Cuando hablamos de valores humanos nos viene a la mente ese concepto que muchos evocan en la actualidad y llaman “pérdida de valores”. Para algunos el término está mal empleado porque debería decirse “crisis de valores”; y no es menos cierto, ya que no se puede perder lo que no se tiene. Diversas son las causas que provocan esta deformación social e incluyen desde la responsabilidad familiar hasta el papel de la sociedad y las instituciones en la noble y vital tarea de educar.
Los síntomas o signos más visibles de esa crisis se encuentran en la dificultad para la toma de decisiones, en la ausencia de responsabilidad personal, familiar y social, y en el desinterés por cuestiones esenciales como el cultivo de las costumbres y los buenos modales. Por otra parte aparece con muchísima frecuencia el deseo de emigrar en busca de mejores condiciones de vida, una salida recurrente a la que también otros anteponen quedarse en Cuba y trabajar desde dentro por el cambio necesario. Ambas posiciones son iguales en dignidad y constituyen un derecho humano incuestionable.
Lo que sí podría ser éticamente cuestionado es la fidelidad, ese valor que solo puede ser medido con el paso del tiempo, con la constancia en el hacer, con la coherencia entre las ideas y las acciones. Luego de un buen discernimiento ético de nuestra opción fundamental se corresponde diseñar un proyecto de vida que responda a esas líneas maestras trazadas, que nos conducirán a ser mejores personas y mejores ciudadanos. Cuando las raíces son profundas, las bases son fuertes, y las convicciones en lo que se cree y lo que se hace no son negociables, es difícil que se falle a la fidelidad. Ello no significa que no nos vayamos a enfrentar a numerosas tentaciones en el camino de la vida, ni que no tengamos que luchar a veces contra la propia naturaleza humana que nos puede hacer flaquear o caer en tentación. Aquí es donde se valora más el papel de la familia y los amigos para ayudar en el análisis de cada situación.
Para quienes tenemos además el recurso de la fe y las enseñanzas de Jesucristo, abundan los ejemplos de tentaciones, de hacer la voluntad de los hombres aunque esté basada en la injusticia y la desidia, y de cruces que terminan en el Calvario; pero eso sí: fieles en todo momento. Ya se dice en las Sagradas Escrituras: “Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2,10). Resulta, como todo, una decisión muy personal la de seguir o abortar nuestros proyectos. Eso sí, no podemos responsabilizar a los demás de lo que libre y voluntariamente escogemos.
Varias veces he escuchado en boca de los propios cubanos, y de otros, que tenemos “muy buen perfume, pero poco fijador”. Eduquémonos en la fidelidad para ser constantes y coherentes, para mantener nuestros principios, asumir nuestras responsabilidades para siempre y llamar a las cosas por su nombre. ¡Empecemos desde ya!
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.