Universidad y Derechos Humanos

Lunes de Dagoberto

Hace unas pocas semanas se ha hecho público otro caso de discriminación en el mundo académico por pensar diferente y defender los derechos humanos. Un artículo de la viceministra primera del Ministerio de Educación Superior (MES) en la página web de este ministerio, expresa claramente que la universidad es para aquel educador que se sienta un “activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología…” (Disponible en https://www.mes.gob.cu/es/noticias/ser-profesor-universitario

De esta forma se condiciona la vocación y profesión de educar a una política partidista única y a una sola ideología. Esto es francamente excluyente y discriminatorio por razones políticas o religiosas.

En este sentido me gustaría recordar que el nacimiento mismo de la Universidad, como institución educativa de nivel superior, está indisolublemente unido a la concepción humanista de la cultura. Es decir, entrañablemente ligado a la igual dignidad de toda persona y a sus inalienables Derechos Humanos. A tal punto que, conceptualmente, la definición de universitas define inclusión universal tanto de conocimientos, como de opciones políticas, religiosas e ideológicas. Reducir a una sola de estas diversas concepciones del mundo no solo es contrario a la definición de Universidad sino que, además, es totalmente anticientífico. La verdadera ciencia es la que busca la verdad sin condicionamientos ni exclusiones.

La misma Iglesia, en cuyo seno nacieron las primeras universidades en el mundo y específicamente en Cuba en el Convento de los Padre Dominicos de La Habana, erró y fracasó con la Inquisición y otros fanatismos y sectarismos y la historia le enseñó a regresar al espíritu universal, incluyente y plural de los primeros y seminales colegios universitarios.

La vocación y misión de la universidad en particular, y de la educación en general, deben incluir siempre estas actitudes, objetivos y líneas de trabajo, entre otros:

– La búsqueda de la verdad a través de todas las disciplinas sin excluir materias o áreas del conocimiento.

– El cultivo de grados siempre crecientes de desarrollo humano integral, que fomente la suprema dignidad de la persona humana, todos sus derechos y deberes.

–  La formación ética y cívica que tenga como fin la preparación del ciudadano, sin distinción alguna, para una sana convivencia plural, pacífica, incluyente y fraterna.

–  Ser hogar y alma máter del respeto irrestricto y la interrelación de la diversidad natural, humana y social que es connatural con la ecología, el ser humano y las diferentes culturas, opciones políticas, ideologías y religiones.  

Toda exclusión, discriminación de cualquier tipo, todo reduccionismo a una sola posibilidad de ser, de pensar, de sentir, de creer y de actuar, es ajeno y contrario al alma de la universidad y de la educación moderna.

Universidad con exclusión no es universidad, es parcialidad. Universidad cerrada a una sola forma de pensar es fanatismo. Academia sin respeto a todos los Derechos Humanos para todos no es academia, es oscurantismo.

El intercambio académico no es solo compartir “conocimiento”, es cultivar el humanismo, es tejer lazos de convivencia entre diferentes. Conocimiento científico, sea la materia que sea, sin conciencia y humanismo, es puro cientificismo estéril y ejercicio mecanicista. Universidad sin alma no puede ser Alma Máter.

Cuba, los cubanos todos, deberíamos edificar una universidad a la altura del humanismo totalmente incluyente de Varela y Martí. Una vez más tenemos que recurrir a esas dos visiones del Apóstol que, por repetidas, pareciera que se han vaciado de convocatoria y de exigencia:

“Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” y aquella otra fórmula del amor triunfante que Martí quería inscribir en nuestra bandera: “Con todos y para el bien de todos”.

Entonces ningún profesor, alumno o educador, tendría que renunciar o ser excluido de ningún centro educativo por causa de su fe, de su opción política y mucho menos por ser defensor de los derechos humanos.

Cuba lo merece y tiene el capital humano para alcanzar tan alto reto.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.    

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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