Lunes de Dagoberto
En estos días llueven los recurrentes llamados a la alegría, a no perder el sueño, a no tener miedo y a tener esperanza. Aparecen en la prensa, en la radio, en la televisión, en las redes oficiales, en las declaraciones de las autoridades y hasta en algunos ámbitos religiosos. Esto sucede casi siempre que hay problemas graves, pero especialmente cada vez que caemos en una crisis profunda producto de la pérdida de los “subsidios” externos que mantienen a Cuba en la dependencia económica y política, venidos en los últimos 60 años primero de la desaparecida Unión Soviética y luego de Venezuela, con el primer período especial como largo e inacabado intermedio.
Estos llamados a la alegría, a la creatividad, al entusiasmo parecen desconocer la naturaleza humana, tratan de tapiar la realidad y enviar supuestos mensajes alentadores. Obvian la naturaleza humana porque las personas, sea cual fuere su ideología o creencias, necesitamos algunos componentes esenciales a nuestra psicología y a nuestra espiritualidad como son:
- • Poder ser libre y tener libertad para elegir, expresarse, reunirse, moverse dentro y fuera del país, practicar la plena libertad religiosa y no solo el culto pietista. Si estas libertades están reprimidas hay un componente esencial de la naturaleza humana que obstruye la alegría de vivir y la esperanza en el futuro.
- • Tener seguridad para uno, sus hijos y su familia. Seguridad alimenticia, física, sanitaria, psicológica, jurídica, laboral, social, entre otras. Las múltiples inseguridades que se van presentando a los cubanos por razones propias, nacionales y foráneas, bloquean la alegría y la esperanza.
- Poder escoger un proyecto de vida personal, digna, razonable y sostenible, con el que conquistar el futuro propio, familiar y nacional. Ser los protagonistas de nuestras vidas y de la vida de la nación y no solo receptores de ordenanzas, advertencias, orientaciones de arriba, de noticias sesgadas y de un lenguaje manipulado por intereses de todo tipo. Si los cubanos no podemos elegir y gestionar con autonomía, un proyecto de vida, especialmente los jóvenes, entonces se nubla la alegría de vivir y la esperanza en el futuro. La reacción es escapar hacia donde eso sea algo más posible con el propio esfuerzo, trabajo y sacrificio, que el paraíso terrenal no existe en esta tierra.
- Poder comprobar por sí mismo, el progreso en las mesas de nuestros hogares, en las salas de nuestros hospitales, en las aulas de nuestros hijos y nietos, en la tiendas de alimentos, de equipos domésticos necesarios…; notar el progreso en las formas de convivencia vecinal, en la manera de divertirse que no sea solo con el alcohol, los espacios para alimentar la espiritualidad y las relaciones humanas decentes y fraternas. Si comprobamos que todo esto nos dice lo contrario, empeora, son malas noticias de ajustes, escasez, austeridades impuestas, desde las decisiones erróneas de otros o desde circunstancias que han conformado esas decisiones y que no siempre impactan en los que las toman sino que las sufre todo el pueblo, entonces no se puede esperar que la reacción normal sea la alegría y la esperanza.
Cuando se están viviendo todas estas situaciones, y otras de diversos orígenes e impactos en la vida de los cubanos, exhortar a la alegría y a la esperanza por decreto, por consigna, por consejo psicológico o por prédica religiosa, nada profética y desencarnada de la realidad, sin tenerlas en cuanta ni siquiera para señalar respetuosamente las causas y sus consecuencias es, por lo menos, irrespetar la naturaleza humana y la dignidad que le es inherente a toda persona.
Sin embargo, tendríamos que preguntarnos que si, a pesar de los pesares, ¿Es necesario y conveniente exhortar a la alegría y a la esperanza?
Mi opinión es que sí, que es bueno, que es, como dice el prefacio de las misas: “es justo y necesario, es nuestro deber y salvación”, exhortar a mantener las ganas de vivir, a vivir en una alegría profunda no cirquera, a sostener una esperanza fundada en razones objetivas no en ilusiones y teorías. Es bueno como dice la Biblia “Estén siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (I Pedro, 3, 15).
Pero… ¿Cuáles son esas razones? ¿De qué forma las presentamos? ¿Con qué contenidos aceptables para los que deseen escucharlas y no solo para creyentes o militantes de una ideología?
Esta es una reflexión necesarísima para poder aportar nuestra contribución al país en esta llamada “etapa coyuntural” que, como hemos dicho puede ser otra “coyuntura” (entiéndase otra crisis) de lo mismo, o la podemos convertir en “la coyuntura” entre la continuidad y el cambio que anhelamos la inmensa mayoría de los cubanos, donde quiera que vivan.
Reflexionar sobre las razones de nuestra esperanza en Cuba y en la capacidad, el talento y la virtud de los cubanos, será motivo de un trabajo más sosegado y profundo, pero no quiero terminar sin adelantar la que considero que sería el catalizador principal de la alegría y el renacer de la esperanza de los cubanos: el anuncio y la puesta en marcha de un proceso ordenado, pacífico e incluyente de todos, hacia los cambios económicos, políticos y sociales que es la única puerta para que no se repitan los períodos ni “especiales”, ni “coyunturales”.
Entonces, la exhortación a la alegría y a una falsa esperanza que nunca llega, no sería ni soporífero sedante, ni religión-opio alienante, ni una “continuidad” que nos trae malos recuerdos, de errores, repetición de escenarios adversos y períodos innombrables.
Por el contrario, si la esperanza se funda en voluntad de cambio, en hechos de cambio real, en la posibilidad de que Cuba decida, en apertura de mente, de toda Cuba, a todos los cubanos primero y todo el mundo también, entonces podríamos cantar como en aquel filme chileno de Pedro Larraín, que recomiendo, y que ganó un premio Oscar a la mejor película extranjera en 2013, llamado “NO” pero que resultó ser la narración de cómo el pueblo de Chile alcanzó su propio Sí. Entonces los cubanos tendremos verdaderas razones para la alegría, la esperanza y las ganas de vivir, entonces podremos cantar:
¡Cuba, la alegría ya viene!
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. - Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.