El rescate de la memoria histórica, entendido como un juicio ético donde predomine la triada verdad, justicia y reconciliación debe reconocer que “cada generación tiene derecho a escribir su propia historia, solo le reconocemos el derecho a acomodar los acontecimientos según su propia perspectiva, pero no el de alterar la materia objetiva misma”. La verdad tiene que ser imparcial, de este requisito depende la calidad de los criterios, juicios y finalmente de la acciones políticas. En el caso del totalitarismo “la verdad de hecho no es más evidente que la opinión, y esto ha de estar entre las razones por las que quienes sustentan opiniones encuentran relativamente fácil desacreditar esta verdad como si se tratara de una opinión más” (Arendt, 1961). Esta última (la desacreditación) se ha convertido en un recurso a mano para quienes desde la violación de la ley, permean ideológicamente todas las estructuras e instituciones, e imponen como delito la discrepancia. Es que la verdad, en su relación con la política, tiene objetivos muy bien definidos, entre ellos, y de los más importantes, la búsqueda del Bien Común. “…Todos los miembros de la comunidad deben participar en el bien común por razón de su propia naturaleza… Por este motivo, los gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el bien común redunde en provecho de todos, sin preferencia por persona o grupo social determinado… no se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, porque está constituida para el bien común de todos” (Carta Encíclica de san Juan XXIII, Pacem in terris. 1963. No. 56).
La nación es la comunidad de personas diversas y únicas, que tienen en común una historia-raíz de donde alimentan su presente y su futuro. Esta comunidad tiene el deber cívico de participar en la vida política de la sociedad donde le ha correspondido entronizarse. Es una alta responsabilidad ciudadana “volver nuestra atención al fenómeno relativamente reciente de la manipulación masiva de hechos y opiniones, como se hizo evidente en la tarea de volver a escribir la historia, en la elaboración de la imagen y en la política gubernamental concreta” (Arendt, 1961).
Implicaciones de la controversia entre verdad y política, y el buen uso de las ideologías
“La historia contemporánea está llena de ejemplos en los que quienes dicen la verdad factual se consideraban más peligrosos e incluso más hostiles que los opositores mismos” (Arendt, 1961) y esto es visto como consecuencia de los autoritarismos y/o totalitarismos que generan un fuerte movimiento disidente en todas las esferas: desde la cultura, la educación, la salud, la economía, hasta la proyección abierta de quienes desde los partidos políticos independientes intentan establecer alternativas a lo establecido.
En el afán de esconder la verdad histórica, no solo se ofrecen discursos plagados de mentiras, o de verdades a medias, sino que “los sistemas relativamente cerrados de los gobiernos totalitarios y las dictaduras de partido único son, con gran diferencia, las entidades más eficaces para proteger las ideologías y las imágenes del impacto de la realidad y de la verdad” (Arendt, 1961).
La imposición de una única ideología desata esa destrucción de evidencias para reescribir la historia, comenzar con un lenguaje donde la humanidad se divide en dos bandos de buenos y malos, y el discurso político se plaga de demagogia, falsas promesas y ataques. Se trata del surgimiento de los populismos.
Una ideología absoluta y absolutizadora, “no reconoce a nada por encima de ella, ni siquiera a la religión o a la ética, porque se inspira en el ateísmo y pretende conseguir una filosofía situándose por encima de ella, para acabar en una visión integral del mundo” (Arón, 1962: 262). Esto significa que se impone una única verdad política, se enmascara la particularidad de cada situación, es decir, sus especificidades que le dan la peculiaridad y el valor propio, con una visión generalizadora que convierte lo singular en masa y limita la producción de pensamiento individual.
En Cuba, donde existe el monopartidismo, donde se expresan las ventajas del Partido Único, el Partido Comunista, en relación con el deseo ciudadano expresado desde los grupos de trabajo de la sociedad civil independiente y de los partidos políticos que se han organizado al margen del oficialismo, se pone de manifiesto que “todos los partidos invocan ideologías, que tienden a desfigurar los objetivos propuestos, al ligarlos a valores sublimes” (Arón, 1962: 261).
La búsqueda de la verdad, desde la política y todos los ámbitos de desarrollo personal puede resultar en una salida viable a los problemas sociales de la ciencia, el desarrollo y el arte de gobernar las naciones.
En el proceso de concientización de la persona humana, resulta esencial el empoderamiento ciudadano para responder a los desafíos contemporáneos. Es urgente y necesario dejar a un lado la anomia social, y hacer uso de la participación política porque: mientras “seguimos inconscientes del verdadero contenido de la vida política, de la alegría y la gratificación que nacen de estar en compañía de nuestros iguales, de actuar en conjunto y aparecer en público, de insertarnos en el mundo de palabra y obra, para adquirir y sustentar nuestra identidad personal y para empezar algo nuevo por completo” (Arendt, 1961), otros tomarán las decisiones por nosotros. Nos seguirán imponiendo ideologías que coartan las libertades fundamentales, el derecho natural y sobre todo, que limitan la verdad como base de la esencia humana, en su relación con la política, la economía y todos los sectores de desarrollo humano.
Referencias
- Arendt, H. (1961). “Verdad y política”. En Entre el pasado y el futuro. pp. 239-277.
- Arón, R. (1962). La ideología, base esencial de la acción. En Las ideologías y sus aplicaciones en el siglo XX. pp. 259-285.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.