La primacía de la familia sobre la política

Lunes de Dagoberto

Se acerca la Navidad y las fiestas de fin de año. Es tiempo de unirse la familia y fortalecer los lazos de sangre, amor y convivencia que son constitutivos de esa comunidad de vida y de amor que, después y junto con la dignidad prioritaria de la persona, es la célula y el cimiento cívico, ético y espiritual de una sociedad sana.

Ninguna otra institución, organización ni realidad humana debe estar sobre la familia, ni contra ella, ni siendo factor de desunión o desintegración de ese núcleo fundacional de la humanidad. Por eso, la distancia geográfica, las diferencias económicas, las opciones políticas, las creencias religiosas, la orientación sexual, la vocación profesional, el lugar de estudio o trabajo, deberían separar a la familia, por una primera y sencilla, pero trascendental razón: cuando se desintegra la familia, se descompone la sociedad, se perjudica la educación, entran en crisis los valores éticos y se corrompe el tejido cívico. La experiencia de nuestra sociedad cubana es una prueba irrefutable.

Durante ya más de 60 años el Estado cubano ha tratado, por todos los medios, de ejercer un dominio total sobre la familia y ha invertido la escala de valores y misiones con relación a la piedra angular de toda sociedad. Enumeramos solo algunas, porque todos los cubanos hemos experimentado esta primera causa del “daño antropológico” sufrido por el pueblo cubano. Lo primero, masivo e imparable: el éxodo de seis décadas que ha dividido físicamente a la familia cubana y su correlato de muertes y desaparecidos en el estrecho de la Florida y en las selvas, campamentos y fronteras de nuestro continente. Los fusilamientos, largas condenas de cárcel, expatriación y hostigamiento por motivos políticos, han sido otras de las causas que han afectado definitivamente a las familias cubanas. La obligatoriedad de un sistema educacional que no solo pone a la escuela, la ideología y el adoctrinamiento por encima del papel insustituible de los padres y demás miembros de la familia en la educación de sus hijos y su derechos a escoger qué tipo de enseñanza desea dar a su prole, sino que, además, para lograr ese objetivo, separó a la familia con los planes de Escuela al Campo y Escuela en el campo, el Servicio Militar Obligatorio lejos de sus lugares de residencia, las UMAP, las misiones internacionalistas de tipo civil o militar. Sanar estos daños llevará varias generaciones.

En los últimos años, hasta nuestros días, han surgido viejas y nuevas propuestas, venidas de fuera, como para presionar al régimen de la Isla que pueden, al mismo tiempo, perjudicar a las familias cubanas, las de adentro y las que viven en la Diáspora. Un viejo aforismo, incumplido en todo tiempo y circunstancias, se mantiene vigente: el fin no justifica los medios. En cualquier caso, sea familiar, educacional, económico, político o religioso, no vale todo. Pueden haber altos fines, buenísima intención, sana voluntad para alcanzar una meta justa y necesaria, pero esto no debe ser una justificación para utilizar cualquier medio. Quisiera mencionar solo algunos: los viajes familiares que constituyen un derecho para todos, especialmente para los miembros de la familia y que no debe ser violado ni por gobiernos de aquí y de allá, ni por organizaciones de la sociedad civil de cualquier lado. Otro aspecto es la ayuda familiar en forma de remesas, envíos de alimentos y medicinas, que han paliado durante más de medio siglo a los que viven dentro de la Isla y son víctimas del sistema. A nadie, o a casi nadie, se le ocurriría dejar de pagar sus impuestos en cualquier país del mundo, porque los que van a administrar el presupuesto del Estado son de un partido contrario al suyo. Las opciones políticas no deben estar por encima de los lazos familiares.

Un ambiente de libertad y responsabilidad debe ayudar al discernimiento de cada familia ante estas propuestas. Todas las opciones políticas pacíficas merecen respeto. Y también debe merecer nuestro respeto que haya familias cubanas que opten por poner los lazos familiares por encima de medidas políticas, por ser la familia una prioridad asumida y por no utilizar medios semejantes a los que usan los sistemas que se quieren presionar.

El respeto a las diferentes opciones personales, familiares y grupales, es un principio básico e indispensable de la democracia que deseamos para Cuba. Debemos exigir ese respeto de parte de los gobiernos y también de parte de partidos, grupos o personas que desean como la mayoría de los cubanos vivir en libertad y construir una democracia de verdad. Nadie debe ser condenado por sus opciones personales o familiares, ni por unos ni por otros.

Así avanzaremos con mayor madurez hacia la libertad, la democracia y la felicidad de todas las familias cubanas.

El Papa san Juan Pablo II expresó de una forma diáfana y sintética la importancia de la familia en su visita a Cuba en 1998:

 “¡Cuba: cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere. 

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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