Que ningún cubano sea considerado “Caín”

Lunes de Dagoberto

En estos días hemos escuchado algunas valoraciones de nuestro pueblo que nos han llamado la atención y nos han hecho volver a las fuentes citadas: la Biblia y el Periódico Patria de José Martí. No son fuentes banales, ni secundarias. La primera ha dado origen a las tres más grandes religiones monoteístas del mundo y es aceptada por casi todos como una literatura respetable y repleta de sabiduría milenaria. La segunda fuente es, nada menos, que el periódico fundado por el Apóstol de la Independencia de Cuba para difundir su ideario y el del Partido Revolucionario Cubano.

Volver a las fuentes en busca de razones para el debate de ideas y no para la confrontación descalificadora entre cubanos, es sumergirnos en el espíritu con que fueron dichas las citas, en el contexto en que se dijeron y en los significados que intentaban transmitir en el momento en que se dijeron o escribieron para buscar entre todos ser fieles a la verdad transmitida, lejos de cualquier manipulación. Sacar de contexto una frase, una palabra o el mismo espíritu con que se comunicaron es el camino de la manipulación, sea consciente, inconsciente o por requerimiento retórico cuando las razones no han venido a la mente o escasean.

Comencemos por la primera cita, es de solo un nombre: “Caín” y viene del primer libro de la Biblia, el Génesis, en el capítulo 4, los versículos del 1 al 16. Todos sabemos que se trata de la historia simbólica y poética de dos hermanos que representan el bien y el mal. Abel es el hermano bueno que simboliza la bondad, la verdad y la belleza que todos llevamos dentro en diferente medida, y Caín, que representa la maldad, la mentira y la fealdad que cultivamos todos y cada uno de nosotros. Desde hace siglos la hermenéutica y la exégesis bíblica aclaran que no se trata de una visión maniquea de la persona humana, de las naciones y del mundo en la que habría un grupo de personas totalmente buenas y otro grupo de personas totalmente malas. Eso no existe y no tiene sostén ni científico ni bíblico. La naturaleza humana, dotada de la inalienable libertad de la que el Papa Benedicto XVI decía en su viaje a Cuba que “Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla.” (Homilía en la Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, 26 de marzo de 2012). Esa libertad es la que dota a todo hombre y mujer a tener el derecho de elegir entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre la belleza y la fealdad. Todos, absolutamente todas las personas tenemos y podemos tener un poco de Abel y un poco de Caín, todo mezclado en nuestro interior. El mismo Jesucristo aconseja a sus apóstoles, siempre dispuestos a condenar y a separar, que siempre es mejor “dejar que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el momento de la siega” (Mateo 13, 24-30).

Por tanto, Caín no representa a un bando o grupo de personas que son “malas” y Abel un grupo de las que son buenas. Eso es, por lo menos, un error exegético. Es por ello que calificar a un grupo de ciudadanos llamándoles “caínes”, ya sea por su forma de pensar, de creer, de expresarse o de actuar, es caer en una dicotomía maniquea que expresa una concepción del mundo simplista y errónea. Ningún ciudadano es totalmente “Caín” ni puede ser echado fuera de su escuela, universidad, centro de trabajo, iglesia o nación, porque la expulsión del “paraíso bíblico”, que por cierto no existe, ni existirá en una tierra o un sistema determinados, lo que significa es el ejercicio libérrimo, autónomo y personalísimo de “echar fuera de sí, de la propia vida, de la actuación y la mentalidad, del alma y de la voluntad, lo que haya de maldad y que disminuye la bondad, la verdad y la belleza intrínsecas de toda persona humana.

Con todo respeto, ningún servidor público de ningún país, religión o partido, debe dividir a sus conciudadanos en buenos y malos, tildando de “caínes” a los que piensan diferente, actúan diferente o creen de otra forma. Todo servidor público tiene como principal deber el de unir, consensuar, buscar el bien común, de todos y de cada uno, de los ciudadanos a los que se debe y sirve, sin descalificarlos, sea cual fuere su responsabilidad o rango, su ideología o su fe religiosa. Descalificar y condenar, excluir y dividir, abren la puerta a la desintegración de la nación y a la confrontación violenta entre hermanos. Nadie es Caín en Cuba ni en ningún país del mundo, ni malnacido, ni apátrida, todos cabemos y debemos caber en nuestra Patria, en nuestra Res-pública, que precisamente significa “cosa pública” de todos.

Y aquí viene la segunda cita, escrita por José Martí el 21 de mayo de 1892 en Nueva York, en el periódico que desde allá publicaba para alcanzar la República de Cuba. El artículo donde aparece la cita lo titula el Maestro “Albertini y Cervantes” y ya, desde el mismo titular se puede apreciar el espíritu con que está escrito. Se trata de los que aman y de los que odian y todos, alguna vez, hemos amado y odiado en un corazón y un alma divididos por dentro; pero en el mismo artículo se habla incluso de los cubanos y los españoles, que podrían ser divididos en la lucha de clases y en la guerra por la independencia en “Caínes” y “Abeles”, en dos bandos divididos por sus cédulas de identidad o por el lugar donde vivieran tanto los cubanos de la Isla como los del exilio, en Tampa o en cualquier lugar. La pelea citada de la cultura hindú entre el bien y el mal es la lucha interior entre lo que en nuestro espíritu, sentimientos y voluntad nos empuja a odiar o a amar. No se trata de una nación o un mundo dividido externa, política, económica o religiosamente. Ese mundo pertenece a la oscuridad de un pasado secular del que todos estamos arrepentidos y hemos pedido perdón, el mundo de las cruzadas, de la inquisición, de los bloques de la Guerra Fría, de las ideologías convertidas en religiones seculares y excluyentes. Esa no es la república que Martí refleja en el citado artículo en la que Cuba se convertiría en una tierra donde se enlazarán mañana las tres civilizaciones. ¡Más bello será vivir en el lazo de los mundos, con la libertad fácil en un país rico y trabajador, como pueblo representativo y propio donde se junta al empuje americano, el arte europeo que modera su crudeza y brutalidad…! Se trata de la República martiana en la que se inscriba en la bandera de todos y no de una sola parte, la suprema “fórmula del amor triunfante con todos y para el bien de todos”.

En el mismo número 11 del periódico Patria, en otro artículo referido a la lucha del pueblo de Puerto Rico, otro autor expresa más sintéticamente lo que Martí expresa a los largo y ancho de toda su obra: “Ni una sola frase injuriosa para la dominación que tanto los había vejado en su prerrogativa de hombres, en su dignidad de ciudadanos.”(S. Figueroa. Periódico Patria, No. 11 – New York, Mayo 21 de 1892). Ni una sola frase injuriosa, ese es el espíritu del periódico Patria y de los padres fundadores de la nación cubana.

Pero no quiero seguir interpretando a los lectores una cita que, por ellos mismos, podrán desmenuzar mejor, ya tenemos bastante los cubanos con que todos los días, a toda hora, nos estén explicando las noticias sin poner la totalidad y variedad de enfoques de la noticia como si fuéramos discapacitados, o siempre estemos en el peligro pueril de ser manipulados por otros. Le ruego a los lectores que tomen unos cinco minutos más y lean estos fragmentos que necesariamente para poder dar el contexto y el espíritu han tenido que ser largos. De todos modos están las citas y todos podemos acceder directamente al periódico Patria del 21 de mayo de 1892 y como dice un compatriota. “sacar nuestras propias conclusiones”. Aquí se los dejo:

“Es bella en el pueblo cubano la capacidad del alma de admirar que a derechas no es más que la capacidad constructiva, y da más frutos públicos que la de desamar, que es por esencia la capacidad de destrucción. Los hombres van en dos bandos los que aman y fundan, los que odian y deshacen.

Si la pelea del mundo viene a ser la de la dualidad hindú: bien contra mal. Como con el agua fuerte se ha de ir tentando el oro de los hombres. El que ama, es oro. El que ama poco, con trabajo, a regañadientes, contra su propia voluntad, o no ama, -no es oro. Que el amor sea la moda. Que se marque al que no ame, para que la pena lo convierta. Por española no hemos de querer mal a Santa Teresa, que fue quien dijo que, el diablo era el que no sabía amar. No ha de negarse que con la mucha aspiración sobrante en Cuba, por la mucha inteligencia, y el poco empleo que en aquella vida de limosna, menos deseable que la muerte hallan los talentos desocupados, viene criándose en Cuba como un hábito de mutua desestimación y de celo rinconero, como un codeo excesivo y egoísta por el plato de la fama o de la mesa, que no preparan bien para la generosidad y concordia indispensables en la creación de la república, y es de esperar que desaparezcan en cuanto pueda echarse la actividad comprimida por más amplios canales, en cuanto la tierra nueva se abra al trabajador, el comercio al criollo, el periódico a la verdad, y la tribuna a la enseñanza, que es su verdadero empleo. ¡Ah, Cuba, futura universidad americana!: la baña el mar de penetrante azul: la tierra oreada y calurosa cría la mente a la vez clara y activa: la hermosura de la naturaleza atrae y retiene al hombre enamorado: sus hijos, nutridos con la cultura universitaria y práctica del mundo, hablan con elegancia y piensan con majestad, en una tierra donde se enlazarán mañana las tres civilizaciones. ¡Más bello será vivir en el lazo de los mundos, con la libertad fácil en un país rico y trabajador, como pueblo representativo y propio donde se junta al empuje americano el arte europeo que modera su crudeza y brutalidad, que rendir el alma nativa, a la vez delicada y fuerte, a un espíritu nacional ajeno que contiene sólo uno de los factores del alma de la isla, – torrentes de su riqueza egoísta y corruptora,- que convertiría un pueblo fino y de glorioso porvenir en lo que Inglaterra ha convertido el Indostán! Y para esa vida venidera, para esa vida original y culta, que haría del jardín podrido una nacionalidad salvadora e interesante, una levadura espiritual en el pan americano, un altar donde comulgasen a la vez, en la dicha del clima y la riqueza, los espíritus del mundo, no son buena preparación el ceIo rinconero, Ia fama a dentelladas, la reducción de la mente en controversias y quisquillas locales…”

“Pero ni ese desequilibrio colonial en que, privados los criollos de los medios de vida que acaparan insolentes sus conquistadores, y desocupados en la forzosa miseria, ponen en sus propios recelos, y en la lucha penosa por las migajas que les dejan, el poder que en la vida natural se distribuiría sin choque en el fomento de las fuerzas públicas; ni esa alma torera, alma de navaja y colilla, que después de la guerra heroica logró meterse más por nuestra sangre que antes de las de los héroes, han podido sofocar en los cubanos aquella pasión por lo nativo, aquel gusto común del mérito criollo, aquel ingénito amor nuestro a toda elevación y especie de hermosura, en que se abrazan, sin examinarse las células, los cubanos de los más encontrados pareceres, y se unen, en lo alto, los de orígenes distintos. Bien sentimos acá cómo nos aman, y cómo nos tienden los brazos en silencio, aquellos queridos hermanos de la isla cuyos nombres no osamos decir, o decir con el vehemente afecto que quisiéramos, de miedo de dañarlos. ¡Bien han de sentir allá esta ternura nuestra, que en las cabezas caídas no ve más que el deber de levantarlas, que en el mérito preso no ve más que Ia angustia de su prisión y el deber de redimirlo, que en el oprobio de aquella existencia no ve un derecho nuestro, y meramente casual, de arrogancia libre, sino el dolor de los que la soportan! Esta verdad ha de entrar por aquellas venas más que el Madrid Cómico. Y abrazo sea el mar y uno los cubanos de la isla y los de afuera: pecadores somos todos, los de allá y los de acá, y todos somos héroes; beban sólo vino de piña, aunque al principio sea un poco agrio (para) los que hoy beben aguardiente de anís. Unos somos en los orgullos y en la pena, los de allá y los de acá, como ayer fueron unos en la fiesta de Ibor los cubanos de Tampa, y Albertini y Cervantes.” (José Martí, “Albertini y Cervantes”. Periódico Patria. No. 11 – New York, Mayo 21 de 1892).

“Sobre lo verdadero hay que golpear. En lo caliente del hierro hay que dar. Con ir de espaldas a la verdad, de sombrero de pelo bastón de oro, no se suprime la verdad. En un pueblo, hay que tener las manos en el corazón del pueblo. Es más necesario y justo acercarse a los que han nacido en él y la aman, que a los que no han nacido en él, y no lo aman. Y el corazón crece, y la pública, cuando los elementos nacionales de cólera y desorden, se convierten, por su propia virtud, en elementos de amor y orden. Es demagogo el que levanta una porción del pueblo contra otra, si levanta a los aspiradores contra los satisfechos, es demagogo; si levanta a los satisfechos contra los aspiradores, es demagogo. Patriota es el que evita, por la satisfacción de las aspiraciones justas, el peligro del exceso de aspiración.” (José Martí, “Juntos y el Secretario”. Periódico Patria. No. 11 – New York, Mayo 21 de 1892).

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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