El debate en curso sobre el proyecto de Constitución de la República de Cuba parece como si solo tratara uno de sus artículos, el número 68, referido al concepto del matrimonio, que abre la puerta a la legalización de la unión civil igualitaria, que en mi opinión es como se debe llamar a la unión de dos personas del mismo sexo, reservando para la pareja de un hombre y una mujer, el concepto de matrimonio.
Sin embargo, una Constitución no es solo para consagrar un derecho, en este caso el relacionado con la diversidad de orientación o preferencia sexual. Una constitución es el contrato social global y superior a toda otra legislación e institución que garantiza que todos los ciudadanos y el mismo Estado están bajo la ley. Nadie, ni persona ni organización, puede estar por encima de la Constitución, solo el soberano que es la totalidad de la nación, que por ser soberana debería poder reformar, total o parcialmente, todos los artículos de la Constitución que emanó de su voluntad soberana mediante referéndum.
Ningún precepto constitucional, ni ley, ni institución humana alguna puede ser eterna, ni momificarse como irrevocable. Los tiempos, las personas, la educación cívica y política, las ideologías y las diversas formas de pensar y organizarse la sociedad son cambiantes según las mismas leyes de la dialéctica. No se entiende, entonces, porque se reconoce la diversidad sexual y no la diversidad política o ideológica que son inherentes a la naturaleza humana.
El debate sobre el nuevo proyecto de Carta Magna debería pues, abrirse a otros temas, incluso de mayor transcendencia e interés general de la sociedad, como por ejemplo: la definición misma de nuestra república; el uso de la violencia y la lucha armada contra cualquiera que intente cambiar el sistema; la necesaria abolición de la pena de muerte en todos los casos; el pluripartidismo, la división real y efectiva de los tres poderes del Estado; un sistema electoral plural, competitivo, transparente, sometido a escrutinio nacional y observación internacional; la apertura de la economía al mercado con regulación social; la liberación de todas las fuerzas productivas; la creación de un Defensor del Pueblo y de un Tribunal de Cuentas; la elección directa del presidente y los parlamentarios, de los alcaldes y los gobernadores que ahora se vuelve a proponer de forma indirecta, pareciendo que se desconfía de la votación directa del ciudadano para elegir a sus líderes, entre otras muchas. Considero que ese debería ser el contenido de los debates y no solo de un tema puntual.
Y termino con algo que pudiera parecer un detalle al lado de estos temas fundamentales y trascendentes, se trata del logotipo con que se ha divulgado la Reforma Constitucional. He leído la ley que regula, en un texto unificado, el diseño, el uso y la conservación de los símbolos nacionales y los atributos que los identifican. En el proyecto propuesta ahora, esto se trata en el Artículo 4.
Me ha llamado la atención en vallas y carteles, que se ha usado solo la parte superior de nuestro escudo, es decir, las dos líneas superiores de la ojiva, el haz de varas y el gorro frigio y se ha prescindido del resto de este símbolo patrio y se ha puesto en la parte vaciada del escudo las palabras “Reforma Constitucional”. Me pregunto, ¿es esto legal? ¿No se ha criticado fuertemente la deformación de la bandera, el escudo y el himno, o su uso inapropiado? ¿Algunos podrían leer en este logo, siguiendo la ciencia de la semiótica, que la reforma constitucional vacía de contenido la identidad de la Patria? ¿O que la reforma constitucional cambiará incluso las esencias de nuestro ser como nación, representadas desde su génesis por los padres fundadores? ¿Esas esencias identitarias, y los símbolos que la representan serán modificadas por esta Reforma?
Quizá, he ido más allá del mensaje que el diseñador del logo tuvo la intención de emitir. Muy probable que así sea. Pero debemos recordar que en las ciencias de la comunicación puede haber una diversidad de descodificaciones del mensaje que distorsionen el mensaje que quiso enviar el emisor, llamémosle a ese contenido “A”, y otros muchos pueden leer los receptores, hasta incluso recibir “B”.
En momentos cruciales como el que está viviendo la nación cubana, ningún detalle debe ser descuidado, y mucho menos los de las imágenes, lenguaje privilegiado por la juventud y la sociedad de las nuevas tecnologías de las comunicaciones.
Mantengamos la imagen íntegra de nuestros símbolos, al mismo tiempo que renovemos todo lo que sea renovable, que es casi todo, menos las esencias del alma nacional.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.