Martes de Dimas
Cuba tuvo músicos calificados desde el siglo XVI al XVIII, entre ellos destacan Miguel de Velázquez y Esteban Salas cuyas composiciones, de alto nivel, respondían a las tradiciones musicales europeas.
Lo que conocemos hoy como música cubana fue resultado, esencialmente, de la mezcla entre el folklore español, los ritmos africanos y cierta influencia afro-francesa proveniente de Haití. De esa mixtura brotó una melodía y un ritmo diferente al de las contradanzas inglesa y francesa. Su primera versión data de 1803: la contradanza “San Pascual Bailón”.
La contradanza y la danza
Manuel Saumell (1818-1870), pianista y compositor, creó unas cincuenta contradanzas caracterizadas por una prodigiosa inventiva rítmica y melódica que provocó un salto cualitativo en la historia musical de la Isla. La contradanza fue el primer género llevado al pentagrama, por lo que a Saumell se le considera padre del nacionalismo musical cubano. Su impacto trascendió la época para hacer acto de presencia en géneros posteriores tan populares como la habanera, que incorporó a su baile lento el famoso “paso del ladrillito”, y el danzón.
Ignacio Cervantes (1847-1905), pianista y compositor, en sus más de cuarenta danzas, escritas, captó la influencia de los ritmos africanos. De su reelaboración y síntesis surgió una nueva sonoridad que lo convirtió en figura descollante del nacionalismo musical cubano que había iniciado Saumell. Con Cervantes se resume la evolución folklórica de la música criolla de origen europeo enriquecida por los ritmos africanos que se habían conservados casi puro en los barrios marginales. En sus danzas se sintetizaron la música criolla y la pianística nacional, con una riqueza armónica y de modulación acorde con su cubanía.
Cervantes fue obligado a salir de Cuba por las autoridades coloniales en 1875 por realizar conciertos en la Isla para recaudar dinero destinado a la gesta independentista de 1868-1878, labor que que continuó desde el exilio en Estados Unidos. De ahí, como explicaba Alejo Carpentier, nació su danza «Adiós Cuba» y desde allí sus danzas fueron las primeras que se expusieron fuera de la Isla.
Si Manuel Saumell se considera el padre de nuestro nacionalismo musical, Ignacio Cervantes le añadió el acento que convirtió a sus danzas en el baile nacional de Cuba durante la Guerra de los Diez Años. Es decir, Cuba tuvo un nacionalismo musical y un baile nacional antes de independizarse de España.
En 1878, al concluir la guerra, los elementos culturales que se venían desarrollando en la Isla se reafirmaron. En ese contexto la música cubana experimentó otro de sus grandes saltos: el danzón, que suplantó a la danza como baile nacional.
El danzón
El danzón se hizo popular desde la segunda mitad del siglo XIX y predominó durante cuatro décadas. Marcó el cambio de la danza de grupos a la de parejas para devenir baile genuinamente cubano, donde hombre y mujer se funden en una unidad diferenciada. Su autor fue el músico Miguel Faílde y Pérez (1852-1921), quien compuso cuatro piezas con el nombre genérico de danzón -danza grande-, término que se usaba para denominar la forma de bailar de la época. Cuatro de las composiciones de Faílde, creadas en 1877, se fueron imponiendo hasta que el 1 de enero de 1879, en el Liceo de Matanzas, alcanzó un éxito total con “Las alturas de Simpson”, inaugurando un nuevo tipo de baile que lo incorporaron cubanos de diferentes orígenes étnicos y clases sociales, lo que influyó en la conformación de la nacionalidad y la nación.
Desde su estreno hasta la segunda década del siglo XX el danzón ocupó la preferencia de los bailadores de la Isla y traspasó las fronteras para arraigarse en países de América Latina como México, Venezuela y Perú.
Surgido en plena guerra de independencia el danzón reflejó en sus letras tanto el proceso bélico como el surgimiento de la República o la Primera Guerra Mundial. Por todo ello es considerado Baile Nacional de Cuba y padre del baile cubano.
Por su aporte a la conformación de la cubanía, por su presencia en los géneros musicales que le sucedieron, por su fuerza interior para renovarse, el primero de enero es día de homenaje al danzón y a las glorias de nuestra música bailable.
La presencia en otros géneros
El un momento de decadencia del danzón, el clarinetista y compositor José Urfé (1879-1957), en “El bombín de Barreto” (1910, añadió elementos del son. Esta innovación, conjuntamente con la radio y la grabación eléctrica en el fonógrafo, ayudaron a su recuperación. Con ese mismo fin, como los danzones eran instrumentales, Aniceto Díaz (1887-1964), flautista, compositor y director de orquesta, le introdujo una parte vocal. Así nació en 1927 el Danzonete, un nuevo género que se inauguró con la pieza “Rompiendo la rutina”.
Antonio Arcaño (1911-1944), flautista y director de la orquesta “Arcaño y sus Maravillas” realizó cambios en la flauta, la rítmica, el timbal, el güiro e introdujo la tumbadora, amplió las cuerdas y suspendió el predominio del piano como solista, con lo cual obtuvo una melodía más compleja. Así surgió el llamado “Danzón de Nuevo Ritmo”. Luego, con las interpretaciones de Barbarito Diez y la Orquesta típica de Antonio María Romeu, el danzón influyó en otros bailes cubanos como el chachachá y el mambo.
El Mambo tiene su raíz en el “Danzón de Nuevo Ritmo” de Antonio Arcaño, que fue el primero en denominar a una sección del danzón como “Mambo”. Luego Dámaso Pérez Prado (1916-1989), pianista y arreglista, en 1949 triunfó en México con un nuevo estilo, que designó con el nombre, acuñado antes por Arcaño: el de “Mambo” y a Pérez Prado se le conoció como “Rey del Mambo”.
La música y el baile desempeñaron un significativo papel en la conformación de la conciencia y de la nacionalidad cubanas desde antes de la independencia, gracias a la libertad que gozaron sus creadores.
La pérdida de la libertad
A partir de 1959 con el control absoluto del Estado sobre la sociedad, las manifestaciones artísticas quedaron sometidas a la política. Cientos de artistas tuvieron que abandonar el país y fueron calificados de traidores y enemigos: Willy Chirino, Bebo Valdés, Gloria Estefan, Paquito D’Rivera son parte de una prolongada lista que puede resumirse en el caso de la cantante Celia Cruz (1925-2003), quien enriqueció la música popular cubana, la paseó por el mundo y fue calificada como “institución de la música tropical” y “leyenda musical”. A esa Celia que cantó durante 55 años, que en 1987 recibió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y un Grammy, equivalente a un Óscar en el cine y dos Grammy Latinos entre otros muchos reconocimientos, se le prohibió asistir a los funerales de sus padres y su nombre fue excluido de diccionarios musicales, su voz fue censurada en todos los medios de difusión y al fallecer, en julio de 2003, el diario Granma la calificó como ídolo de la contrarrevolución.
La música y el baile, expresiones del nacionalismo cubano que nos legaron Manuel Saumell, Ignacio Cervantes, Miguel Faílde y muchos otros grandes de la música, fueron convertidos en representantes de una política y una ideología excluyentes.
La Habana, 20 de enero de 2020
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).