Salud y educación: mitos caídos en Cuba

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Así como sucede en el plano personal, el alarde es una actitud negativa que también aparece en el comportamiento social. Una de sus manifestaciones es la propaganda, que constituye, a su vez, una poderosa herramienta de los sistemas totalitarios para intentar cambiar las concepciones de la realidad, vivir de la apariencia y reescribir la historia a su conveniencia.

Los cubanos, acostumbrados a vivir crisis sobre crisis, sufrimos en carne propia qué es ser “luz de la calle y oscuridad de la casa”, cómo se intenta “hacer más con menos” y cuál es el verdadero significado del avance del país.

Los sectores de la salud y la educación, que por mucho tiempo fueron banderas para el gobierno cubano, hoy se encuentran sumidos en una degradante situación. Lo peor de todo es que, aun padeciendo el mal, se continúen hablando de proezas inciertas y de logros intangibles.

En el campo de la salud, la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 y sus perennes efectos en la etapa post-pandémica, vino a poner al descubierto los síntomas de un viejo mal. El país, que por mucho tiempo ha autopregonado ser una “potencia médica”, independientemente de la coyuntura de un virus impredecible, mostró el verdadero rostro de un sistema de salud con muchas limitaciones. En aquel tiempo, desde los antibióticos hasta la infraestructura en las instituciones de salud se tornaron en un problema. Algunas de las causas justificantes, entendibles para algunos, era la situación sanitaria y económica mundial.

En la etapa de recuperación, cuando las curvas de infección comenzaron a descender en el mundo y en Cuba, se esperaba una recuperación en este sector vital. Invitamos a un breve ejercicio de análisis que nos permita comparar si estamos mejor o peor que antes de la llegada del Coronavirus a Cuba:

  • ¿Se están produciendo en el país todos los medicamentos del llamado “cuadro básico”, que permiten el tratamiento de enfermedades comunes en Cuba como la hipertensión arterial, la diabetes, enfermedades del corazón, cerebrovasculares, de las vías respiratorias o tumores malignos? Preguntémosle a los abuelitos que hacen largas filas desde la madrugada en las farmacias para ver si “cuando entre el pedido de la semana, llega su medicina”.
  • ¿Es suficiente la producción de medicamentos de acuerdo a la incidencia de las enfermedades en Cuba? Preguntémosle a cada persona que tiene su cartilla médica y ni siquiera con ella, que tiene prioridad, puede acceder a tratamientos que son continuos y muchas veces de por vida.

Ante estos problemas de disponibilidad las justificaciones suelen ser: la falta de materias primas para la producción por el bloqueo del enemigo del norte o la imposibilidad de sustituir la infraestructura de los laboratorios, centros y plantas de producción, que de alguna manera siempre está matizado con problemas económicos y financieros que redundan en el embargo-bloqueo. Pero si es por falta de recursos financieros, podemos preguntarnos ¿por qué sigue la construcción de hoteles para el turismo cuando las capacidades instaladas ni siquiera llegan al 50% de su explotación?

  • Una vez que el ciudadano accede a las instituciones de salud en cualquiera de sus niveles de atención ¿recibe humana y materialmente el trato adecuado? Preguntémosle a cualquier familiar que hayamos tenido implicado en una situación de salud, o respondamos nosotros mismos si hemos atravesado este tipo de situaciones. La “potencia médica” que anteriormente exportaba medicinas y médicos por el mundo hoy no tiene lo más básico para sus nacionales.

No es pesimismo, ni afinidad por el caos. Es una cruda realidad que pone en juego la vida. Es una responsabilidad social ineludible. Es una obligación del Estado para con sus ciudadanos. Es respetar el derecho humano inalienable de la vida.

La solución una vez más queda en manos del ciudadano, que intenta resolver su situación personal, pero no puede garantizar el funcionamiento de un sistema de salud a nivel de país. Resulta lastimoso ver cómo es necesario que el paciente consiga sus ciclos de antibióticos, los materiales para una cirugía o los tratamientos ante enfermedades crónicas fuera de su propio país. Todas las personas no tienen los recursos ni el mismo nivel de relaciones para poder acceder a las terapias requeridas. Nadie quiere estar enfermo, pero todos sí merecemos un tratamiento digno y accesible. El mito de que Cuba es una “potencia médica” debe ser desterrado.

Algunas propuestas ante este grave problema podrían incluir:

  • El avance hacia un sistema de salud en que la persona humana sea el valor supremo y la vida sea respetada desde su concepción hasta la muerte natural;
  • Priorizar los recursos necesario para este sector por encima del presupuesto que hoy se destina a las infraestructuras del turismo que están subutilizadas;
  • La creación de un sistema de salud mixto eficiente, universal, de fácil accesibilidad y de calidad, que pueda conjugar la salud pública y otras instituciones y programas privados;
  • El establecimiento de un seguro de salud de acuerdo a los ingresos personales y la situación laboral con garantía de que nadie quede sin cobertura de salud integral;
  • Y la legalización del ejercicio privado de las profesiones y técnicas sanitarias y de sus actividades complementarias. (Cf. X Informe de Estudios “La salud en el futuro de Cuba: visión y propuestas”. Centro de Estudios Convivencia, 2021. Disponible en: https://centroconvivencia.org/category/propuestas/sistema-de-salud/).

En el campo de la educación, las deficiencias en el proceso de enseñanza-aprendizaje, a la larga, repercuten en la formación integral del ciudadano cubano. Hace unos días un amigo hablaba de que si algo había que salvar en Cuba y ponderar sus logros, era la educación.

También es un punto para debatir in extenso. La decadencia ha comenzado por restarle importancia a la formación humana, por los sucesivos experimentos de propaganda política, adoctrinamiento y manipulación de la persona para “convertirlo en el “hombre nuevo”, por priorizar compromisos y conductas políticas o ideológicas antes que valores y virtudes. Entonces la educación se nos convierte, además, en otro talón de Aquiles.

Si realmente fuéramos el país más culto del mundo, como fue la aspiración en algún momento de nuestra historia, no tendríamos tanta falta de profesionalismo y tantos antivalores presentes en la sociedad. Basta analizar, con mucha pena, que la mayoría de los estudiantes preuniversitarios no se inclinan por las carreras de corte pedagógico, que estas plazas son ofertadas y re-ofertadas porque no son codiciadas y terminan otorgándose como última opción para quien no tiene vocación y a veces tampoco promedio, y encuentra aquí una vía segura de “hacer algo”.

Luego, esta baja calidad humana la pagan nuestros hijos, nuestros sobrinos, las generaciones en formación, que cosechan los frutos de una semilla enferma que se sembró y se abandonó.

Esto no quiere decir que no haya quienes todavía admiren la profesión que han escogido. Siempre hay quien accede a la pedagogía por vocación y por convicción de que ese es su camino y su meta. Pero no es menos cierto que, hasta para estos que se inclinan con interés y aptitudes, se puede tornar difícil cuando el mismo sistema educativo propicia la mediocridad, la falta de entrega y compromiso y prioriza materias políticas ante la formación básica curricular y la educación ética y cívica.

En ese constante proceso que es la educación para la vida, podríamos mirar hacia delante e impulsar los cambios necesarios para la dignificación y el empoderamiento, y en el sentido de aumentar cada vez la simbiosis personalización – socialización. Se hace urgente e imprescindible: pensar con cabeza propia; tomar nuestras decisiones con libertad y responsabilidad; asumir un rol activo, autónomo, crítico, reflexivo y protagónico frente a sus procesos de aprendizaje; desarrollar un pensamiento dialógico, sistémico, divergente, creativo y crítico que facilite la reflexión y el análisis; y educar, en general, para la cultura de la vida, que se basa en la convivencia y la paz. (Cf. IV Informe de Estudios “La educación en el futuro de Cuba: visión y propuestas”. Centro de Estudios Convivencia, 2017. Disponible en: https://centroconvivencia.org/category/propuestas/educacion-propuestas/).

Estas propuestas son algunas salidas a la situación de la salud y la educación en Cuba. Responder con humildad a estos desafíos que nos presenta Cuba hoy hablará muy bien de nosotros como ciudadanos y de nuestros líderes como servidores públicos. Es mejor hacer que decir. A veces hacemos alarde de lo que más carecemos.

 

Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

 

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