Max Weber realiza la distinción clásica entre vivir “para” la política y vivir “de” la política, lo que está relacionado también con su clasificación de los políticos en ocasionales, semiprofesionales y los verdaderos políticos profesionales. Respondiendo a la primera categoría (de políticos ocasionales) podemos decir que aquí nos ubicamos todos porque, inevitablemente, estamos relacionados unas veces activa y otras pasivamente, con los sucesos políticos, ya sea al proyectarnos sobre todo aquello que nos afecta, con nuestro voto, mediante la aceptación o no de un discurso político, la participación en una campaña, etc. Ello confirma que el ser humano está en constante relación con la política, con las instituciones y de esa interrelación se deriva un rol social. Los políticos semiprofesionales son aquellos que dentro de una organización política desempeñan un papel determinado sin vivir ni material ni espiritualmente de esa función pública; mientras que la política como profesión es vista desde la óptica de aquellos que se dedican a ella como un vía para obtener ingresos, es decir, como un trabajo más, o desde la posición de vivir para ella sin depender de los ingresos que se puedan obtener (vocación política).
Ante este dilema, o mejor dicho, el conflicto perenne de la actividad política, la capacidad de liderazgo que algunos refieren innata, otros adquirida durante el ejercicio del trabajo en equipo y las relaciones humanas para lograr el bien colectivo, es un factor esencial para diferenciar entre un buen político y un político mediocre. Refugiarse en las instituciones, en los partidos políticos que representan, está más ligado a la visión de la política como profesión basada en el ideal de que la empresa política genera ingresos y seguros regulares, o como una carrera en ascenso para alcanzar una meta, un puesto, un reconocimiento. “La vinculación a los puestos (políticos) está en relación con los costes de entrada y con la inversión desarrollada en esa actividad. Con el paso del tiempo resulta difícilmente posible hacer otra cosa. El oficio político no solo ofrece retribuciones simbólicas y narcisistas (sentimiento de grandeza, autoestima, consideración, capacidades de seducción)… Incluye también ventajas materiales no despreciables que explican las cerradas luchas políticas y la perseverancia de los elegidos para permanecer en esa actividad”1, y cuando este sentimiento es el que prima, la evaluación del desempeño no resulta efectiva y se traduce en consecuencias negativas para la sociedad que se intenta conducir por la senda del progreso y la paz.
La política entendida como vocación está mayormente relacionada con los rasgos de la personalidad, su carisma, su capacidad de influir en las demás personas, y su ambición, peo en el sentido de la mejoría de las condiciones económicas, políticas y sociales del grupo que represente. “Vive para la política quien la convierte en el centro de gravedad de su existencia, “hace de ello su vida en un sentido íntimo”, ya sea disfrutando del ejercicio del poder logrado, desarrollando su programa, u obteniendo la tranquilidad de conciencia que otorga poner la vida al servicio de una causa que le transciende”.2
Sobre este particular del liderazgo como elemento diferenciador de la política por vocación o profesión, me gustaría sugerir la lectura de “Liderazgo. El poder de la inteligencia emocional”3 de Daniel Goleman, quien nos propone algunos rasgos de la conciencia social para evaluar a un buen político. Entre ellos destacan los aspectos de la conciencia social (la empatía, la conciencia organizativa, la voluntad para el servicio); y de la gestión de las relaciones humanas e institucionales (la inspiración, la comunicación con los demás, la capacidad para impulsar el cambio, la destreza en la resolución de conflictos y el trabajo en equipo).
- Referencias
- [1] Lefevbre, R. (2017). “La politique estelle un vrai métier?” Le Monde, Idées, 10 de junio de 2017.
- [1] Abadía, L. (2018). La política como vocación. La Tribuna, 30 de marzo de 2017.
- [1] Goleman, D. (2013). Liderazgo. El poder de la inteligencia emocional. p. 143-148.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.