Ayer 20 de noviembre celebrábamos el 231 aniversario del natalicio de Félix Varela y Morales, conocido en Cuba como “el que nos enseñó primero en pensar”. Algunas personas consideran que mucho se ha hablado de este forjador de la nación cubana, pero eso es lo que tienen las personalidades polifacéticas. Quisiera hacer énfasis en sus principales aportes, todos inspirados en su condición de cristiano y de sacerdote católico. Todo lo que pensó, creó, organizó y fundó fue movido por unir en un mismo corazón el amor a Cristo, a Cuba y a su Iglesia.
Una de las fuentes de todas sus obras y proyectos fue la renovación de la pedagogía en Cuba, iniciando una transformación del aprendizaje del que tenía el estilo del “magister dixit” imponiendo la autoridad del profesor, introduciendo los métodos inductivos, innovadores para la época, enseñando a llevar todo a la práctica, precedido por una profunda reflexión creadora.
Otra de sus obras trascendentes fue la defensa de los derechos humanos y la fundación de la Cátedra de Derecho Constitucional en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de la que fue su primer profesor y la que describió de esta forma:
«Esta es la Cátedra de la libertad y de los derechos humanos, la fuente de la virtudes cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad».
Una de sus labores menos conocidas es su servicio como parlamentario en las Cortes de Cádiz, aquellas surgidas de la Constitución de 1812 conocida como la “Pepa”. En un solo año de Diputado, el Padre Varela escribió y propuso tres proyectos de ley de contenidos estructurales y esenciales. Esos proyectos legislativos fueron:
- Ley para la abolición de la esclavitud con indemnización de los dueños,
- Ley de reconocimiento de la independencia de los países latinoamericanos que la habían conquistado,
- Ley de una Constitución Autonómica para Cuba en la que se proponía una especie de comunidad de naciones iberoamericanas.
Ninguna de las tres pudo ser discutida porque se disolvieron las Cortes por haber votado la incapacidad del Rey.
Otro de los aportes fue la defensa del pluralismo y la democracia como las formas naturales y más convenientes para la convivencia ciudadana, resumidas en su aforismo:
“Pensar como se quiera; operar como se necesita… Las cosas deben hacerse de un modo noble y generoso, ir al tronco y no andarse por las ramas”.
Esta fórmula de vida es esencial para alcanzar la unidad en la diversidad, construir consensos, y hacer reformas estructurales que contribuyan a respetar la diversidad, la convivencia democrática y la estabilidad social.
En cuanto a la trascendencia que da a la vida la religión coherentemente vivida, el Padre de la nacionalidad cubana afirmaba: “No hay más que una desgracia, y es separarse de Dios, por lo cual son felices todos los justos, y desgraciados los perversos”.
Otra de las fórmulas de vida que propone hoy con vigencia inusitada el que Martí llamó “el santo cubano” es la síntesis vital entre la libertad y la virtud:
“La libertad sin virtudes es el mayor castigo de la soberbia, que pronto se avergüenza y se arrepiente de sus errores”.
Por todo lo anterior y por el ejemplo que nos ofrece vivir esas virtudes y ese amor a la libertad de forma heroica, coherente y hasta el final, es que la causa para declarar santo al Padre Félix Varela y Morales se inició durante la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) siendo su primer postulador el muy recordado Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Pedro Meurice Estíu. Años más tarde, el 14 de marzo del 2012, el Papa Benedicto XVI declaró al Siervo de Dios Félix Varela como Venerable, y dijo en la homilía: “…el Padre Félix Varela fue un ejemplo preclaro de cómo un hombre de fe pueda aportar a la construcción de una sociedad más justa…”
Al cumplirse el 231 aniversario del nacimiento del “patriota entero” muchos cubanos ya veneramos al Padre Varela por ser, junto con José Martí, uno de los dos fundadores de la Nación cubana y, además, rezamos y solicitamos con insistencia y devoción la pronta beatificación y canonización del primero que nos enseñó en pensar, honrándolo de la mejor manera que lo podemos hacer, que es siguiendo su ejemplo, compartiendo su fe y continuando su obra.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.