Hace mucho tiempo decidí no ser pesimista. Es algo que cuesta mucho en sociedades donde la desesperanza, el miedo a qué vendrá mañana, la escasez de todo tipo y la falta de libertades, asfixian cada iniciativa personal e impiden un estado de bienestar al menos sosegado. Sin embargo, buscar los mecanismos de compensación en el hogar, la familia y los amigos, no sería una mala opción para fortalecer nuestro espíritu, y permitir arraigarnos a la historia personal y social de la que estamos siendo protagonistas en el momento, lugar y circunstancias que nos han tocado vivir.
En el camino siempre encontraremos a aquellos cuya función ha sido todo el tiempo la de desinflar, es decir, desanimar, encontrarle las aristas negativas a todo, que siempre las tiene, y a veces mucho más que positivas. Regodearnos en esa zona negra, sin reconocer los demás colores de la gama, puede ser una actitud que conduzca al fracaso en cada paso que demos en la vida. Siempre es más sencillo criticar que proponer. El ejercicio de la crítica conlleva altas dosis de justicia y establecer un criterio coherente digno de ser escuchado. Al respecto decía el Apóstol de nuestra independencia: “Criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota, no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella” (José Martí, Discurso pronunciado en el Liceo de Guanabacoa, el 21 de junio de 1879).
En los tiempos que vive la nación cubana, abundan las críticas y escasean las propuestas. Prepararnos para la sociedad que queremos reconstriur requiere de ciudadanos conscientes del valor real que tiene evolucionar desde el inmovilismo hacia la generación de soluciones viables, consensuadas y en beneficio de la persona humana. Algunas de las estrategias factibles incluyen aprovechar las propias reformas que se den desde dentro para hacer incidencia social, con el objetivo de concientizar a los coterráneos sobre el derecho a la participación, sobre la capacidad humana de discernir entre lo que nos perjudica y aquello que conviene para mejorar las condiciones de vida; y sobre todo, ejercer las libertades que por muchos años han sido vejadas.
Ante la reforma constitucional anunciada y en proceso de ejecución, cada ciudadano que se sienta responsable del destino de su país debe implicarse en el asunto. Durante mucho tiempo hemos estado pidiendo que se nos tenga en cuenta, desaprovechar ahora la oportunidad de alzar la voz no sería una actitud inteligente. Otra cosa será que seamos escuchados; pero no podemos morir en la víspera, y si no ejercemos el derecho que tenemos no sabremos el resultado del intento. El Centro de Estudios Convivencia tiene su propuesta que puede ser consultada en https://centroconvivencia.org/category/propuestas/propuestas-marco-juridico
Prefiero estar optimista, porque eso requiere de mí sentirme partícipe, hacer algo para mejorar mi futuro, desterrar el inmovilismo y proyectar un camino en Cuba, aunque algunos piensen que se trata de quijotes contra molinos. Aún así recuerdo la frase que un día un amigo me regaló justo para comatir un estado de ánimo temporal y que me ha servido para siempre: “Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, un optimista ve la oportunidad en cada dificultad” (Winston Churchill). Justo estamos en esta hora de Cuba.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.