Hace unos días circula en las redes la convocatoria de firma de una carta dirigida al gobierno cubano por parte de profesores y estudiantes. La misiva está relacionada con las últimas declaraciones de la viceministra primera del Ministerio de Educación Superior de Cuba, en la que aludía, entre otros elementos, que un profesor debe ser un “activista de la política revolucionaria de nuestro Partido”.
Estas declaraciones han desatado polémica en el gremio educativo: en los que están en activo en estos momentos, en los que fueron separados del ejercicio docente, en los que fueron impedidos de ejercerlo alguna vez, y en cualquier ciudadano que aspire a que Cuba tenga una universidad abierta, incluyente, verdaderamente plural. Confundir, una vez más, educación con ideología, obviamente continuará dando los frutos no esperados: profesionales poco preparados, con escasos valores, pero amplia “capacidad combativa”. Pareciera como si no importaran ya, para el sistema educativo cubano, los niveles de instrucción de sus docentes, sino la concordancia con la ideología y la moral preestablecidas. La riqueza de las universidades, verdaderos centros de pensamiento, participación y surgimiento de los mejores proyectos de nación y profesionales de futuro, es la libertad para crear, la aceptación de la multiplicidad de ideas y la conjunción de ética, moral y nivel académico. Sería necesario medir estos tres parámetros en las instituciones educativas cubanas desde la base, enseñanza primaria, hasta las altas casas de estudios, que quieren ser convertidas, o se han convertido en ocasiones, en nicho favorable solamente para los revolucionarios, que en el dialecto oficialista cubano significa “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”.
Muchos hemos sido los firmantes de la mencionada carta. Cada uno cuenta con su experiencia de vida, unas que fueron fatales desde el inicio, otras que se tornaron negativas con el tiempo; en fin, todas importantes y trascendentes como toda persona humana. Debemos seguir juntando firmas, pero como acostumbramos a hacer en el Centro de Estudios Convivencia, también conviene pasar de la queja a la propuesta, y junto a los casi dos mil firmantes presentemos nuestras concepciones sobre la universidad en el futuro de Cuba, que contrasta con los criterios emitidos y coloca, en primer lugar, la libertad y el pluralismo, como requisitos indispensables. Ya lo dice su nombre, que viene del latín que significa “la unidad de todas las cosas” o, mejor dicho, “la unidad de lo diverso”.
Cuba y el mundo ofrecen múltiples lecciones dignas de tener en cuenta para la salud no solo de nuestras universidades, sino de todas nuestras instituciones educativas. Entre ellas podemos mencionar la autonomía, el diálogo y el binomio ciencia-conciencia. La autonomía se torna la condición indispensable para el desarrollo de toda la misión social. El diálogo constituye el factor que hace posible establecer acuerdos entre todas las partes, fundamentalmente entre la institución y los estudiantes. La fusión de ciencia y conciencia, como proponía Félix Varela, uno de los padres fundadores de la nacionalidad y Nación cubanas, garantizará el desempeño de los educadores y educandos por los caminos de los buenos valores cívicos, morales y políticos. Cultivar todos los saberes basados en una conciencia recta, verdadera y cierta coloca los resultados de la práctica científica al servicio de la comunidad.
En resumen, la universidad no debe ser partidista, para que sus miembros respondan a sus propias necesidades como institución y como país; y debe ser propositiva y proactiva, para que el análisis crítico conduzca directamente a la propuesta efectiva.
Continúo esperando, como esa gran lista de cubanos que ha firmado la carta de la que hablábamos al principio, que un día pueda ejercer la docencia porque vale mi currículum y no importa mi credo religioso o político. Pensemos desde ya en que debemos legarle a nuestros hijos una Universidad que no mantenga esos sesgos ideológicos de la actualidad, una Universidad “con todos y para el bien de todos”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.