin hablar en los términos de qué es lo que me(nos) pertenece o no, eliminemos ese vocabulario y de verdad nos consideremos “parte de” y no una pieza movible y orientable en el sentido que se indique.

En el barrio: cuando un vecino es inconsciente con la función social de la comunidad (tristemente manipulada y tergiversada) realiza acciones inadecuadas. Así tienen lugar fiestas con música elevada hasta altas horas de la noche porque no se respeta la convivencia, por falta de educación ciudadana o de conciencia social. Ahora bien, la llamada de atención no debe ser tajante, desde la silla de poder o impositiva, sino desde la prédica y el ejemplo. No hacemos nada si nos quejamos hoy y mañana el humo de la caldosa asfixia a nuestros vecinos o la bulla del amplificador se hace normal “porque toca la celebración que nos han orientado desde arriba”. Tampoco debemos quejarnos cuando es baja la participación en un determinado análisis de la situación del barrio. A veces resulta que la ciudadanía no confía en la solución de los problemas y no está de acuerdo con los métodos utilizados.

Escuchar la voz de los vecinos, fomentar el respeto a unas normas de convivencia vecinal consensuadas entre todos, tener la autonomía necesaria para debatir y resolver los problemas en la base e incluir en las funciones del barrio, como comunidad activa de vecinos, el cuidado de la calidad de vida de sus integrantes, podrían ser algunas de las soluciones.

Entonces dejaríamos de escuchar cuando alguien molesta, bota la basura a deshora o no participa en la limpieza de la calle, que “hay que tener sentido de pertenencia”. Sencillamente porque cuando hay conciencia de lo que se es parte y quién o qué es el todo, no hace falta evocar ese recurso.

En el centro de trabajo: cuando alguien no hace más de lo estrictamente necesario, no entrega la energía suficiente o pone todo su empeño en la realización de una tarea se dice que no es idóneo. Lo vemos muchas veces cuando acudimos a un establecimiento, fundamentalmente en los estatales, y deseamos comprar algo. El trato no es esmerado, las opciones se minimizan y la voluntad para ayudar al cliente es escasa. En no pocas ocasiones he escuchado decir al cliente: “no le importa lo que venda porque ganará lo mismo si vende mucho como si vende poco”.

Retribuir el trabajo de cada cual adecuadamente, incentivar el buen trato al cliente y estimular las ventas a través de salarios más dignos podrían ser algunas de las soluciones.

Entonces dejaríamos de escuchar de parte del jefe a su empleado “es que no tenemos sentido de pertenencia”. Y la típica respuesta del empleado no sería “¿cómo ser parte de lo que no es mío?”

En la escuela: cuando no se cuidan las pocas condiciones de la base material de estudio, los inmuebles, los bienes con los que se cuenta; o cuando el estudiante no participa en una actividad como se espera; o cuando le resulta igual emitir o no un criterio porque conoce que frecuentemente no es escuchado, se dice de este que no es un alumno integral.

Priorizar la educación en valores, dar mayor cobertura a la creación personal y a la libertad de cátedra e incluir a todos sin distinción de raza, sexo o credo religioso o político, podrían ser algunas de las soluciones.

Entonces dejaríamos de escuchar de parte de los profesores o responsables docentes en la reunión con los alumnos o los padres “hay que aumentar el sentido de pertenencia”.

El sentido de pertenencia no es como las tareas docentes, o como el conocimiento que se imparte, se ejercita y se aprende, a veces mecánicamente, a veces con más conciencia de ello. El sentido de pertenencia no es un ingrediente fácil en el ajiaco de nuestras vidas donde abundan otras sustancias. La mejor forma de tener sentido de pertenencia es estar totalmente identificado con algo, entregar lo mejor en cada esfuerzo y sentirse escuchado cuando se ejercita la libertad personal, cuando la “parte” es diferente pero es incluida sin distingos y con respeto en el “todo”. Entonces dejaremos de escuchar la famosa sentencia de que “hay que tener sentido de pertenencia”. No escucharla sería el mejor indicio de que el problema está erradicado.

Hasta el próximo jueves, sigamos “sintiéndonos parte” de los que ejercitamos la libertad responsablemente.

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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