Hablar de las migraciones como un fenómeno exclusivo de los cubanos, obviamente, sería un absurdo. En el mundo existen aproximadamente unos 244 millones de migrantes y comparten, al igual que los cubanos, disímiles causas que motivan el tránsito hacia un nuevo porvenir.
En todos los casos es necesario encontrar los verdaderos móviles que provocan esa estampida casi en masa, en pos de resolver los males de raíz y evitar que más allá de los migrantes, todos, los que pueden salir, y los que se quedan, vivan orgullosos y dignamente en la tierra que los vio nacer.
Ocultar las verdaderas causas de la emigración en Cuba es no tener la voluntad necesaria para erradicar esos graves problemas que motivan hacia el éxodo a tierras de libertad. Enmascarar siempre el asunto bajo la justificación de problemas económicos es querer tapar el sol con un dedo. Bien sabemos todos que una economía favorable depende de unas correctas decisiones políticas. Si no, miremos el caso Cuba y todo lo relacionado con la ley de inversión extranjera y el trabajo por cuenta propia.
La mayoría de los cubanos emigra en busca de mejores condiciones generales de vida para sí mismo y para su familia, y aunque trabajando jornadas impensables en Cuba, en cuanto a tiempo se refiere, vive con la seguridad de que trabaja para vivir y no a la inversa como se escucha frecuentemente en el lenguaje popular.
El problema no es un gen saltarín que se ha introducido en el ADN cubano. No se trata de una consecuencia directa de la apertura en cuanto a las facilidades migratorias de algunas naciones. El problema está en casa, el problema es de oxígeno y parece que la atmósfera está menos enrarecida fuera.
Trabajemos para que Cuba se convierta en un país receptor de migrantes, como lo fuera antaño y no sea esa nación con el “alma desmigajada”. Algunas decisiones no dependen de usted ni de mí, ni de nosotros. Pero… eso sí, la de quedarnos y propiciar el cambio está en nuestras manos. Yo me quedo en Cuba… ¿y usted?
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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