Lunes de Dagoberto
La semana próxima comienza en Cuba el nuevo curso escolar en todos los niveles de enseñanza. Estos días son de preparativos en el hogar, en las escuelas y entre todos los que tienen alguna responsabilidad con el proceso docente educativo. La Ministra de Educación ha recorrido todo el País, y los que aún vemos el llamado noticiero de la televisión cubana, que más bien es una aburrida sesión de propaganda, hemos podido enterarnos de los principales asuntos debatidos y orientados en esos encuentros que, año tras año, anteceden al inicio de las clases.
Los asuntos reflejados en la televisión y la prensa escrita tratan sobre todo acerca de los recursos que son necesarios para ese comienzo de año lectivo: uniformes, material docente, reparación de escuelas, transporte escolar y cobertura del déficit de maestros que ha venido afectando gravemente el proceso educativo en Cuba. Este año las cifras de los llamados “recursos humanos”, que no lo son porque se trata de personas, de vocación, de profesión, entre otras cualidades, parecen que mejorarán, según la Ministra, debido al incremento salarial acordado por el Gobierno para el sector presupuestado. Maestros que tenían pensado jubilarse, permanecerán por algunos años más, maestros que habían pedido la baja del sector probarán regresar este año, y otros, que ya se habían ido, han solicitado regresar.
Moraleja: uno de los problemas graves de este país es la insuficiencia insostenible de sus salarios, dígase del poder adquisitivo real. Todos sabemos que incrementar los salarios sin un crecimiento de la productividad y de la economía en general, es esperar que un árbol dé frutos antes de sembrarlo. Pero 60 años después es otra salida “emergente”, tras la cual viene y vendrá una zaga de inflación y otros males que se intentan paliar, no sanar, a golpe de “curitas” punitivas y números telefónicos para fomentar la delación entre compatriotas. Siembra de vientos para otras tormentas.
Como podemos valorar pareciera que los preparativos para un curso escolar tienen como centro y fin garantizar los recursos materiales y “humanos” que “necesitan” las escuelas, alumnos y educadores…
Pero esta última vocación humana nos hace una llamada de alerta, un urgente reclamo para encontrar el verdadero objetivo, la misión y la visión de todos esos “recursos” y de todo el proceso lectivo. La pregunta del título de esta columna contiene una trampa voluntaria que refleja otra de las falsas disyuntivas que nublan la conciencia cívica de los cubanos: ¿recursos o educación? En realidad todos esos esfuerzos por asegurar los recursos no tienen o no deberían tener, el cumplimiento de planes y consignas, el quedar bien con la Ministra o con “nuestros” alumnos y “nuestros” educadores, (las comillas son para señalar un peligroso posesivo que denota una inadecuada relación entre el Estado y la escuela, entre los responsables del proceso y las personas que intervienen en él, que no “son de nadie”, sino personas libres y responsables y, en el caso de los menores, están bajo la tutela exclusiva y prioritaria de sus padres o tutores.)
Esos recursos y esfuerzos debían estar encaminados a servir al mayor, principal objetivo y misión de los padres, la familia y la escuela: la educación de las nuevas generaciones. La calidad del proceso educativo, la formación de la personalidad, el cultivo de los valores éticos, cívicos y espirituales, la decencia, la convivencia civilizada y pacífica, la confraternidad opuesta a la exclusión y la violencia, en fin, el proceso de crecimiento humano integral que no se mide por las “actividades” o “exámenes” cumplidos, ni por la profesión de fe en una ideología o en una política o religión, sino en que nuestros hijos y nietos sean mejores personas, mejores ciudadanos, más humanos, más libres, más responsables, más trabajadores, más fraternos, con mayor vida interior, creatividad, iniciativa y más altos proyectos de vida. Esos son o deberían ser los “parámetros” (horrenda palabrota), los índices, los criterios de evaluación que deberían primar en los preparativos, desarrollo y evaluación de cada curso escolar, de todo el proceso educativo, de la labor de las familias, la escuela y la entera sociedad.
Sinceramente, ¿son estos los frutos que estamos viendo en el comportamiento, en la banalidad, en la violencia creciente, en los fanatismos y sectarismos que observamos en nuestra sociedad? Las cifras del sistema de educación deberían medirse por esos valores, virtudes y actitudes, asumidas libremente, no impuestas por “los que nos guían”, ni fiscalizadas por los que nos vigilan, ni castigadas por los que nos juzgan y sancionan cuando ya no hay remedio, cuando el número de estudiantes, la cantidad de uniformes, la cantidad de material docente, la plantilla de los educadores, no cumplieron su único y altísimo objetivo: educar.
Confío en el talento, la humanidad y la herencia de una pléyade de educadores que a lo largo de los siglos han forjado en Cuba lo que ahora va siendo solo patrimonio de los que tuvieron la suerte de tener, en primer lugar, padres educadores, familias estables y formadoras de personas, maestros primarios, profesores secundarios y catedráticos universitarios a los que podía faltarles pupitres o pizarrones, pero a los que les resplandecía el rostro cuando, desde su ejemplo e integridad personal, ejercieron y aún ejercen con una carga de años, el supremo magisterio de formar hombres y mujeres de bien.
Cada uno de nosotros recordará para siempre sus nombres, su rostro bondadoso y exigente, sus métodos rigurosos pero respetuosos, su forma de hablar, de sentir, de vestir, de disciplinar, de cincelar nuestro espíritu, de fraguar nuestra personalidad, de cultivar nuestra espiritualidad. Mi homenaje a mis padres y mi familia; a la Iglesia, especialmente al Padre Cayetano y al Padre Jaime Manich, último rector de los educadores escolapios que formaron a mi padre; a Josefina Crespo de Kindergarten, a Hilda Hernández de primero, a Cuca Prado de segundo, a Olga Jacinto de tercero, a Josefina García, de quinto y sexto grados y otros de la Primaria; a Violeta Gener y a mi profesora de Biología, hoy líder de una denominación cristiana, junto con tantos otros de la Secundaria, a la Dra. Emilia Delgado y a Nery Carrillo, junto a otros muchos del Instituto… y a tantos nombres que han quedado como indelebles paradigmas en mi alma. A todos, muchas gracias.
A esos maestros cuyos recursos eran y son: su alma, su humanidad, los valores, las virtudes y el cultivo de actitudes éticas y cívicas… a ellos vaya nuestra eterna gratitud, el reconocimiento de la familia y la sociedad y, sobre todo, que su ejemplo y legado sea hoy inspiración y “recurso” para los que, en lugar de regresar al aula solo por un aumento de salario, regresen sobre todo por el rescate del alma de los cubanos.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. - Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.