Lunes de Dagoberto
La oportunidad de poder estudiar e intercambiar conocimientos en una universidad católica en España me ha motivado, aún más, en la reflexión sobre la importancia de las relaciones entre la preparación del futuro de las naciones y el aporte que las universidades pueden y deben ofrecer al desarrollo de ese porvenir.
Durante siglos ha existido un divorcio, e incluso una confrontación, entre la academia y las decisiones políticas y económicas de las comunidades nacionales y las organizaciones internacionales. Ese abismo entre la investigación académica y su aplicación en la práctica de políticas públicas es una de las causas del subdesarrollo y los fracasos de los gobiernos y la sociedad civil.
Por un lado, los académicos se pueden encerrar en las urnas de cristal de sus estudios y en la torre de marfil de sus universidades, olvidando que el servicio público es la razón última de todo estudio o sondeo temático. Por otro lado, los que ejercen el poder, ya sea político, económico, social o religioso, con frecuencia deciden y actúan por la dinámica de la acción-reacción. La justificación de esos servidores públicos o eclesiales es la premura del tiempo, la edad como obstáculo para el estudio o el abierto desprecio de los intelectuales.
De este modo, la vida política, el desarrollo económico, la convivencia social o la comunidad religiosa transcurren a “picotazos”, dando bandazos, siguiendo una actuación de “curitas” a las situaciones coyunturales o accidentales sin aprender de las experiencias históricas y sus lecciones, sin hacer un análisis de la realidad presente con métodos eficaces y sin prever y edificar el futuro basados en el pensamiento, la investigación, las propuestas viables y la evaluación sistemática de todos los procesos para medir su eticidad, coherencia y eficiencia.
Hace muchos años que intento que se vayan encontrando constructivamente en Cuba estos pares dialógicos: fe y cultura, cultura y sociedad, humanismo y economía, academia y política. En mi opinión estas alianzas tienen un “cemento” edificante: la ética. En efecto, como afirmaba el Padre Félix Varela: “No hay patria sin virtud”. Inspirados en esa enseñanza del que Martí llamó “santo cubano”, el Centro de Estudios Convivencia y la Universidad Católica Francisco de Vitoria hemos querido crear un espacio compartido de pensamiento, estudio e investigación académica para nuestra propia preparación universitaria y para poder servir mejor a Cuba en su presente y su futuro, que las autoridades universitarias y los miembros del Centro de Estudios Convivencia hemos querido llamar Centro España-Cuba “Félix Varela”, nombre que resume y expresa nuestra visión vareliana y martiana junto a aquella enseñanza de San Juan Pablo II “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.
El mismo santo Pontífice polaco expresó en el homenaje que quizo rendir al Padre Félix Varela, venerando sus restos que descansan y convocan en el Aula Magna de la Universidad de La Habana:
“Los animo a proseguir en sus esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse; a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales. La cultura cubana, si está abierta a la Verdad, afianzara su identidad nacional y la hará crecer en humanidad. La Iglesia y las instituciones culturales de la Nación deben encontrarse en el dialogo, y cooperar así al desarrollo de la cultura cubana. Ambas tienen un camino y una finalidad común: servir al hombre, cultivar todas las dimensiones de su espíritu y fecundar desde dentro todas sus relaciones comunitarias y sociales. Las iniciativas que ya existen en este sentido deben encontrar apoyo y continuidad en una pastoral para la cultura, en diálogo permanente con personas e instituciones del ámbito intelectual. Peregrino en una Nación como la suya, con la riqueza de una herencia mestiza y cristiana, confío que en el porvenir los cubanos alcancen una civilización de la justicia y de la solidaridad, de la libertad y de la verdad, una civilización del amor y de la paz que, como decía el Padre Varela, «sea la base del gran edificio de nuestra felicidad.»”
Estoy convencido que no habrá futuro libre, próspero y pacífico para Cuba si descuidamos hoy “el pensar primero” vareliano. Para que Cuba salga del presente laberinto de forma gradual y ordenada es del todo imprescindible que algunos cubanos dediquen empeño académico, investigación actualizada y aporte de visiones y propuestas viables que ayuden a todos los ciudadanos a recibir una educación ética y cívica para salir del analfabetismo político debido a la excesiva ideologización y politización de todas las dimensiones de la vida personal y nacional. Por eso queremos servir a Cuba con un pequeño aporte de pensamiento y propuestas para su futuro, nuestro futuro.
La improvisación desinformada, los autoritarismos caudillistas, los bandazos políticos, y los sectarismos ideológicos o religiosos, junto a la corrupción existencial, la anomia social, el indiferentismo cívico y el relativismo moral, pueden ser los próximos escollos en la vida de los cubanos. Todos ellos pueden ser previstos, alertados e incluso evitados totalmente o sensiblemente disminuidos, si se edifica la cooperación y alianza estratégica entre universidad y nación, entre el estudio y la acción, entre la ética y la política, todo para respetar y desarrollar una república que tenga como inspiración y valor supremo la dignidad plena de toda persona humana.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.