Un día como hoy 15 de marzo, pero de 1878, tuvo lugar a decir de Martí, uno de los hechos más gloriosos de la Guerra de los Diez Años: la Protesta de Baraguá. El hecho es recordado como el ejemplo de intransigencia más fehaciente de ese período. Sin embargo, analizado desde muchas aristas, y a la luz de posteriores debates de la historia, algunos expertos lo relacionan como una muestra de cierre del camino del diálogo y el entendimiento.
En los momentos actuales que vive el mundo, nuestro país y la humanidad entera, está más que demostrado que la vía pacífica es el camino y la solución a los diversos problemas contemporáneos. Quien cierra la puerta a esa posibilidad da paso a otros grandes males como la violencia física o verbal, la generación de un estado de opinión desfavorable y, sobre todo, se coartan las libertades fundamentales de la persona.
El diálogo construye, genera un clima de paz y permite la coexistencia pacífica aún en los ambientes más caldeados; pero eso sí, para dialogar se necesita, ante todo, una fuerte voluntad de escucha, basada en el respeto y en la igualdad de posiciones. Es difícil dialogar con el adversario, sobre todo cuando no existe la más remota posibilidad de llegar a un acuerdo o alguna de las partes involucradas se comporta como si estuviera en el trono y se tratara de una relación de ordeno y mando o del jerarca hacia sus súbditos y lacayos. Dialogar con aquel que reprime toda iniciativa de la otra parte implicada es estar en condiciones desiguales. Aún así se impone la vía de la palabra, sin complacencias ni concesiones, pero como la mejor salida ante las situaciones más embarazosas.
Para que tenga lugar un diálogo efectivo deben estar dadas las condiciones mínimas: ambiente respetuoso y neutral, firme voluntad de escucha e inclusión de todas las partes involucradas en el asunto.
Ahora entiendo el porqué de la inscripción en una estatua de Arsenio Martínez Campos en el Parque Retiro de la capital española, con el título de “El Pacificador de América”. Sus intentos de diálogo con el Lugarteniente General Antonio Maceo fueron fallidos, pero existió la voluntad y la capacidad de ejecutar aquella posible salida a la situación que atravesaba Cuba.
Dialogar no siempre es tan sencillo. Cuesta tener claras y organizadas las ideas para presentarlas ante el otro; duele en ocasiones porque toca decir lo que no queremos o lo que el otro no desea escuchar; pero sin duda es la mejor solución a muchos de los problemas cotidianos.
Diálogo sí, pero con respeto, tolerancia e inclusión.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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