Siempre he estado a favor de las relaciones. Corran los tiempos que corran y soplen los vientos que soplen. Como todo en el Universo existe formando parte de algo y relacionándose, los seres humanos no somos la excepción: consciente o inconscientemente vivimos en relación, en espíritu y en materia. Entonces prefiero aclarar que estoy más a favor de las buenas relaciones, que no significan necesariamente “estar de acuerdo en todo”.
La comunidad primitiva alcanzó mayores grados de desarrollo cuando las relaciones comenzaron a ser más civilizadas, por decirlo de alguna manera. A través de la historia hemos visto que cuando nos relacionamos hemos de guardar cierto respeto, cierto protocolo, porque sin ello, solo lograremos relaciones enfermas o viciadas y estaremos inmersos en un proceso de intercambio que no conducirá a un final feliz, ni encontraremos soluciones efectivas.
Sería una verdadera riqueza para la convivencia mundial que pueblos y gobiernos lograran el respeto absoluto a las reglas básicas para relaciones eficaces y armoniosas. El mundo parece que seguirá evolucionando rápidamente y en direcciones imprevisibles. Es por eso que la manera de relacionarse exigirá mayores retos.
Por eso me preocupa el contraste que se advierte en un mundo cada vez más desarrollado, en el que por una parte asombran los avances de la ciencia, la tecnología, el internet, y por otra, las relaciones entre los gobiernos de algunos países y entre algunos gobiernos con su pueblo, siguen siendo prehistóricas. Los cubanos lo estamos sufriendo. Hace poco volvimos al mismo lenguaje de hace muchos años. Aquí y allá. Cansa. ¿Nos haremos de la vista gorda para no ver que muchos cubanos respiramos un aire de esperanza cuando se restablecieron las relaciones entre los gobiernos de Cuba y EE.UU?
Aunque sabemos que el camino hacia la democracia en Cuba está plagado de espinas hace muchos años, debemos saber diferenciar entre “no avanzar” y “retroceder”. Los retrocesos desaniman y cansan a estas alturas de nuestra historia, aunque también formen parte del proceso. Volver a los ataques verbales y al espíritu de guerra es un retroceso. Es a lo que mejor sabe responder el gobierno cubano. Es su lenguaje, su esencia, lo que lo sostiene.
Regresó el pretexto. Lo servimos en la mesa y las autoridades cubanas aparecen de nuevo en los medios, después de un silencio inquietante que incluso parecía indiferencia, solo para responder a las “provocaciones de EE.UU.”. Aunque solo sea el lenguaje, es un retroceso.
Es cierto que el gobierno cubano no ha dado muestras de querer ceder. Es cierto que la represión ha aumentado, pero también es cierto que la actitud de diálogo del gobierno norteamericano, lo “descolocó”. Y es que nuestro gobierno no sabe responder, sino a provocaciones. Pues entonces que en los anales de la historia sea él a quien se reconozca como responsable del “no avanzar” y también del “retroceso”.
¿Continuaremos con el lenguaje confrontativo que ya se probó que no sirve para beneficiar al pueblo? ¿Continuaremos con actitudes cerradas que ya se probó que pueden conducir al caos, como en Venezuela? No podemos darnos el lujo de volver atrás.
No perdamos de vista a los simples ciudadanos cubanos y norteamericanos que, a pesar de leyes absurdas e injustas, e independientemente de dimes y diretes de gobiernos y de partidos políticos, se relacionan, se respetan, tienden puentes.
Nuestra actuación, la del pueblo, la de la sociedad civil, debe estar en permanente estado de cambio y de perfeccionamiento. Los pueblos norteamericano y cubano seguirán sus intercambios que espero duren mucho tiempo. Fue bueno para muchos ver a los Rolling Stones en Cuba y es bueno también para muchos tomar guarapo en las calles de Miami. Dios permita que no perdamos eso.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.