LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: INSPIRACIÓN, ETICIDAD Y DESAFÍOS PARA EL FUTURO DE CUBA

V SEMANA SOCIAL CATÓLICA

MIAMI. 10 febrero 2018

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: INSPIRACIÓN, ETICIDAD Y DESAFÍOS PARA EL FUTURO DE CUBA.

Conferencia de Dagoberto Valdés Hernández, Director del Centro de Estudios Convivencia

 

SUMARIO

I. La Doctrina Social de la Iglesia, parte esencial e imprescindible del anuncio y vivencia del Evangelio.

 II. El humanismo integral y solidario: inspiración, justificación y finalidad del diálogo social en Cuba.

    • La persona humana
    • Los derechos humanos
    • La dignidad plena del hombre
    • Diez fibras para el arte de tejer diálogo desde el humanismo cristiano en Cuba hoy

III. Una mística que inspire y mueva nuestras vidas y proyectos: La acción liberadora de Dios en Cuba: historia, presente y porvenir.

  • Historia y Encarnación
  • Presente y Liberación
  • Futuro y Renovación

IV. Hacia una eticidad en los procesos de cambios y proyectos futuros en Cuba: 5 principios y 4 valores.

  • La búsqueda del bien común en Cuba
  • El destino universal de los bienes, propiedad y lucha contra la pobreza en Cuba
  • La subsidiaridad en el futuro de Cuba: el ciudadano, la sociedad civil y el Estado
  • La participación cívica y la democracia en Cuba: tradición, fallas y reconstrucción
  • La solidaridad, la virtud y el amor en la reconstrucción ética y la visión de futuro
  • Cuatro valores: verdad, libertad, justicia y amor

 V. Traducir las enseñanzas sociales cristianas al lenguaje cívico, la visión y las propuestas de futuro.

  • La economía en Cuba a corto, mediano y largo plazo: visión estratégica y propuestas
  • Un nuevo marco jurídico para Cuba: visión constitucional y propuestas de ley
  • La cultura cubana: alma de toda visión y propuesta de futuro
  • La educación en el futuro de Cuba: humanismo integral, visión estratégica y proyectos educativos
  • La DSI en otros sectores de la sociedad cubana del presente y el futuro

VI. La Doctrina Social de la Iglesia, un reto a la coherencia de la Iglesia en Cuba y en el mundo.

  • Inculturación de la fe en Cuba: Varela, Martí, el ENEC y CRECED
  • La pastoral social y el profetismo en Cuba: de lo asistencial a lo cívico y político
  • La formación ética, cívica y política de los laicos en la base de toda obra educativa de la Iglesia
  • María de la Caridad, en el fiat, al pie de la cruz y en el Pentecostés de Cuba

 

Queridos hermanos y hermanas:

Deseo expresar mi gratitud por esta nueva invitación a la V Semana Social Católica de Miami. He tenido la alegría y el honor de haber participado en todas las Semanas, la primera vez desde Cuba con una grabación pues no me dieron permiso para venir y todas las demás con el don de venir a los pies del Santuario de la Virgen de la Caridad que une con su manto a toda la Nación con sus dos pulmones: la Isla y la Diáspora.

El tema que me han pedido los organizadores para mi conferencia es “La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en Cuba y para Cuba” con la que desearía complementar, si fuera posible, la encargada a mi hermano entrañable Nazario Vivero que tratará “La DSI en América Latina y EE.UU.”. Pudiera decir, que el tema de la Doctrina Social de la Iglesia ha sido parte esencial y prioritaria en mi vocación y misión como laico católico. Por tanto es desde mi experiencia, que les ofrezco este testimonio vivido, sufrido y gozado en y para la Isla amada. Más que teorizar, en el ejercicio de estos laboratorios de pensamiento que son y deben ser las Semanas Sociales, usaré el viejo y siempre actual método de ver, discernir y actuar, que coronaremos con el imprescindible orar. La guía, como debe ser, será el valioso y casi desconocido Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI), sueño y proyecto del inolvidable San Juan Pablo II, a cuya realización tuve la gracia y el inmerecido honor de contribuir modestamente cuando era miembro pleno del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Este Consejo le presentó al Santo Padre el borrador de tan valioso “Catecismo del Evangelio Social de Jesús”, como el mismo Pontífice le gustaba llamarle al Compendio. 

I. La Doctrina Social de la Iglesia, parte esencial e imprescindible del anuncio y vivencia del Evangelio.

La primera realidad de la que quisiera partir es la del desconocimiento y error teológico en que permanecen, con frecuencia, nuestras comunidades en la Isla y en la Diáspora: incluyendo a obispos, sacerdotes, religiosos(as) y, sobre todo, los mismos laicos. Quizás el más grave de los errores es considerar a la DSI como un elemento opcional de nuestra vida cristiana, o como una de las muchas pastorales de la Iglesia en las que podemos participar o no, según nuestros carismas. No mencionaré a aquellos que sufren de un analfabetismo religioso y consideran que cuando la Iglesia estudia, promueve o aplica la DSI “se está metiendo en política”, ni a los que confundiendo la gimnasia con la magnesia intentan manipular con espíritu partidista esta parte del Evangelio de Cristo que, como todas las enseñanzas del Maestro de Nazaret, son para todos, sin excepción ni exclusiones.

Así lo presenta el Compendio:

“El cristiano sabe que puede encontrar en la Doctrina Social de la Iglesia los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario. Difundir esta doctrina constituye, por tanto, una verdadera prioridad pastoral, para que las personas, iluminadas por ella, sean capaces de interpretar la realidad de hoy y de buscar caminos apropiados para la acción: «La enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia» (Sollicitudo rei sociales, 41)” (CDSI, 7).

Aquí también se especifica qué podemos encontrar en la DSI, que no son solamente “principios” y motivos de “reflexión” sino “criterios de juicio” para que podamos discernir lo que en la vida social, económica y política, es coherente con el Evangelio de Jesús y lo que no, de modo que el “todo vale” y la defensa de una ideología o de un partido no sean puestos por los fieles cristianos por encima de la persona y de las personas, comunidades y naciones. Ninguna ideología puede ser validada como DSI, pero la DSI puede y debe servir para discernir qué aspectos de esa ideología o del pragmatismo político son coherentes con el Evangelio de Cristo. Para eso sirve la DSI. Además podemos encontrar “directrices”, es decir, líneas de acción o sentido y dirección para nuestra acción política, social, cultural, económica, familiar. No se trata de un recetario, se trata de un GPS universal para que no perdamos el camino, ni induzcamos a otros en la dirección contraria del Evangelio, es decir, de la buena noticia de la dignidad de la persona humana, de su redención liberadora, de sus derechos, de sus deberes, de su vocación a la fe, la esperanza y el amor, en fin, a la santidad.

El estudio de la DSI y su aplicación en nuestra vida personal, familiar y social, es como caminar “por el filo de una navaja”, lo fue para el mismo Jesús, tentado y puesto a prueba con trampas y persecución, pero tenemos la asistencia del Espíritu Santo y la comunión de la Iglesia, la comunidad de hermanos que nos acompaña, sostiene, alimenta e ilumina en nuestros discernimientos muchas veces agónicos y equilibristas. No por gusto el mismo Martí, que en muchas de sus escritos y obras inculturó el Evangelio de la virtud y del amor, dijo: “Cuba es agonía y deber”.

En ese arduo y espinoso discernimiento en comunidad, que es la mejor forma de trascender nuestras subjetividades y subterráneas intenciones de las que Santa Teresa dijo: “No hay intenciones puras”, en ese ejercicio de escogencia y docilidad al Espíritu, el Compendio de la DSI, como el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el Magisterio eclesial, son subsidios accesibles y universales para ayudar al compromiso cotidiano de los cristianos, pastores y laicos.

Entonces, si la DSI forma parte inseparable del anuncio del Evangelio de Cristo, toda comunidad cristiana, en su actuar, por su vocación y misión de ser “luz, sal y fermento” en medio del mundo en que vive, tiene el deber y la responsabilidad ineludible de incluir a la DSI en sus proyectos pastorales de formación, en sus servicios de acción católica y debe acompañar sin exclusión, ni discriminación a todos los fieles laicos en su misión familiar, política y económica, de inculturación del Evangelio en todos los ambientes sociales.

Argumentar que “lo político y social no es lo mío”, es por lo menos un pecado de omisión. Lo que no quiere decir que todo el mundo tiene que ejercer de “político” u optar por “una política partidista”, o lo que es peor, usar a la Iglesia para hacer proselitismo político en sus ámbitos. Los cristianos no estamos obligados a ejercer como políticos, pero sí a aportar nuestra visión, pensamiento, propuestas y críticas a la política como simples ciudadanos y esto sí forma parte de nuestra misión cristiana, sin la cual el Evangelio no pudiera llegar e iluminar todos los ambientes. Habría ambientes excluidos como “malos” o como “sucios”. Y para Jesús no hubo ambiente que no iluminara, intentara salvar o purificar en el amor: leprosos del alma y del cuerpo, endemoniados, prostitutas del cuerpo y del alma, cobradores de impuestos, fariseos, saduceos y publicanos, cambistas y militares, sumos sacerdotes y Poncio Pilatos, muertos del cuerpo y del espíritu. El Evangelio es una colección de acciones, palabras y gestos de Jesús en todos los ambientes. Y si Él los acogió y sanó, ¿quiénes somos nosotros, me refiero primero a los cristianos, para excluir, condenar o marginar, a personas, grupos o ambientes, países o culturas, como inaceptables?

Lo que haremos en lo adelante, en esta conferencia y en el mundo, es intentar discernir nuestras realidades en los dos pulmones de Cuba, a la luz de la DSI, siguiendo el itinerario recorrido por el Compendio de la DSI.  

II. El humanismo integral y solidario: inspiración, justificación y finalidad del diálogo social en Cuba.

El eje, el centro y el fin de todos los principios de reflexión, el fundamental y universal criterio de juicio y el valor clave para las acciones de los cristianos es la persona humana: su dignidad plena, su libertad y sus libertades, sus derechos y deberes, su trascendencia, es decir, su desarrollo pleno, integral y solidario.

En Cuba, hoy día, la primacía de la persona humana sufre de una escala de valores trastocada. El poder no es para servir a la persona, sino que al ciudadano se le considera al servicio del poder, de este mismo modo, la persona, y toda la sociedad, se conciben y se ponen en la práctica al servicio de las ideologías, la política, la economía, la cultura, e incluso en ocasiones, a la práctica religiosa.

El más profundo drama de la Cuba de hoy, origen de todas los demás lesiones personales y sociales, es el daño antropológico, es decir, la degeneración de la persona humana por la inversión o pérdida de valores, el miedo existencial, el materialismo práctico, el control totalitario del ciudadano por el Estado, la anomia social, la manipulación de los sentimientos, el debilitamiento de la voluntad, la vida en la mentira sistemática, la languidez de la espiritualidad, la decadencia y agotamiento del proyecto socio-político momificado en el pasado, entre otras formas del mismo mal intrínseco al modelo: el trastorno substancial del concepto de la persona humana, de su vocación, del sentido de su vida, de sus relaciones con los demás y de la trascendencia de su destino. La concepción sobre la persona humana del modelo en Cuba es la raíz de su decadencia, ineficacia y esterilidad.

La DSI nos presenta la buena noticia de Jesús para redimir a toda la persona humana y a todos los seres humanos. Este es el Evangelio sobre la persona humana: Toda persona es “imago Dei” (imagen de Dios) y además todo su ser y su existencia dice quién es Dios, como enseñaba San Ireneo: “Gloria Dei vivens homo”. Lo que equivale a decir, que todo hombre y mujer que vive en plenitud su dignidad, su vocación y sus relaciones, da gloria a Dios. En otras palabras: la gloria de Dios es el hombre que vive, y vive en plenitud. “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).

El Compendio de la DSI dedica todo su capítulo III a la persona humana, su dignidad y sus derechos. De este modo, queda bien claro el criterio de juicio o, como se gusta decir actualmente, el criterio fundamental para el discernimiento de toda acción personal, proyecto social, modelo económico o sistema político. Esa piedra angular para educar la razón, los sentimientos, la voluntad y la capacidad de discernimiento de toda persona humana y muy especialmente, de los cristianos, es la siguiente pregunta:

¿Esta actuación personal o grupal respeta la dignidad y los derechos de toda persona humana?

Y también:

¿Este proyecto social, modelo económico, sistema político, credo religioso, respeta la dignidad y los derechos de toda persona humana?

Considero que dada la falta de educación ética y cívica de la inmensa mayoría de los cubanos, en la Isla y en la Diáspora; dada la dispersión de proyectos e iniciativas, propias de la diversificación de la sociedad civil y la pluralidad de opciones, características ambas del largo camino hacia la libertad, tengo la experiencia de que lo primero y principal de este proceso y de la misión de los cristianos es ir a lo esencial, a la raíz de la problemática, a la eticidad de las escogencias, para poder hacer un sano discernimiento de actitudes y proyectos.

De hecho, he escuchado aseveraciones muy cubanas, en ambos pulmones, como estas: “La única salida es…”, “esta persona que tiene otra opción está totalmente equivocada…”, “quien no escoge la línea que yo considero correcta, está al servicio del enemigo…”. Teniendo esta realidad en cuenta, se hace necesario y urgente trascender de nuestras subjetividades, que no tienen porque ser erróneas y contrastarlas con otras “verdades” a la luz de los criterios de juicio que nos ofrece la DSI.

Así lo propone el Compendio de la DSI:

“La exposición de los principios de la Doctrina Social pretende sugerir un método orgánico en la búsqueda de soluciones a los problemas, para que el discernimiento, el juicio y las opciones respondan a la realidad y para que la solidaridad y la esperanza puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales. Los principios se exigen y se iluminan mutuamente, ya que son una expresión de la antropología cristiana (CA,55) fruto de la Revelación del amor que Dios tiene por la persona humana.”

Deseo destacar la sugerencia de concebir un “método orgánico” para buscar soluciones, discernimiento y opciones y no solo principios aislados, citas que justifiquen actuaciones o adorno de nuestras conferencias, se trata de que especialmente los laicos cristianos creemos un método para la aplicación de la DSI a nuestras realidades y que ese método no sea sobre temas aislados, ni sobre situaciones puntuales, ni sobre algunos ambientes sí y otros no. Es necesario ser “orgánicos”, lo que equivaldría a decir, ser holísticos, buscar una visión integral e integradora, un corpus coherente y estratégico, unas propuestas incluyentes y plurales.

En la práctica, existen diversos proyectos que tienen como vocación y misión aplicar la DSI con un “método orgánico” para ir edificando una visión global sobre la sociedad y un cuerpo de pensamiento y propuestas inspirados en el humanismo cristiano. Entre las obras que tratan de poner en práctica esa recomendación de la DSI podemos citar: las Semanas Sociales Católicas, a las que San Juan Pablo II llamó “laboratorios sociales”, los centros de estudios, las universidades, los Itinerarios de Pensamiento y Propuestas para Cuba, como el que organiza el Centro de Estudios Convivencia (CEC) entre los dos pulmones: Isla y Diáspora. Ese Itinerario de Pensamiento para Cuba ya cuenta con 6 Informes orgánicos que conforman un corpus coherente de visión, objetivos, estrategias y acciones propuestas para los sectores que más impactan en la sociedad cubana: Economía, Marco Jurídico, Cultura, Educación, Medios de Comunicación y Agricultura. Puede descargarlos íntegros en www.centroconvivencia.org/Propuestas.  

La importancia medular y estratégica de estos estudios para vislumbrar y prever la Nación que soñamos para después de los procesos de transición, es una necesidad histórica insoslayable, una urgencia cívica que nos apremia, una obra de medicina preventiva, un camino de santidad para los cristianos y un proyecto de inmenso amor concreto a la Patria. Personalmente, tengo y comparto con ustedes, mi profunda convicción de que vale la pena entregar toda la vida a esta labor de prevención, ideación y fecundación de la República nueva que anhelamos y cuyos cimientos estén construidos por el Amor y la Virtud que colocaron en el alma cubana Varela y Martí.

El CDSI nos ofrece, además, en su capítulo III, una guía para el discernimiento y la evaluación de este primer fundamento de la vida social que es la persona humana. Lo esbozo en forma de cuestionamientos:

1. La unidad de la persona y su apertura a la trascendencia (cf. CDSI, 127-134):

¿El ambiente social, económico y político en Cuba, Isla y Diáspora, está contribuyendo a la unidad de la persona humana en su totalidad: alma y cuerpo; inmanencia y trascendencia; pensamiento, sentimiento, voluntad, corporalidad, actitudes, acciones y espiritualidad, o por el contrario, nuestras formas de vida cotidiana inducen a una esquizofrenia que despersonaliza, a una incoherencia amoral que corrompe y a una desintegración social que desarraiga? ¿Qué hacer como cristianos?

2. La libertad de la persona, el valor y los límites de la libertad y el vínculo de la libertad con la verdad y la ley natural (cf. CDSI, 135-143):

¿El ambiente social, económico y político en Cuba, Isla y Diáspora, está contribuyendo al ejercicio de la libertad interior de la persona del cubano, o por el contrario, el control social, el miedo y las leyes coartan y oprimen esa libertad de discernimiento y escogencia espiritual? ¿Reconoce, educa y promueven los ambientes, la sociedad civil y el Estado, el valor de las libertades civiles y políticas, económicas, sociales y culturales de toda persona? Se respeta en Cuba, Isla y Diáspora, aquella enseñanza de Jesús que dice: “La verdad os hará libres” (Juan 8,32) o se propicia un ambiente en que se rompe cotidianamente el sagrado vínculo entre la libertad, la verdad y la ley natural, inscritos desde siempre en lo más profundo del alma humana? ¿Qué hacer como cristianos?

3. La igual dignidad de todas las personas (cf. CDSI, 144-148):

¿El ambiente social, económico y político en Cuba, Isla y Diáspora, está contribuyendo a la igual dignidad de toda persona humana tal como dice la DSI: «Dios no hace acepción de personas» (Hch 10,34), porque todos los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza. La Encarnación del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas en cuanto a dignidad: «Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Ga 3,28). Puesto que en el rostro de cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios, la dignidad de todo hombre ante Dios es el fundamento de la dignidad del hombre ante los demás hombres. Esto es, además, el fundamento último de la radical igualdad y fraternidad entre los hombres, independientemente de su raza, Nación, sexo, origen, cultura y clase.” (CDSI, 144), o por el contrario, nuestras relaciones interpersonales están viciadas por los criterios políticos, o por la posición económica o por el estatus social… calificando y descalificando la dignidad de nuestros compatriotas y de los ciudadanos de cualquier nación? ¿Qué hacer como cristianos?

 4. La sociabilidad humana y los derechos humanos (cf. CDSI,149-159):

¿El ambiente social, económico y político en Cuba, Isla y Diáspora, está contribuyendo el carácter sociable inherente a la condición humana y al respeto, educación y defensa de todos los derechos humanos y deberes cívicos para todos, o por el contrario, nuestros ambientes inducen cada vez más al individualismo, a la cultura del “sálvese el que pueda”, al irrespeto en la letra de nuestra leyes o en la práctica familiar, social, política y económica de todos los derechos y deberes humanos para todos sin distinción, dada la raigal igualdad de los seres humanos ante Dios y ante la Ley? ¿Qué hacer como cristianos?

Quizá estas cuatro columnas que garantizan la plena dignidad, libertad y desarrollo de toda persona humana, sujeto, principio y fin de toda organización y acción social, pudieran ayudarnos en la formación de los laicos, sacerdotes y religiosas así como en la orientación y actuación de nuestros proyectos cívicos y religiosos. Nuestra experiencia por más de 40 años nos impulsa a recomendar este tipo de reflexión en nuestros grupos y comunidades cristianas e incluso en grupos y ambientes más abiertos de la sociedad.

En cuanto a nuestra interacción con la sociedad, especialmente con los demás grupos de la sociedad civil y con el Estado, sabemos que la DSI nos propone el diálogo civilizado, equilibrado y sistemático como el mejor camino para la participación social, las transformaciones políticas y la convivencia pacífica. Les propongo este decálogo de fuentes inspiradoras para el diálogo interpersonal y social en Cuba, y entre sus dos pulmones inseparables, Isla y Diáspora:

a. Diez fibras para el arte de tejer diálogo desde el humanismo cristiano en Cuba hoy.

1. “Imago Dei”. La verdad sobre el hombre: El primer componente que es el fundamento y la base de todos los demás es la dignidad que todo hombre y mujer tiene por haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios”[1]. En Cuba, solo creyendo que “la persona humana es el centro, el sujeto y el fin de toda obra social”[2] como expresa el Concilio, es posible establecer un diálogo serio y perdurable. Primero un Diálogo interior en que cada persona reconoce su propia dignidad, respete y promueva su subjetividad que las sociedades totalitarias y materialistas intentan desconocer o subvalorar, y es capaz de “entrar en comunión con otras personas y está llamado a una alianza con su Creador”.[3] En las sociedades materialistas el “hombre nuevo” resulta ser el hombre banalizado-manipulado-desconectado-en fuga y solo puede encontrarse y encontrar a los demás entrando en un diálogo interior[4] para poder reconocer la impronta trascendente que lo hace templo de Espíritu Santo[5]

2. “¿Dónde está tu hermano?”[6] El segundo rasgo para un diálogo auténtico es escuchar esta primigenia y perenne interrogante de Dios en el principio. Para no encerrarse en su ego y no convertir el diálogo interior en narcisismo, la persona humana debe hacerse cargo de que “todo hombre es mi hermano” como decía el beato Pablo VI. De ahí se desprende “el deber de cuidar”, que según el Papa emérito Benedicto XVI en la ONU tienen los Estados y las personas entre sí[7]. Ese deber de cuidar de mi hermano incluye el respeto a la pluralidad sana y a la diversidad, la inclusión, los derechos humanos y los deberes cívicos y la participación democrática. Es el principio del Diálogo interpersonal, de la intercesión de Abraham que regatea con Dios a favor de su pueblo que ha caído en el pecado y la perseverante respuesta de Dios: “Por unos justos no destruiré a mi pueblo”[8]. En Cuba debemos creer en el poder de intercesión de las minorías, en que a pesar de todo y del daño antropológico que sufre nuestro pueblo, por el resto fiel que ha perseverado durante casi 60 años, Dios salvará a nuestra Nación.

3. “Veritatis splendor”[9]. La búsqueda del esplendor de la verdad es la tercera fibra del delicado tejido del diálogo. En efecto, una vez reconocida la primigenia dignidad del hombre y respondida la exigencia de que somos corresponsables de nuestros hermanos, comienza el camino compartido en busca de la luz de la Verdad, cuyo primer resplandor es esa imago Dei y cuya segunda estación de luz es reconocer la de todos los hombres. En Cuba es necesario fomentar la búsqueda de la Verdad, que existe más allá de nuestras pequeñas verdades subjetivas, puede sanar nuestra tendencia al relativismo moral y a lo que el Papa Francisco enseña como “la mundanidad que nos pudre”. Las sociedades pos totalitarias deben emprender este sinuoso camino para salir del marasmo ético que pudre la bondad, la belleza y la verdad sobre el hombre.

4. “La justicia y la paz se besan”[10]. He aquí la cuarta estación para construir un diálogo desde el humanismo cristiano: en sociedades secularizadas es necesario acudir a la ley natural cuyo referente es para los creyentes la huella de la justicia y la misericordia que residen en el corazón de Dios. En Cuba, sabemos que la paz es obra de la justicia y que en una sociedad sin un sistema jurídico independiente es muy difícil que la justicia y la paz se besen. El Centro de Estudios Convivencia (CEC) propone en uno de sus estudios un paquete de 45 proyectos de ley en ámbito estructural, económico, para el desarrollo de la sociedad civil y para el desarrollo humano integral (Cf. centroconvivencia.org/propuestas) El Diálogo económico entre el destino universal y la propiedad privada, entre el Estado y el mercado, para corregir la primacía de la persona sobre el trabajo y de estos dos sobre el capital. Un sistema económico ineficiente, cerrado y subsidiado por otros es un serio obstáculo para el diálogo y la paz social. El CEC también propone en uno de sus estudios, posibles salidas hacia un modelo de economía social de mercado (Cf. www.centroconvivencia.org/propuestas).

5. “No hay libertad sin solidaridad”[11]. El quinto paso es la búsqueda de la libertad entendida como el buen uso del libre albedrío que tenemos los hijos de Dios. El Papa Benedicto expresó en Cuba: “Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla.”[12] Un diálogo honesto debe respetar todos los grados de libertad interior, libertades civiles y políticas, económicas, sociales y culturales como establecen los Pactos Internacionales de la ONU. En este sentido en Cuba debemos asumir que la libertad y la responsabilidad son las dos caras de una misma moneda y que el protagonismo de la sociedad civil ante el Estado y el Mercado y como taller de diálogo es el nuevo nombre de la democracia y del Diálogo social.

6. “Dives in Misericordia”[13]. La sexta hebra del tejido del diálogo es la que le da al paño un tinte verdaderamente cristiano, en efecto, el cultivo del perdón y la reconciliación, es decir, el Diálogo razón-corazón, es la estación suprema del Diálogo interpersonal, familiar y social. En Cuba, luego de largas y sufridas décadas de intentar introyectar una dialéctica existencial de lucha de clases, de una llamada dictadura del proletariado, de un clima de confrontación con los enemigos externos e internos, descalificaciones mediáticas, actos de repudio, división de las familias y exilio, en una atmósfera de desconfianza y miedo ignoto, se hace necesario y urgente la educación en una cultura “dives in misericordia”, una cultura de la compasión y la magnanimidad. El corazón de Cuba debe parecerse cada vez más al corazón de Jesús.

7. “Amor y virtud”. El séptimo rasgo para dibujar un paisaje cubano de diálogo es recuperar nuestras verdaderas raíces culturales, aquellos valores explícitamente cristianos que son matriz y cuna de nuestra nacionalidad. El Diálogo intercultural hace posible el mutuo enriquecimiento entre tradición y renovación. Abandonar la tradición por el “snobismo” es cortar las raíces de las naciones y quemarlas al sol de hoy. Cerrarse a un sano “aggiornamento” es esterilizar la fecundidad y desgajar los retoños de la nación. El venerable Padre Félix Varela, padre de la cultura cubana y José Martí, el apóstol de nuestra independencia son, como Pedro y Pablo, las dos columnas de la cultura cubana. En Cuba, el arte de construir diálogo será imposible sin adherirnos a las “semillas del Verbo” que se mantienen latentes en el campo de la antropología cubana que pudieran resumirse recordando estas dos enseñanzas egregias. El Padre Varela, a quien Martí llamo “el santo cubano” desde el siglo XIX dejó en sus “Cartas a Elpidio”, piedra angular de la eticidad cubana, este aforismo: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad”. Martí, su continuador, trasvasó el mensaje evangélico en estas tres frases que constituyen la santísima trinidad de la matriz cristiana de nuestra cultura: La primacía de la persona humana: “Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”; 2. El perdón y la reconciliación: “cultivo una rosa blanca en junio como en enero/para el amigo sincero que me da su mano franca,/y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo/cardos ni ortigas cultivo,/cultivo una rosa blanca.” 3. La supremacía del amor: “Por el amor se ve, con el amor se ve, es el amor quien ve”. El amado Papa polaco decía: “El diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es un campo vital donde se juega el destino del mundo.”[14] Por tanto en Cuba, en Polonia y en todo el mundo, el diálogo en la búsqueda del bien común, el diálogo entre las raíces culturales del pasado y el proyecto de Nación hacia el futuro, sigue siendo un diálogo por la vida de las personas y las naciones. En él se debe enmarcar el Diálogo político entre el Estado con su misión de subsidiaridad y el ciudadano como soberano y “protagonista de su propia historia”.

8. “Den razón de vuestra esperanza”[15]. El octavo paso es la dimensión trascendente del diálogo. Lo sabemos en Cuba y en el mundo de hoy, cuando todo se cierra y casi todos ven a la violencia como única salida ante el empecinamiento del mal intrínseco, los cristianos y especialmente los laicos y educadores cristianos, debemos aportar a ese difícil arte de dialogar, lo que Pablo VI llamó “suplemento de alma”, ese recurso in extremis, ese sostén de nuestra perseverancia en hacer el bien y en reconocer la capacidad de todo ser humano y de cada nación de salvarse gracias a la misericordia que es el hábitat del corazón de Dios, y también gracias a la “vida en la verdad” y en la bondad del resto fiel de esos pueblos. La verdad sobre Dios y el Diálogo con Dios: es la primera y la última instancia, la sede inconmovible de nuestra esperanza en que el diálogo en la verdad, la bondad, y la belleza tendrá la última palabra.

9. La verdadera libertad religiosa es la novena pincelada del arte de dialogar. Sin libertad religiosa plena el espíritu humano y el alma de la nación ven aherrojados todos los demás derechos y libertades. El Diálogo interreligioso es también camino del diálogo entre las culturas y los pueblos. Muchas de las guerras y de los ataques terroristas del mundo de hoy se deben a la falta de esta dimensión dialogal entre las religiones. En Cuba, y creo que en Polonia y en todo el mundo, el Diálogo entre ateos y creyentes, entre la concepción antropológica cristiana y los humanismos inmanentes, entre la decadencia de la condición humana y su capacidad de recuperación, es de trascendental importancia. En Cuba debemos perseverar sin desfallecer, cuando nos parezca que nada se mueve, en lo que José Martí enseñaba a su hijo: “Hijo, espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.”[16] Todo este caminar está íntimamente relacionado con el misterio de la Encarnación de Jesús, por el cual la verdad sobre la Iglesia y el hombre como su primer camino, nos regresa como el devenir de la noche y el día, al primer punto de este itinerario: la impronta de la imago Dei en todo lo creado y, eminentemente, en toda persona humana y en su Iglesia.

10. Diálogo: actitud, método y lenguaje. El último componente, pero no el menos importante de este sendero de diálogo es la aplicación práctica de todos los anteriores. En efecto, el desafío permanente de los discípulos de Cristo en la escuela del diálogo verdadero es convertir estas verdades de fe y estos fundamentos filosóficos en estilo de vida. Con frecuencia, vemos con cierta desconfianza los intentos de “diálogos” que se reducen a unas conversaciones bizantinas sin impacto en la vida, o en unas negociaciones interminables mientras miles sufren y mueren. Los dos pulmones de la única, diversa y culta Europa, desde sus penínsulas hasta el corazón de sus universidades, son un ejemplo de esto. Desde el Medio Oriente hasta la península de Corea, desde Cuba, Venezuela, toda América Latina hasta los Estados Unidos, nos encontramos con el “espanto” de que lo que se llama diálogo no ha llegado a traducirse en métodos eficaces para buscar la verdad sobre el hombre, sobre las culturas y sobre las naciones. No ha llegado a convertir el lenguaje y los signos en puentes de comunicación y mutuo enriquecimiento sino que, cada vez más, las relaciones interpersonales y hasta los medios de comunicación social, las tecnologías de la información y las redes sociales usan su ambivalente naturaleza para atacar, descalificar y banalizar la vida. Pero sobre todo el mayor desafío es que la cultura del diálogo trascienda métodos y lenguajes para convertirse en actitudes permanentes y en hábitat social.

III. Una mística que inspire y mueva nuestras vidas y proyectos: La acción liberadora de Dios en Cuba: historia, presente y porvenir.

Con mucha frecuencia, quizá demasiada, escucho a personas y grupos, con vocación más de profetas de la calamidad que de la esperanza, que parecieran creer más en los hombres y en los ídolos que en el verdadero y único Dios. La DSI nos invita, especialmente a los laicos, a ser profetas de la esperanza, mensajeros de la Buena Noticia de la Encarnación de Dios en nuestra condición humana, de la Liberación de esa naturaleza humana de su condición caída por el mal uso de su libertad congénita y de la Renovación sistemática de mentes, corazones y estructuras. Esta misión la inauguró y cumplió a plenitud Jesús de Nazaret con su encarnación, su redención y su regalo de resucitado: el Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra. De nuestra querida tierra cubana y del alma de la Nación.

Todo lo anterior, que es un resumen de la milenaria historia de la Salvación, constituye el núcleo teológico que ilumina y justifica el desarrollo de la DSI y su aplicación a los diferentes contextos histórico-sociales. Como se debería saber y transmitir mejor, la DSI forma parte del núcleo de la teología cristiana y muy específicamente del capítulo de Teología Moral, orientadora del actuar de cada persona humana en el hondón de su conciencia y en sus relaciones interpersonales, familiares, sociales, económicas, culturales, políticas e internacionales. Ningún sector de la vida humana, ninguno de los ambientes en los que se desarrolla escapa fuera de la luz y el influjo de la Encarnación, de la Redención y del Don del Espíritu de Jesús Resucitado. Ninguno. Cuba, su Isla y su Diáspora, no son una excepción. Valga la obviedad justificada por aquella repetida cantaleta de que Cuba es “distinta”, que eso no pasará porque somos “cubanos”, o esas interpretaciones y domesticaciones del Evangelio y su DSI para no ser “piedra de contradicción”.

Por tanto, la teología cristiana no solo trata tangencialmente las realidades temporales o alguna de ellas, sino que las ilumina, redime y fecunda a todas, desde dentro de ellas mismas por la acción, la oración y el testimonio de vida de los fieles cristianos. Se trata de una mística que inspire y mueva nuestra vida personal, nuestros proyectos y el alma de la nación.  Así lo dice el Papa san Juan Pablo II en una de sus Encíclicas de mayor vigencia para Cuba hoy, citada al principio del Primer capítulo del Compendio de la DSI:

«La dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana» (Centesimus annus, 55).

Destaco que dice que esta dimensión teológica (dígase el corpus de la DSI) es “necesaria”, no conveniente, ni útil. Y no solo para “interpretar” sino para “resolver” los actuales problemas de la convivencia humana. Esta cita bastaría para explicar y asumir el estudio, la aplicación y la acción que emana de la DSI por parte de cada uno de los discípulos de Cristo, encarnado, redentor y santificador, dicho con la fórmula de nuestro bautismo: “Yo te unjo con el Crisma de la Salvación para que entres a formar parte de Cristo, sacerdote, profeta y rey.” Eso somos y debemos ser sus seguidores cubanos en la Isla y en la Diáspora. Veamos cada una de las dimensiones de esta mística cristiana, verdadero dínamo del proceso de conversión-evangelización-santificación:

a. Historia y Encarnación: dinámica del compromiso y la inculturación.

Nuestra religión cristiana se diferencia sustancialmente de todas las demás, incluso de las primigenias mitologías. En todas ellas el ser humano debe ascender en busca de Dios inaccesible y terrible, o la persona debe vaciar su humanidad para ascender en purificación y asimilarse a la trascendencia, o el Absoluto se vale de semidioses para que sean los intermediarios entre la condición humana incapaz de acceder a Dios y Este que no “baja” a buscar a sus criaturas.

Sin embargo, por el inefable misterio de la Encarnación de Jesús, insuperablemente narrada en el Prólogo del Evangelio de san Juan, (Jn. 1, 1-18) y en la Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 5-11, la voluntad libérrima del Trascendente Absoluto ha tenido, desde la eternidad, la acción de “abajarse”, de acercarse, de encarnarse, para, como dice la oración de la Misa de Navidad: “Aquel que se dignó compartir su naturaleza divina con nuestra condición humana”.

De esta forma, Dios se hace hombre verdadero para devolver a la naturaleza humana la suprema dignidad de hijos de Dios. En la persona de Jesús, nacido de mujer, Dios entra en toda persona humana y en la historia de la humanidad. Ha sido su voluntad soberana, su estilo de relación, y su modus vivendi et operandi. De lo que se desprende que la vocación, la misión y el primer compromiso de los discípulos de Cristo es precisamente “encarnarse” en la naturaleza y en la historia humana.

Como dice el Concilio Vaticano II en su Constitución Gaudium et spes: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy” son los mismos de la Iglesia. “Nada humano le es ajeno” (G.S.1).

Por tanto, nada de lo que ocurrió, transcurre y ocurrirá en Cuba y en el mundo, puede ser ajeno para los cristianos, ningún ambiente, ni acontecimiento, ni transformación o novedad puede, ni debe, escapar al compromiso de los laicos según los carismas, el estado y la vocación de cada cual. La primera moción de esta mística es el seguimiento del proceso de encarnación-inculturación que vivió Jesús. Sin este primer dinamismo la “fuga mundi” y la fuga de Cuba, tanto el escapar de la Isla, como alienarse de trabajar por ella, apoyo efectivo, afectivo y orante, en la Diáspora, sin esta mística de encarnación-inculturación y compromiso eficaz, la fuga seguirá siendo imparable hasta que cese el totalitarismo que la provoca y la falta de espiritualidad y resiliencia para vivir inmersos y activos en ese ambiente asfixiante, “signo de cansancio y vejez”-como lo describía el beato Pablo VI.

El Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) y su complemento en la Diáspora, el CRECED, escogieron como una de las tres Exigencias Prioritarias en sus respectivas comunidades o pulmones: ser una Iglesia encarnada (cf. ENEC, 1123-1125). De este modo la Iglesia en Cuba, toda ella, en la Isla y en la Diáspora, fue fiel a esta primera dimensión del anuncio liberador de Jesucristo.   

La historia humana, pasado, presente y futuro, debe y puede ser transida del Espíritu de Cristo a través de la reflexión para aprender las lecciones del pasado, la acción transformadora del presente y el pensamiento, la visión y las propuestas para el futuro de Cuba y del mundo. El reto se puede traducir a este cuestionamiento:

¿El pasado de nuestra historia patria ha sido estudiado y asumido, con sus luces y sus sombras, para sacar de él las lecciones de la historia que pueden ayudarnos a vivir el presente y prever las potencialidades y peligros para el porvenir de Cuba? 

b. Presente y Redención: dinámica pascual del tránsito, el servicio y liberación.

Un segundo dinamismo de esa mística cristiana es vivir un sereno y permanente proceso de tránsito de la cruz a la resurrección en nuestras vidas y proyectos. La aplicación de la DSI en los momentos actuales de la vida de cada cubano y de la Nación entera, con sus dos pulmones, tiene su paradigma y su vía en el misterio de la cruz y la resurrección de su Maestro. Nuestro presente no podría ser entendido, sentido, vivido, aguantado y transformado sin la fuerza de aquel que supo convertir su debilidad humana en ofrenda divina, convertir su corazón traspasado en fuente de liberación de todo mal, y que supo convertir sus manos crucificadas, clavadas y atadas al madero de la cotidianidad en servicio sanador que lava los pies, lo pedestre de nuestra existencia inmersa en lo que Pablo llama “el combate de la fe”, el “he corrido hasta la meta”.

Al escenario pascual cubano del presente no le falta ninguno de los protagonistas de la pasión de Cristo: apóstoles que se duermen, discípulos que lo niegan, uno de los doce que lo traiciona, los Pilato que se lavan las manos porque la Iglesia no debe meterse en política, las mujeres que lloran sin saber por qué deben llorar, las verónicas que tratan de enjugar el rostro maltrecho de los que son llevados al Calvario, los soldados que ejecutan sin comprender su responsabilidad, la pequeña comunidad del resto fiel de los creyentes, los defraudados y escépticos de Emaús, y muchos más.

En este camino cubano que desafía todos los días a nuestra esperanza, debemos aprender a vivir en un espíritu de resiliencia, nombre moderno del misterio pascual: reaccionar como un resorte sobre la cruz de cada día para elevar cada vez más alta nuestra dignidad, nuestra existencia “de condiciones menos humanas a condiciones más humanas” como decía el Papa Pablo VI en la Populorum Progressio. En este camino valdría detenernos por unos momentos para revisar si, en nuestro compromiso cristiano estamos acercándonos a vivir según lo que pedimos en una Oración Colecta: “rechazar lo que es indigno de ese nombre y vivir lo que en él se significa.” Para esta revisión de vida personal y comunitaria podría servirnos esta interrogante:

¿El presente de Cuba, en la Isla y en la Diáspora, está siendo estudiado, asumido y servido para redimir sus sombras, liberar sus fuerzas positivas, aprender a vivir con resiliencia y así facilitar el tránsito pascual: muerte-vida nueva en todos los ambientes para ser “protagonistas de la vida personal y nacional” como nos invitó tres veces san Juan Pablo II en su inolvidable y vigente visita a Cuba, cuyo 20 aniversario estamos celebrando?

c. Futuro y Renovación: dinámica de la fecundación y el profetismo de “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

La acción liberadora de Dios en la historia de Cuba, en su presente y porvenir, alcanza su plenitud en la tercera dinámica con la que Jesús inauguró la labor evangelizadora de su Iglesia que se pudiera resumir en esa entrañable plegaria de los fieles cristianos al Espíritu de Cristo resucitado, al Espíritu del Amor Fecundo y Fecundante, cuando clamamos con toda nuestra alma: ¡Señor, envía tu Espíritu! ¡Que renueve la faz de la tierra! ¡De esta tierra cubana!

En efecto, la vivencia de la DSI no se reduce a una mirada al pasado, ni se limita a un análisis de la realidad presente. Si en verdad la historia es maestra de vida, solo lo puede ser para actuar el presente y prever el porvenir. Y si es verdad que el presente es el aquí y ahora de nuestras vidas, lo único que tenemos a mano, la oportunidad única que nos da Dios para “pasar haciendo el bien”, este presente no tendría dirección ni sentido si no lo vivimos oteando el horizonte, construyendo “el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura”.

El cristiano comparte con el resto de la humanidad la búsqueda insaciable de sentido de la que nos habla Viktor Frankl y san Agustín: “Señor has hecho nuestro corazón para ti y está inquieto y turbado hasta que no descanse en ti”. Pero esa búsqueda no es el laberinto sin sentido del nihilismo, ni la angustia existencial que desemboca en la nausea de vivir. Se trata de una vivificante dinámica de fecundación y de profetismo de “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

Un cristiano sin visión de futuro no es cristiano. Un servicio evangelizador sin propuestas de futuro no es cristiano. Un estudio de la DSI sin “mapeos” de futuro ni mirada holística que trace las rutas náuticas plurales para la navegación hacia “los cielos nuevos y la tierra nueva” no sirve para nada. Así de contundente, porque vivir el presente sin proyectos y sin rutas alternativas es simplemente un “sin vivir”. Luchar pacíficamente por los cambios en Cuba y en el mundo sin visión de futuro y estrategias flexibles y renovables de porvenir es dar palos al agua.

Por supuesto que no se trata de un materialismo histórico que obliga a un trazado confrontativo, utópico y excluyente, ni otros tipos de determinismos o voluntarismos totalitarios que “sueñan” con las utopías cerradas y globales, con construir “una torre que asalte al cielo” para terminar como en Babel. La DSI precisamente es un instrumento para la ideación verdaderamente dialéctica cristiana, para una dialógica entre las rutas éticas y los errores de toda obra humana, para la dinámica entre la visión y el pragmatismo. Se trata de crear comunidad de profetas y servidores, se trata de crear escuelas de pensamiento que fecunden las “semillas del Verbo” esparcidas por el viento en todos los ambientes humanos, se trata, en fin, de estar expectante para discernir con esa llama que se posa sobre nuestras cabezas en el cenáculo de la Patria y de la Iglesia, para que podamos “entendernos entre todos” aún cuando “cada cual hable en su propia lengua” política, económica, cultural o religiosa”. Se trata de transitar de Babel a Pentecostés, del presente de Cuba al futuro plural en que “quepamos todos” y de hacerlo caminando a tientas en la Isla y en la Diáspora, “como si viéramos al Invisible”.

Esta es la mística y el sentido con los que el Centro de Estudios Convivencia (CEC) (www.centroconvivencia.org) está realizando este Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba y el por qué quiere hacer este camino “con sus dos pulmones”, Isla y Diáspora, sin los cuáles la Nación cubana renquearía sin aliento hacia el porvenir. Creo que el “asma” nacional que ha provocado la hiperventilación de estas últimas décadas se debe al propósito del totalitarismo de dividirnos, de separarnos, de dejarnos con un sol pulmón, aquí o allá, para asfixiar las más altas aspiraciones de la Nación cubana y también depende de cada uno de nosotros que no acabamos de tomar conciencia de que Cuba sin los dos pulmones y sin compartir, en comunión activa, esta mística, no podrá avanzar hacia un futuro democrático, próspero y feliz.

Si cada iniciativa de la Isla provoca un alud de “eso es por gusto”, “aquello va a durar mil años”, “eso es hacerle el juego al gobierno” y si por allá, está el gobierno descalificando todo apoyo e iniciativa de la Diáspora, calificándola de “imperialista”, “mercenaria”, y otros epítetos, entonces vendrá el sofoco, el “asma” de la hiperventilación personal y mediática. En sociedades democráticas cada cual puede decir lo que quiera, el asunto es si vamos a decidir nuestras opciones a merced de cada bocanada, venga de de donde venga. Quizá lo mejor sería, hacer una opción personal y comunitaria en sintonía con la DSI, respetar las demás y aprender la convivencia pacífica sin violencia verbal, gestual o de otros tipos. Otro paso podría ser no solo respetar sino trabajar juntos en lo que se pueda y consensuar pensamiento y propuestas coherentes entre ambas orillas y salidas del mismo Evangelio. En este sentido quizá ayude hacernos esta pregunta sosegadamente:

¿El futuro de Cuba, con los respectivos roles de sus dos pulmones, está siendo estudiado, asumido y proyectado responsablemente, con pensamiento y propuestas consensuadas a la luz de la DSI o la inmediatez no nos deja tiempo ni sosiego para esta misión insoslayable y trascendente de “pensar Cuba”: los procesos de fecundación de “las semillas del Verbo” que perviven en cada cubano para crear o mejorar las “res novae” y la visión de cómo daremos a luz a “los cielos nuevos y la tierra nueva” que Cuba merece?

Hagamos un resumen de las primeras tres estaciones en el ascenso hacia esa “gracia de estado” que Dios regala pero que también es tarea que construye el compromiso cristiano en el mundo, según el Evangelio de Cristo:

  1. La primera estación es el reconocimiento de la primacía de la persona humana y su desarrollo humano integral, fundamento, principio y fin de todas las demás.
  2. La segunda estación es crear y preservar un hábitat dialógico para que la primacía de la persona y su crecimiento personal no se reduzca a un individualismo asfixiante, ni a nacionalismos amurallados, ni a dialécticas de lucha de clases que dividen y crispan a naciones enteras desintegrando en la violencia el tejido de la sociedad civil y desmantelando y deslegitimando las estructuras de las instituciones democráticas.
  3. La tercera estación es como el oxígeno, el soplo y la atmósfera para que la persona y el hábitat dialógico sean viables, estables y perseverantes: se trata de un perfil de espiritualidad, aún más, de una mística para que toda persona y toda sociedad “tengan vida y la tengan en abundancia”.

IV. Hacia una eticidad en los procesos de cambios y proyectos futuros en Cuba: 5 principios y 4 valores.

Dando un paso más en este itinerario sobre la aplicación del Evangelio social de Cristo en las condiciones de Cuba, Isla y Diáspora, podemos comenzar el descenso o inmersión del cristiano en la realidad temporal a la que somos enviados desde nuestro bautismo. Esa realidad para nosotros es, sobre todo, Cuba, la nación entera, y ella integrada en el mundo del que forma parte inseparable e interactuante.

La cuarta estación es asumir una eticidad de inspiración cristiana, y por tanto, autónoma y trascendente, que respete la libertad y la responsabilidad de cada persona y, al mismo tiempo, provoque un proceso de apertura, consciente y consentida, hacia el Absoluto Trascendente, en biunívoca relación paterno-filial-fraternal. El Papa emérito Benedicto XVI pronunció precisamente en Cuba esta enseñanza, quizá la de mayor calado y necesidad en un sistema totalitario en fase de desintegración: “Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla”.

Pues bien, a partir de ese don de la libertad personal, intrínseco de la naturaleza humana, cada ciudadano puede y debe hacer el trayecto existencial que va de la moral formulada a la moral vivida, para así con libertad y su inseparable responsabilidad, conformar su “ethos” personal y contribuir a la formación o enriquecimiento del “ethos” social.

Como sabemos una de las heridas del daño antropológico que ha producido el totalitarismo en Cuba durante 60 años es la crisis profunda de valores; otra herida es la pérdida de la virtud y de ellas se desprende la falta de civismo, la amoralidad y la despersonalización. Si definimos el Ethos como el “conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”.(RAE) entonces cada persona y nación, pueden y deben discernir, optar, purificar y cultivar su propia identidad sin camaleónicos relativismos morales, ni imposiciones heterónomas invasivas.

Las culturas relativistas o escuelas amorales de hoy, defienden con frecuencia, y difunden en los Medios y Redes sociales, un liberalismo moral del “todo vale” y del “nadie puede sentar cátedra, ni enseñar, ética y cívica”. Si bien es verdad, que nadie, y menos el Estado o las Iglesias, tienen derecho de imponer por la propaganda totalitaria ni por la fuerza, un código moral o una escuela ética determinada, ya que esto es prerrogativa soberana de cada persona y de cada comunidad, también es verdad que “todo” no vale, ni todas las actitudes “valen igual”. Existen escalas de valores que se han ido asentando, asumiendo libremente, lo que hoy se llama concienciando, es decir, integrando las conciencias bien formadas en la rectitud, la verdad y la certeza, sin doblez y sin máscaras.  

La ley natural, inscrita en la naturaleza humana, nosotros creemos que por el mismo Dios que nos ha hecho a “imagen y semejanza” de Él, ya era aceptada por los clásicos griegos cuando enseñaban que ethos significa: “predisposición para hacer el bien”; asimismo, de la misma raíz griega proviene la palabra ethikos (ἠθικός), que significa teoría de la vida. Esa “teoría de la vida” que el mundo de hoy acepta como significado profundo de la palabra “Ética”, tenía desde los clásicos por lo menos tres tipos o expresiones:

  • Areté. Virtud, bondad.
  • Eunoia. Bienquerencia y buena voluntad hacia la gente.
  • Frónesis. Habilidad práctica, saber anticiparse, conocimiento heredado de la experiencia.

Si hacemos, una apretada simbiosis entre estas tres expresiones de la filosofía clásica con las tres dinámicas de la mística que hemos propuesto en el acápite III, interrelacionadas con los tres misterios básicos de nuestra fe, entonces tendríamos las bases de una escuela ética de inspiración cristiana que podría esquematizarse de este modo muy básico y didáctico:

En los clásicos En el tiempo En el misterio cristiano En la mística actual
 Areté. Virtud, bondad.

 

En el devenir de la Historia Encarnación Compromiso-Inculturación. Fe en Dios hecho hombre y “en el mejoramiento humano y en la virtud” (José Martí)
Eunoia. Bienquerencia y buena voluntad hacia la gente.

 

En el aquí y ahora – presente Misterio Pascual: muerte y Resurrección-Redención Dinámica pascual del tránsito, la resiliencia, la liberación, la entrega y el servicio. Amor ágape.
Frónesis. Saber anticiparse, conocimiento heredado de la experiencia, aprender de la historia. Habilidad práctica para crear proyectos anticipatorios

 

En el futuro por venir:

inmanente y trascendente

Pentecostés: Don del Espíritu Santo, defensor, Intérprete que nos dará a entender todo, Luz para otear el horizonte. Renovación, capacidad creativa, previsora, capacidad de crear consenso y comunidad. Esperanza que no defrauda. Dinámica de fecundación y el profetismo de “los cielos nuevos y la tierra nueva”

Esta síntesis cristiana de la ética universal clásica, que ya hicieron en su tiempo especialmente san Agustín con la escuela platónica y santo Tomas de Aquino con la escuela aristotélica, nos toca a nosotros hoy, actualizarla, renovarla, pero sobre todo vivirla como fuente de “agua viva” que no solo “salta hasta la vida eterna” que es lo máximo, sino que incluso puede llegar a saciar nuestra sed temporal, y las sequias de este mundo que pasa. Es tarea de todos los cristianos, pero muy especialmente de los acompañantes espirituales y los intelectuales cristianos. Las Semanas Sociales Católicas, verdaderos “laboratorios de pensamiento” y los Centros de Estudios de inspiración cristiana tienen esta vocación y misión que da profundidad, coherencia, solidez y trascendencia a la vivencia de nuestra fe, a la entrega ardiente del Amor y a la visión futura que nos da la Esperanza.

Este esquema y la carne, tendones y espíritu que deben vivificarlo puede ser una buena guía para nuestros retiros espirituales y convivencias cristianas de jóvenes y adultos.

a.       Ética, sociología y política

Para Cuba, la que vive en la Isla y la que peregrina en la Diáspora, es muy importante “saber”, es decir, “saborear” el auténtico significado de los conceptos. La semántica y toda la semiótica son de urgencia vital, aun cuando no se les llame así o cuando no se dominen estas ciencias específicas, porque uno de los problemas derivados del totalitarismo es la manipulación de las palabras y la confusión de los conceptos. La ética, la moral, las costumbres son algunos de ellos. Y por supuesto en esos regímenes con vocación de “Gran Hermano” se vive permanentemente en un juicio de valor o en una mascarada de apariencias. Ambos vicios deben ser curados con el estudio y la vivencia de verdaderas escuelas de pensamiento ético.  Es por ello que, antes de pasar a enumerar los principios éticos generales que nos presenta la DSI,  me permito unas pocas citas conceptuales que me sabrán perdonar quienes las dominan:

En la filosofía clásica desde Homero se significa también el Ethos como “guarida, lugar donde habitan los animales”, o “morada, lugar donde habitan los hombres” de allí deriva el concepto de “moral”, “mores”, “morada”, que con frecuencia se confunde y se usa indistintamente con la de “ética”. Después, Aristóteles le otorga un segundo sentido a este ethos, entendiéndolo como “hábito”: carácter, conducta fija que va formando el hombre a lo largo de su existencia, o modo de ser derivado de la costumbre”. Los griegos entienden la ética como “una segunda naturaleza”. “Una creación genuina y necesaria del hombre desde el momento en que se organiza en sociedad” porque siente la necesidad apremiante de crear reglas para la regulación de su comportamiento y para modelar su carácter. En Sociología, la ética es el punto de partida de las ideas que conforman “el carácter de un sistema o escuela de pensamiento”. Es “el lugar o ámbito intelectual” desde donde se conforma una unidad teórica.

En la mística cristiana “no es bueno que el hombre esté solo”. Estamos llamados a vivir en comunidad familiar, grupal, eclesial, social. Nosotros no tenemos la concepción cerrada del “individuo” sino que creemos y promovemos la concepción de “persona” que trasciende el individualismo y establece la dimensión social de vida en comunidad. La misma esencia de Dios a cuya imagen hemos sido creados, “Imago Dei”, nos describe y nos ofrece esa vida de “personas en comunidad” que es la santísima Trinidad. En la que el Uno, se relaciona con el Otro y forman el Nosotros.

Ante el generalizado analfabetismo ético y cívico en que vivimos los cubanos de todas las orillas, quizá, nuestra más grave y perdurable herida antropológica, que llevará décadas en sanar y reconstruir, el humanismo cristiano perfilado en la DSI tiene, presenta, ofrece y vive, principios, valores, virtudes y actitudes, que inculturados y transculturados en ese mestizaje histórico que Ortiz llamó el ajiaco cubano, han venido conformando el sustrato ético de matriz cristiana que está siempre en gestación y en transformación. Enumeramos y aplicamos, a continuación los seis principios y cuatro valores de la DSI relacionados en el Capítulo Cuarto del Compendio y que pueden informar, fecundar, renovar y enriquecer el “ethos” social cubano:

  1. Cinco principios de la DSI para una eticidad en el futuro de Cuba

El Capítulo Cuarto del CDSI nos propone cinco principios para que los cristianos vivamos y tengamos como herramientas al fundar o participar en cualquier proyecto económico, político, social o religioso y también como criterios de evaluación de la gestión, programa o proyección que nos propongan o que se nos intente imponer. Así lo dice en su primer acápite:

“Los principios permanentes de la doctrina social de la Iglesia constituyen los verdaderos y propios puntos de apoyo de la enseñanza social católica: todos brotan del principio de la dignidad de la persona humana… Estos principios, expresión de la verdad íntegra sobre el hombre conocida a través de la razón y de la fe, brotan «del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias con los problemas que surgen en la vida de la sociedad»… Estos principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se refieren a la realidad social en su conjunto: desde las relaciones interpersonales caracterizadas por la proximidad y la inmediatez, hasta aquellas mediadas por la política, por la economía y por el derecho; desde las relaciones entre comunidades o grupos hasta las relaciones entre los pueblos y las Naciones. Por su permanencia en el tiempo y universalidad de significado, la Iglesia los señala como el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales, necesario porque de ellos se pueden deducir los criterios de discernimiento y de guía para la acción social, en todos los ámbitos” (CDSI, 160-161).

  1. La búsqueda del bien común en Cuba (cf. CDSI, 160-170)

Si bien es cierto y primario la primacía de la persona humana, esto no debe restringirse a un individualismo egocéntrico. Según la visión cristiana sobre el hombre y la mujer estos son sujetos de vida en comunidad. A todos y no solo al Estado, nos corresponde trabajar por el bien común de la familia, de las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las comunidades eclesiales y la Iglesia toda, de las comunidades locales y del conjunto de la sociedad.  Así lo expresa el CDSI: en los números 164 y 167:

  • Ser fieles al concepto de bien común:

Lo primero entre cubanos y en todo el mundo debería ser ponernos de acuerdo en el concepto del bien común en una sociedad que manipula con frecuencia el contenido de los principios, reduce sus alcances o vacía los conceptos de su plenitud. En la siguiente propuesta apreciaremos que no se trata de la suma del bien de cada uno, ni de un grupo, ni solo de condiciones socio-económicas que no tengan en cuenta la libertad, los derechos y el desarrollo humano integral de todo el hombre y de todos los hombres:

 “Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección». El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque solo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral… La persona no puede encontrar realización solo en sí misma, es decir, prescindir de su ser «con» y «para» los demás” (CDSI, 164-165).

  • Abarcar todo el contenido del bien común y no visiones reductivas en función del Estado o del Mercado:

Para todo el trabajo de proyección del futuro de Cuba es necesario enumerar, arribar a consensos mínimos, e incluir en todo proyecto social, económico y político los contenidos plenos e interrelacionados del bien común. Esto es difícil, complejo y en ocasiones habrá que encontrar un sano equilibrio entre contrarios. Fijémonos en esta especie de listado de contenidos del bien común que nos propone la DSI:

“Las exigencias del bien común derivan de las condiciones sociales de cada época y están estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de la persona: Tales exigencias atañen, ante todo, al compromiso por la paz, a la correcta organización de los poderes del Estado, a un sólido ordenamiento jurídico, a la salvaguardia del ambiente, a la prestación de los servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales son, al mismo tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo, educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y tutela de la libertad religiosa” (CDSI, 166).

  • Buscar y hacer el bien común entre todos: ciudadano, sociedad civil y Estado. Inclusión de las minorías.

Además, de ponernos de acuerdo en el concepto y en los contenidos del bien común, es necesario significar a los protagonistas evitando con el derecho y la inclusión, la efectiva participación de todos: La democracia es la participación en convivencia armónica y complementaria de todos los miembros de la sociedad y de sus instituciones que deben estar a su servicio y no al contrario. No existe un bien común perfecto y acabado, no existe un proyecto ideal que excluya a los demás, la sociedad debe dar espacio, libertad con responsabilidad y derecho de expresión, asociación y reunión a la sociedad civil para que pueda tener las condiciones objetivas y subjetivas para edificar el bien común “posible” hasta la época histórica que nos ha tocado vivir, tal como lo expresa el CDSI:

“La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión… El fin de la vida social es el bien común históricamente realizable… Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. La correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones más delicadas del poder público. En un Estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría… aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no solo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías” (CDSI, 168-169).

  1. El destino universal de los bienes, propiedad y lucha contra la pobreza en Cuba (cf. CDSI, 171-184)

Ver: Cuba sufre una deformación de este principio. La propiedad privada y cooperativa ha sido a lo largo de 60 años reducida al mínimo de lo personal y de pequeñas empresas de “trabajo por cuenta propia”, eufemismo para denominar a la pequeña empresa privada. La propiedad estatal abarca todas las esferas de la vida y constituye una forma más de control sobre los ciudadanos que dependen del paternalismo de Estado. La ineficiencia crónica de la empresa estatal no ha garantizado ni el destino universal de los bienes porque el Estado ha constituido un monopolio casi universal de los bienes y servicios y porque la mala administración ha introducido una distribución igualitaria de la pobreza primero, y en los últimos años ha contribuido a aumentar la brecha entre la inmensa mayoría pobre y una ínfima minoría privilegiada.

 Iluminar: 

“El principio del uso común de los bienes, es el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social» y «principio peculiar de la doctrina social cristiana»… Se trata ante todo de un derecho natural, inscrito en la naturaleza del hombre, y no solo de un derecho positivo, ligado a la contingencia histórica; además este derecho es «originario». Es inherente a la persona concreta, a toda persona, y es prioritario respecto a cualquier intervención humana sobre los bienes, a cualquier ordenamiento jurídico de los mismos, a cualquier sistema y método socioeconómico: «Todos los demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello [destino universal de los bienes] están subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, y es un deber social grave y urgente hacerlos volver a su finalidad primera»” (CDSI, 172).

Actuar: Cuba debe transitar hacia un modelo económico y social que combine lo más equilibradamente posible el destino universal de los bienes y las diferentes formas de propiedad. Esta nueva visión de la economía cubana debe encontrar un espacio posible y flexible entre la justicia social y la eficiencia del mercado.

  1. La subsidiaridad en el futuro de Cuba: el ciudadano, la sociedad civil y el Estado (cf. CDSI, 185-188)

Ver: Otra de las deformaciones estructurales que sufre Cuba es el modelo político, económico y social que ha invertido la escala de valores y de respeto a la gestión social y la gobernanza. El Estado totalitario abarca todas las esferas de la vida y ha buscado bloquear la iniciativa personal del ciudadano, ha prohibido su libre asociación y ha abolido la libertad de empresa. Ha creado un oxímoron que pudiéramos llamar sociedad civil estatal, contradicción per se construida con el fin de suplantar a las organizaciones no gubernamentales, desmembrar el tejido de la que fuera una sociedad civil fuerte y emprendedora antes de 1959. En el modelo actual cubano todo viene de arriba y todo debe elevarse para ser resuelto o para pedir permiso al más alto nivel para las más mínimas cosas. Es la negación de la subsidiaridad.  

Iluminar:

“Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda («subsidium») —por tanto de apoyo, promoción, desarrollo— respecto a las menores. De este modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminarían por ser absorbidos y sustituidos y por ver negada, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital… El principio de subsidiaridad protege a las personas de los abusos de las instancias sociales superiores e insta a estas últimas a ayudar a los particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus tareas… la negación de la subsidiaridad, o su limitación en nombre de una pretendida democratización o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces también anula, el espíritu de libertad y de iniciativa… Con el principio de subsidiaridad contrastan las formas de centralización, de burocratización, de asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato público” (CDSI, 186-187).

Actuar: Fortalecer el incipiente tejido de la sociedad civil que se va formando en medio de la persecución y las presiones para que el Estado no pierda su poder central de control. Educar para la libertad y la responsabilidad mediante programas de formación ética y cívica. Fomentar microproyectos que adelanten y prueben la eficiencia, la conveniencia y el bien común que es una sociedad civil fuerte y productiva.

  1. La participación cívica y la democracia en Cuba: tradición, fallas y reconstrucción (cf. CDSI, 189-191)

Ver: Cuba es un país con un modelo estatista totalitario en decadencia que ha abandonado la relativamente breve pero eficaz democracia pluralista que viene del pensamiento y la visión de nuestros padres fundadores; Varela, Martí y otros. Fueron períodos de democracia con fallas interrumpidos por accidentes autoritarios con estilo caudillista hasta 1959 en que se implantó la llamada “dictadura del proletariado”. Esto ha provocado un grave daño antropológico, una anomia social que inmoviliza y un vasto analfabetismo cívico y político.

Iluminar:

“La participación no puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en ámbitos como el mundo del trabajo y de las actividades económicas en sus dinámicas internas, la información y la cultura y, muy especialmente, la vida social y política hasta los niveles más altos… Desde esta perspectiva, se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles, así como la alternancia de los dirigentes políticos, con el fin de evitar que se instauren privilegios ocultos;… La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia” (CDSI, 189-190).

Actuar: Cuba necesita una raigal reconstrucción del modelo democrático moderno y nuevos canales de participación ciudadana, asociativa, cooperativa y comunitaria. Esta reconstrucción debe cimentarse en un programa sistemático, obligatorio y renovable de educación ética, cívica y política en todos los niveles del sistema nacional de educación sea pública o privada. Se necesita una nueva Ley de Asociaciones y Participación Ciudadana y legalizar nuevas formas de propiedad corporativas. En el plano político los laicos cristianos y todos los ciudadanos debemos superar el inmovilismo y el abstencionismo y ser activistas cívicos o políticos según la vocación de cada cual (cf. II Informe del CEC: Marco Jurídico).

  1. La solidaridad, la virtud y el amor en la reconstrucción ética y la visión de futuro (cf. CDSI, 192-196)

Ver: Cuba ha vivido durante décadas una solidaridad por decreto, selectiva y politizada. Es decir, se inducía un tipo de relación solidaria con los que pensaban, creían y apoyaban el único modelo político aceptado. En el plano de la deseada solidaridad internacional lo que pudo haber sido verdadera solidaridad se ha pervertido por una parte, en las únicas vías de los profesionales y otros ciudadanos de poder adquirir bienes que sus salarios en Cuba no le permiten y por otra parte se ha convertido en una venta de trabajo en régimen de explotación máxima del Estado que se queda con más del 50 por ciento de los salarios y retiene el resto en un sistema bancario a favor de que los fondos sean controlados por el mismo Estado. La realidad actual del país no favorece una atmósfera saludable para la virtud y el amor: la doble cara, la corrupción, el relativismo moral, la ideologización amoral de la formación, la desintegración de la familia y el fomento de la crispación social y la lucha de clases, son algunos contaminantes de ese enrarecido hábitat social cubano.

Iluminar:

“Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social, que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio social y como virtud moral… debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las «estructuras de pecado», que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos…La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no «un sentimiento superficial» por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común” (CDSI, 193).

Actuar: Los cubanos de aquí y de allende los mares, debemos trabajar para que las relaciones interpersonales de solidaridad no sean destruidas por la politización de la vida familiar, de los ambientes de amistad, de la interdependencia virtuosa y laboriosa. Atacar y descalificar a las personas en las redes sociales o en los espacios públicos, incluso con la intención de alertar o de prevenir males mayores, no es ni cristiano ni cívico. Debemos alertar sobre los errores salvando a la persona que ha caído en él. Debemos denunciar los vicios políticos, sociales, económicos, pero sin denigrar, ni excluir a las personas que han caído en ellos. Ni los sistemas penitenciarios que castigan los errores cometidos deben destruir al sancionado, sino que deben buscar su rehabilitación moral y su reinserción social cultivando, no descalificando su intrínseca dignidad de hijos de Dios. Poner la ética, la virtud, la amistad cívica y el amor fraterno por encima de cualquier relación interpersonal, en los Medios de Comunicación, en las redes sociales, en la vida pública y privada, por encima de cualquier otro interés, de cualquier opción política y de todas las ideologías, es el comienzo y el fin de la construcción de “una civilización del amor”, vocación, misión y mandato fundamental y central de todos los cristianos y de toda persona de buena voluntad, como nos pide el CDSI en su capítulo final:

“El comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los cristianos sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor es la única fuerza (cf. 1 Co 12,31-14,1) que puede conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien… El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales… con la caridad, señora y reina de todas las virtudes… y que es el antídoto más seguro contra la insolvencia y el egoísmo del mundo»… Este amor puede ser llamado «caridad social» o «caridad política»… Si la justicia «es de por sí apta para servir de “árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos según una medida adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese amor benigno que llamamos “misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí mismo». No se pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia… Así lo expresó santa Teresita del Niño Jesús: «En la tarde de esta vida, compareceré delante ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo” (CDSI, 580-583).

Cuidemos por tanto nuestras posturas, actitudes, nuestro lenguaje y acciones públicos y privados. Los fieles cristianos debemos desterrar toda palabra hiriente y descalificadora de la dignidad de toda persona sea cual fuere su error u opción política. “Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos” -nos enseña el Catecismo de la Iglesia católica citando a santa Teresita. Limpiemos las legañas de nuestro lenguaje y de nuestros actos con el único colirio antibiótico de ese síndrome de la descalificación y de la exclusión: el amor en acción y en el corazón. 

  • Unidad, interrelación y guías para el discernimiento y la acción en Cuba.

Así lo expresa, sin espacio para la duda, el citado Compendio:

“Los principios de la doctrina social deben ser apreciados en su unidad, conexión y articulación. Esta exigencia radica en el significado, que la Iglesia misma da a la propia doctrina social, de «corpus» doctrinal unitario que interpreta las realidades sociales de modo orgánico. La atención a cada uno de los principios en su especificidad no debe conducir a su utilización parcial y errónea, como ocurriría si se invocase como un elemento desarticulado y desconectado con respecto de todos los demás. La misma profundización teórica y aplicación práctica de uno solo de los principios sociales, muestran con claridad su mutua conexión, reciprocidad y complementariedad… Para su plena comprensión, es necesario actuar en la dirección que señalan, por la vía que indican para el desarrollo de una vida digna del hombre” (CDSI, 162-163).

Muchos de los errores históricos, proyectos fracasados o malas relaciones entre las personas y Estados, han ocurrido por separar, ignorar o no equilibrar alguno de estos cinco principios complementarios entre sí. La práctica, el bien común y el discernimiento en sociedad a través del debate público, son algunos modos para alcanzar la justicia y la libertad que emanan de este deseado equilibrio entre estos principios inalienables. En Cuba, a lo largo de su historia, ocurrieron estos errores de un lado y de otro. En el colonialismo: cuando se priorizó la voluntad de la metrópoli; en el capitalismo: cuando se priorizó el mercado sobre la justicia social; y en el llamado socialismo: en que se priorizó el Estado y una ideología sobre todo lo demás. En una palabra, todos han sido imperfectos porque no han colocado de verdad a la persona humana por sobre el capital, el mercado, el Estado y todo lo demás. Los nuevos proyectos en su espíritu, en su visión, en sus leyes, en sus estrategias y en sus acciones concretas, deben tener muy en cuenta la primacía de la persona humana y de estos cinco principios y los cuatro valores que los acompañan. Y como no hay en este mundo proyecto perfecto y acabado, estos mismos criterios y valores deben servir para evaluar continuamente y para tratar de ir mejorando todo proyecto humano.

Cuatro valores de la DSI para una eticidad en el futuro de Cuba:

Los cuatro pilares del Evangelio social sirven para edificar una sociedad próspera y feliz en cualquier lugar y cultura. También en Cuba donde una ideología atea, foránea y extraña a nuestra cultura e historia, ha intentado controlar la totalidad de nuestras vidas. Por el contrario, los cuatro valores que nos presenta la DSI forman parte de las raíces fundacionales cubanas y, para ser fieles a ese humus histórico-cultural, debemos colocarlos como los cuatro puntos cardinales de una auténtica eticidad en el presente y el futuro de Cuba. Veamos brevemente la realidad cubana a la luz de estos cuatro valores que son como coordenadas fundamentales para orientarnos en la vida personal y social:

  1. La verdad (cf. CDSI, 198)

Ver: Cuba vive en un hábitat de mentira. No se trata de mentir en este aspecto o en aquella noticia, se trata de una concepción de la persona humana que oculta, manipula y deforma la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la sociedad y sobre la historia.

Iluminar:

“Vivir en la verdad tiene un importante significado en las relaciones sociales: la convivencia de los seres humanos dentro de una comunidad, en efecto, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad de personas, cuando se funda en la verdad. Las personas y los grupos sociales cuanto más se esfuerzan por resolver los problemas sociales según la verdad, tanto más se alejan del arbitrio y se adecúan a las exigencias objetivas de la moralidad” (CDSI, 198).

Actuar: Las familias, las organizaciones laicales, las universidades católicas, los centros de estudio, la formación parroquial, deben poner fundamental acento e interés en la “educación en la verdad” de todos. Vivir en la verdad requiere una formación en los valores de la autenticidad, la coherencia y la transparencia. Las publicaciones católicas y de inspiración cristiana, así como el uso y la participación en los Medios de Comunicación y las TICs, deben hacerse sobre el valor fundamental de la verdad. Verdad y caridad, verdad y eticidad, son retos y deberes constantes de los medios para salvaguardar y promover la inalienable dignidad de la persona humana.  

  1. La libertad (cf. CDSI, 199-200)

Ver: Cuba vive en un sistema que lesiona y restringe la libertad personal y las libertades civiles y políticas, económicas, sociales y culturales. No solo se restringen las libertades sino que se intenta controlar totalitariamente la entera vida de los ciudadanos. Libertad y responsabilidad que deben ir íntimamente unidos se han fraccionado en la Cuba de hoy.

Iluminar:

“El valor de la libertad, como expresión de la singularidad de cada persona humana, es respetado cuando a cada miembro de la sociedad le es permitido realizar su propia vocación personal; es decir, puede buscar la verdad y profesar las propias ideas religiosas, culturales y políticas; expresar sus propias opiniones; decidir su propio estado de vida y, dentro de lo posible, el propio trabajo; asumir iniciativas de carácter económico, social y político. Todo ello debe realizarse en el marco de un «sólido contexto jurídico», dentro de los límites del bien común y del orden público y, en todos los casos, bajo el signo de la responsabilidad” (CDSI, 200).

Actuar: Educar para la libertad mediante métodos familiares y pedagógicos participativos, corresponsables y liberadores, de modo que cada ciudadano crezca en un proceso de personalización y socialización que le permita usar las herramientas éticas, religiosas y cívicas que lo hagan protagonista de su propia vida sin caer en libertinajes ni fundamentalismos aberrantes.

  1. La justicia (cf. CDSI, 201-203)

Ver: La sociedad cubana actual se puede describir como una sociedad autoritaria, sumida en la indefensión y bajo una legislación manipulada arbitrariamente por intereses políticos, por falta de profesionalidad jurídica, por corrupción generalizada y por las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de la propia legislación vigente. Esto provoca un pobre sentido de la justicia, una vulnerabilidad de los ciudadanos y un frecuente “tomar la justicia por su mano” amén de una creciente desconfianza en las instituciones penetradas por la corrupción y el burocratismo.

 Iluminar:

“La justicia resulta particularmente importante en el contexto actual, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las proclamaciones de propósitos, está seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de la utilidad y del tener. La justicia, conforme a estos criterios, es considerada de forma reducida, mientras que adquiere un significado más pleno y auténtico en la antropología cristiana. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, porque lo que es «justo» no está determinado originariamente por la ley, sino por la identidad profunda del ser humano” (CDSI, 202).

Actuar: Cuba necesita un nuevo y actualizado marco jurídico y un tránsito constitucional hacia una nueva Constitución de la República cercana a la de 1940 actualizándola. Los cubanos necesitamos una permanente educación jurídica basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en los Pactos y convenciones internacionales en esta materia. La familia, las iglesias, los centros educativos deben propiciar una educación jurídica que rescate el sentido de justicia con caridad, es decir con magnanimidad, que prepare el camino de un largo y paciente proceso de reconciliación nacional con memoria histórica, justicia restitutiva, compensación a las víctimas, abolición de la pena de muerte y un clima con gestos concretos de magnanimidad. 

 4. El amor (cf.CDSI, 204-208)

Ver: En Cuba, en su historia y raíces culturales la virtud y el amor son dos pilares fundacionales propuestos, enseñados y afincados especialmente por Varela y Martí y por una pléyade de hombres y mujeres del panteón nacional que se educaron en matriz cristiana. Sin embargo, seis décadas de confrontación entre compatriotas, de descalificaciones a mansalva de todas partes, especialmente del poder impuesto, de fomento de un clima crispado de lucha de clases y exclusión del diferente y del discrepante, ha provocado que la virtud suprema y central del amor se haya desvalorizado hasta banalizarse y considerarse propia de “espíritus débiles” o de “concesiones al enemigo”. Estos criterios ya asumidos por muchos, quizá sin plena conciencia de ello, no se reducen a los cubanos que viven en ese clima asfixiante dentro de la Isla. Parece que fuera con nosotros donde quiera que vamos.

Iluminar:

“La caridad… debe ser reconsiderada en su auténtico valor de criterio supremo y universal de toda la ética social. Los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen y se desarrollan de la fuente interior de la caridad: la convivencia humana resulta ordenada, fecunda en el bien y apropiada a la dignidad del hombre, cuando se funda en la verdad; cuando se realiza según la justicia, es decir, en el efectivo respeto de los derechos y en el leal cumplimiento de los respectivos deberes; cuando es realizada en la libertad que corresponde a la dignidad de los hombres; cuando es vivificada por el amor… Ninguna legislación, ningún sistema de reglas… lograrán persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz… Para que todo esto suceda es necesario que se muestre la caridad no sólo como inspiradora de la acción individual, sino también como fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política” (CDSI, 204-208).

Actuar: Otra vez debemos acudir al recurso universal de la educación, del clima de tolerancia, de “la despenalización de la discrepancia”, de la reconstrucción del ambiente familiar, del cultivo de la amistad cívica, expresión social del amor fraterno, de la siembra de valores en el hogar, en las iglesias, en las escuelas, en las organizaciones de la sociedad civil. El amor no se aprende por decreto, ni con normas morales o leyes positivas… es una experiencia inenarrable que solo se puede cultivar en la escuela de la convivencia pacífica y fraterna. La crispación de los hogares, de los medios, de las redes, hasta de nuestras organizaciones laicales y comunidades cristianas cuando ponemos por encima de la fraternidad universal de Jesús, las opciones excluyentes y descalificadoras de la política, de la religión y de las diferencias sociales, económicas o internacionales.

V. El papel de los Centros de Estudios, las Semanas Sociales y las universidades católicas en el futuro de Cuba: Traducir las enseñanzas sociales cristianas a los ambientes, al lenguaje cívico, a la visión y las propuestas de futuro en Cuba (Cf. CDSI, 209-533) (cf. CEC, Propuestas. centroconvivencia.org)

Una vez que hemos tratado de aplicar a la situación de Cuba, Isla y Diáspora, la mística social cristiana, la primacía de la persona humana de la que se derivan los principios y valores que nos propone la DSI, ahora intentaremos dar una mirada a las diversas formas en que los cristianos cubanos, estamos esforzándonos por poner en práctica la DSI, donde quiera que estemos, y en ocasiones, uniéndonos en trabajos mancomunados desde todas las orillas.

El CDSI, en los Capítulos Séptimo al Onceno, en sus números 209-520, nos recomienda vivamente un trabajo ingente, arduo, delicado y paciente: traducir las enseñanzas sociales cristianas a los ambientes, al lenguaje cívico, a la visión y las propuestas de futuro en Cuba. Esta es y deber ser la misión de los laboratorios de pensamiento y propuestas llamados contemporáneamente “think tanks”, tanques de pensamiento o talleres de pensamiento y propuestas. Aún son pocos, pudiéramos decir, exiguos, este tipo de servicios al presente y futuro de Cuba en ambos pulmones. La inmediatez, el estilo de vida, la urgencia del “cambio” y de los “cambios”, el debate público crispado y la falta de visión y previsión de futuro, son algunos de los principales obstáculos para que este servicio esencial y urgente, medio previsor y prudente para evitar nuevos y peores errores en el futuro de la nación cubana, pueda crecer y desarrollarse como requiere esa colosal tarea de “trasvasar”, es decir, inculturar el Evangelio social de Cristo en los diferentes ambientes, sectores e instituciones de la vida nacional e internacional de Cuba.

Créanme, se los digo con la mano sobre la Biblia, estoy profundamente convencido de que un Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba con sus visiones, objetivos estratégicos y acciones de mayor impacto social, realizado conjuntamente como dos pulmones, como dos lóbulos de un cerebro, entre la Isla y la Diáspora, es la necesidad, la urgencia y la previsión más importante de los tiempos por venir relacionados con nuestra Patria. Vale la pena dedicarle la vida.

Sería como un pecado de omisión, una imprudencia cívica y un riesgo de volver a lo que no queremos o no sería bueno para Cuba, dejar para después de los cambios el “hacia dónde”, el “quiénes”, el “cómo” y con “qué medios”, que sean previsibles y posibles. No se trata de una camisa de fuerza ideológica, ni de una imposición voluntarista, se trata de previsión en lo posible, de propuestas para no comenzar de cero, de pensamiento concebido en el sosiego que da el “antes de que pase”. Se trata de un punto de partida, para comenzar el debate público y parlamentario con algo sólido que no sea fruto de la improvisación o de las ideologías sectarias o de las mafias que andan sin escrúpulo robándose la historia para sus fines espurios.

La historia pasada y reciente nos asegura con tozuda certeza que la improvisación cuesta caro: Cuba demoró hasta ser una de las dos últimas colonias de España por el caudillismo, las divisiones, los regionalismos, las ansias de poder entre militares y civilistas. Porque las previsiones de Varela, de Caballero, de Luz no fueron tenidas en cuenta suficientemente, ni se hicieron cultura, dando paso a improvisación. La República nació maltrecha porque hombres como Martí, Agramonte y otros líderes murieron prematuramente sin poder ser electos para conducir los primeros años de República. Porque las previsiones del sueño martiano y agramontista demoraron mucho en hacerse cultura. Solo al llegar la Constitución de 1940 la República estaba madura para recoger en ella todo el proyecto de pensamiento y propuestas desde Varela a Martí.   

Hace ahora 25 años que comenzamos esta obra de educación ética y cívica, de previsión y propuestas de futuro, de microproyectos para ensayar en lo pequeño esas visiones y propuestas. Fueron 14 años de trabajo en el Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR)  y su revista Vitral bajo el patrocinio de la Diócesis católica de Pinar del Río y su digno obispo Mons. José Siro González Bacallao. Aquel proyecto fue intervenido el 21 de marzo de 2007. Los laicos que lo animamos retomamos los mismos objetivos del CFCR y fundamos el Centro de Estudios Convivencia y su revista homónima que ya cumplió 10 años. Habíamos comenzado en el 2005 un Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba auspiciado por el CFCR que concluyó los temas Economía y Educación y el camino quedó interrupto por unos años. En 2015 el CEC comenzó de nuevo un Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba pero esta vez con participación de la Isla y de la Diáspora, en lo que hemos dado en llamar un proceso vital con dos pulmones.

En dos años hemos logrado concluir 4 temas y la semana próxima, si Dios quiere, terminaremos dos más: Agricultura y Medios de Comunicación Social y TICs. A continuación reseñamos muy sintéticamente los cuatro primeros informes que pueden ser descargados en PDF en nuestro sitio web: (www.centroconvivencia.org/Propuestas )

La economía y el trabajo en Cuba a corto, mediano y largo plazo: visión estratégica y propuestas

El Centro de Estudios Convivencia realizó la primera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba entre septiembre de 2015 y octubre de 2015. Culminando con dos encuentros de estudio, uno en la Isla y otro en la Diáspora. Pinar del Río, Cuba, en septiembre de 2015 y Universidades St. Thomas y Universidad Internacional de la Florida (FIU), USA, en febrero de 2016. El tema escogido para esta primera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba fue: “La economía cubana a corto, mediano y largo plazo”. Para su mejor estudio y sistematización esta temática general se dividió en cuatro subtemas: modelos de economía, propiedad, trabajo y seguridad social. Este informe fue revisado y actualizado por el Consejo Académico del CEC el 27 de enero de 2017. A continuación presentamos un breve resumen ejecutivo, o abstract, que recomendamos sea ampliado consultando el Primer Informe de Resultados que publicamos íntegramente en nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org. Este es un resumen de las principales propuestas:

Visión:

El modelo económico se caracteriza por una economía de mercado, con un papel adecuado del Estado, como regulador, propietario de bienes y servicios declarados estratégicos, y que garantiza la solidaridad entre la población y un estado de bienestar social.

Objetivos:

Para lograr esta visión se tratará de cumplimentar los siguientes objetivos:

  1. Conjugar libertad de empresa, libertad de mercado, equidad social (libertad, responsabilidad y justicia social).
  2. Reconocer y proteger las diferentes formas de propiedad: privada, cooperativa, mixta, pública, estatal.
  3. Legislar un nuevo Código del Trabajo que promueva la dignidad del trabajador y del trabajo, la productividad, eficiencia y sostenibilidad, salarios justos e iguales para trabajos iguales, igualdad de oportunidades sin distinción de género, origen étnico, orientación sexual, opción política o religiosa. Generación de empleos especialmente en el sector privado.
  4. Proponer un modelo de Seguridad Social, universal, transparente, de fuentes diversificadas de financiamiento privadas y públicas, que proteja y promueva la maternidad/paternidad, a los grupos más vulnerables, personas con capacidades especiales, enfermedad, accidentes laborales, el desempleo involuntario y una tercera edad segura y feliz.

Estrategias:

  1. Se propone estudiar y aprobar las estrategias y la legislación pertinentes para alcanzar esta visión y sus objetivos. Entre otras, se enuncian como necesarias: Ley de Propiedad, Ley de Empresas y PYMES, Código del Trabajo, Ley de Seguridad Social, Ley Antimonopolio, Código Ecológico, Ley de Inversión y Comercio Exterior.
  2. Se propone la integración de Cuba en los organismos internacionales (organizaciones económicas, financieras, del trabajo, del comercio, etc.) y el sistemático cumplimiento de sus obligaciones internacionales.
  • Un nuevo marco jurídico para Cuba: visión constitucional y propuestas de ley

El Centro de Estudios Convivencia realizó la segunda etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba entre abril de 2016 y julio de 2016. Culminando con dos encuentros de estudio, uno en la Isla y otro en la Diáspora. Pinar del Río, Cuba, en abril de 2016 y Universidad Internacional de la Florida (FIU), USA, en julio de 2016. El tema escogido para esta segunda etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba fue: “Un nuevo marco jurídico y tránsito constitucional para Cuba, de la ley a la ley”. Responde a la necesidad de identificar de antemano y dar contenido a un paquete de leyes que, interrelacionadas entre sí, faciliten, ordenen y agilicen las reformas que Cuba necesita. A continuación presentamos un breve resumen ejecutivo, o abstract, que puede ser ampliado consultando el Segundo Informe de Resultados que publicamos íntegramente en nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org. Este es un resumen de las principales propuestas:

Visión:

  1. Se identifican y proponen las leyes necesarias y oportunas que, con una sinergia entre sí, sean suficientes para crear un marco jurídico, coherente y eficaz, que facilite, emprenda y de legitimidad a las reformas estructurales que Cuba necesita para alcanzar un futuro próspero, sostenible y feliz.
  2. Se establecen los pasos necesarios para un tránsito constitucional que dote a la Nación de una nueva Carta Magna que recoja lo mejor de nuestras tradiciones constitucionales, responda a las necesidades actuales y consagre el nuevo marco legal con un referendo que apruebe la Constitución y facilite unas reformas orgánicas, participativas, ordenadas y lo más ágiles posible, pasando de la ley a la ley.

Objetivos:

  1. Proponer un paquete de unas primeras 45 leyes que han sido identificadas por los participantes y se ha comenzado a estudiar para darles contenidos como: finalidad de la ley, objetivos, derechos y deberes que garantiza, áreas que deben abordar, impacto en el bienestar de los ciudadanos y en el desarrollo integral de la Nación. En el Informe de Resultados pueden consultarse esos contenidos para cada ley. Por supuesto que están abiertos al debate y enriquecimiento.
  2. Agrupar, para su estudio y presentación, esas primeras 45 leyes en cuatro grandes bloques formados por aquellas leyes que, interactuando entre sí, pretenden alcanzar las cuatro prioridades identificadas como los cuatro pilares en la búsqueda del bien común, sentido y fin de las políticas públicas. A saber: Leyes Orgánicas y estructurales (12); Leyes Económicas (14), Leyes para el Desarrollo de la Sociedad Civil (9) y Leyes para el Desarrollo Humano Integral (DHI) (10).
  3. Optar por una escala de valores en la que la dignidad plena de la persona humana sea el sujeto, el centro, el principio y el fin de este nuevo marco jurídico y del nuevo texto constitucional. De modo que la política, la economía, el tejido de la sociedad civil, el Estado y sus relaciones internacionales, estén al servicio de la persona humana, de su dignidad y sus derechos, de su desarrollo integral y pleno, buscando hacer realidad la paradigmática aspiración humanista del Apóstol de nuestra Independencia José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
  4. Proponer contenidos medulares para cada una de las 4 partes de una nueva Constitución de la República: Preámbulo, Parte dogmática, Parte orgánica, Modificación y tránsito constitucional. Recomendar que la Parte dogmática preceda a la Parte orgánica para poner énfasis en los derechos y deberes de la persona del ciudadano, y que esta Parte dogmática consagre, en el texto constitucional, los derechos contenidos en los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, Económicos, Sociales y Culturales de la ONU (1976) que Cuba firmó en 2008 y, además, los derechos referidos al mundo del trabajo consagrados en los Convenios de la OIT y que se tenga en cuenta el primer Código del Trabajo (1929) presentado al parlamento cubano en 1930 por la Academia de Ciencias Sociales. Se crea el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo.
  5. Tener muy en cuenta la inspiración, el contenido vigente, y los derechos sociales y culturales de la Constitución de 1940, la más adelantada de nuestra historia y de toda América Latina. En la Parte Orgánica se propone un modelo de gobierno semi-parlamentario o parlamentario con fuerte control del ejecutivo por parte de instituciones fuertes y estables y por parte de la sociedad civil para evitar el caudillismo, los populismos y la alternancia en los tres poderes públicos.

 La cultura cubana: alma de toda visión y propuesta de futuro

El Centro de Estudios Convivencia realizó la tercera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba entre noviembre de 2016 y enero de 2017. Culminando con dos sesiones de estudio, una en la Isla y otra en la Diáspora. El Encuentro de la Isla fue suspendido por las autoridades y tuvimos que hacerlo de modo no presencial (vía digital y en pequeños equipos). El Encuentro en la Diáspora se celebró los días 28 y 29 de enero de 2017 en la Universidad Internacional de la Florida (FIU). El tema escogido para esta tercera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba fue: “La cultura y la educación en el futuro de Cuba”. Para su mejor estudio y sistematización esta temática general se dividió en dos subtemas: cultura y educación. A continuación presentamos un breve resumen ejecutivo, o abstract, que recomendamos sea ampliado consultando el Tercer Informe de Resultados que publicamos íntegramente en nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org. Este es un resumen de las principales propuestas:

  1. Concepto de cultura y culturas, nacionalidad, Nación y Estado Para abordar el trascendental tema de la cultura y las culturas es indispensable identificar y distinguir conceptos a fin de saber de qué estamos hablando, qué estamos estudiando y qué deseamos proponer para el futuro de Cuba.
  2. La cultura: fundamento, alma y fecundidad de la nación. Consideramos que la cultura, en su sentido más profundo y abarcador, es de trascendental impacto en los estilos de vida y formas de organización de la sociedad cubana en el presente y en el futuro. Creemos importante destacar que la cultura es el fundamento y el alma de la nación. Este ethos, carácter nacional y aliento vital, informa transversalmente, identifica en profundidad y fecunda en diversidad, a todos los sectores de la vida nacional.
  3. Raíces históricas: personas, instituciones y eventos referenciales para el futuro de la cultura cubana.
  4. Perfiles antropológicos de la cultura en el futuro de Cuba: humanismo, identidad, valores y virtudes: Una cultura mestiza, humanista y pluralista, de matriz cristiana, alma latinoamericana y caribeña, gran poder de recuperación, de carácter abierto, acogedor y emprendedor.
  5. Visión de la cultura en el futuro de Cuba: Las esencias constitutivas plurales y los genuinos rasgos identitarios de la cultura cubana, según el proyecto fundacional de Nación propuesto por Varela y Martí, especialmente aquellos cinco pilares sobre los que se debe levantar nuestro estilo de vida personal y nacional, a saber: la virtud, el amor, la bondad, la verdad y la belleza, son cultivados y renovados, con la libre participación de todos, ejercitando una dinámica dialógica entre continuidad y renovación, mediante una educación pluralista y liberadora, una creación artística, literaria, artesanal y científica libre y el desarrollo de una espiritualidad humanista y abierta al mundo, para poder responder, de este modo, a los desafíos del mañana e inspirar el nacimiento de los tiempos nuevos en Cuba, y para favorecer el aporte de la cultura cubana a la cultura universal.
  6. Objetivos y estrategias de socialización de la cultura en el futuro de Cuba. Objetivos y estrategias familiares, vecinales, sociales, institucionales e internacionales (globales) que deseamos proponer, en el presente y en el futuro, para promover las dinámicas socializadoras de la cultura cubana.
  7. Dinámicas de la cultura cubana: memoria, apertura y renovación.
  8. Creación y manifestaciones culturales: libertad, diversidad, sostenibilidad y globalización. La garantía jurídica para la libertad de creación, de pensamiento, de religión y de expresión en relación con la cultura. Libertad y responsabilidad en todas las manifestaciones artísticas: literatura, música, teatro, danza, artes plásticas, artesanía, cine, radio, televisión, nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs) y nuestro folklor. Dinámicas de apertura de nuestra cultura al mundo: dialéctica y dialógica entre globalización e identidad.
  9. Leyes, estructuras y políticas culturales para el futuro de Cuba. Marco jurídico que garantice las libertades, los espacios, la educación, la promoción y el intercambio, culturales.

 La educación en el futuro de Cuba: humanismo integral, visión estratégica y proyectos educativos

El Centro de Estudios Convivencia realizó la tercera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba entre noviembre de 2016 y enero de 2017. Culminando con dos sesiones de estudio, una en la Isla y otra en la Diáspora. El Encuentro de la Isla fue suspendido por las autoridades y tuvimos que hacerlo de modo no presencial (vía digital y en pequeños equipos). El Encuentro en la Diáspora se celebró los días 28 y 29 de enero de 2017 en la Universidad Internacional de la Florida (FIU). El tema escogido para esta tercera etapa del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba fue: “La cultura y la educación en el futuro de Cuba”. Para su mejor estudio y sistematización esta temática general se dividió en dos subtemas: cultura y educación. A continuación presentamos un breve resumen ejecutivo, o abstract, que recomendamos sea ampliado consultando el Tercer Informe de Resultados que publicamos íntegramente en nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org.  Este es un resumen de las principales propuestas:

  1. Conceptos de educación e instrucción. Consideramos que el concepto de educación, en su sentido más profundo y actual, es un proceso interactivo entre el educando, el educador, la familia y la sociedad, para alcanzar vivir en plenitud y desarrollar virtudes, talentos y capacidades. Es el proceso de acompañar en el camino de la vida.
  2. Raíces culturales/antropológicas de la educación en Cuba. Raíces y referentes históricos de la educación en Cuba. Se propone tener muy en cuenta los aspectos I, II, III y IV del Tercer Informe del CEC sobre “La Cultura en el futuro de Cuba: Visión y Propuestas”.
  3. Proyectos Educativos para Cuba. Etapas del proceso.
  4. Visión educativa para el futuro de Cuba. ¿Qué se debe esperar de un renovado proceso educativo en Cuba en cuanto a la persona y a la sociedad?
  5. Modelos y metodologías pedagógicas para Cuba. ¿Qué raíces identitarias debemos rescatar o mantener? ¿Qué contenidos humanísticos: éticos, cívicos, científicos y trascendentes deben tener nuestros modelos pedagógicos? ¿Qué metodologías pedagógicas deben ser rasgos distintivos de una escuela pedagógica renovada para el futuro de Cuba?
  6. Formación de comunidades educativas. Interrelación entre Familia – Escuela – Sociedad civil – Iglesias – educandos – Estado y definir el orden de prioridad y libertad de elección educativa. Escuela de padres. Protagonismo primordial de la familia. Dejamos a su reflexión aquellas palabras del Papa San Juan Pablo II en Santa Clara, el 22 de enero de 1998: “La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad”.
  7. Formación de l@s educador@s. Perfil humano y profesional del educad@r: eticidad, competencia, respeto por la primacía de la familia, responsabilidad social, libertad de cátedra, escuelas de maestros, etc.
  8. Leyes, estructuras, espacios y niveles educativos para Cuba. La educación como proceso siempre público y la gestión educativa privada, estatal, subvencionada, homologada, etc. Contenidos para una ley de educación y cultura (cf. Marco legal. Acceso, garantía y control de calidad, obligatoriedad, financiamiento).
  9. La Universidad en el futuro de Cuba. Autonomía, extensión universitaria, centros de investigación, libertad de cátedra, etc.

 La DSI en otros sectores de la sociedad cubana del presente y el futuro: continuación del Itinerario

Hasta el momento el Centro de Estudios Convivencia (CEC) ha cubierto estos cuatro ambientes de la sociedad cubana: economía, marco jurídico, cultura y educación. En lo adelante nos proponemos abarcar otros 10 sectores entre los que se encuentran: agricultura, medios de comunicación, salud, energía e infraestructura, servicios públicos y vivienda, ecología y medio ambiente, corrupción y narcotráfico, seguridad ciudadana y orden interior, pena de muerte, desarme y paz, importación-exportación e inversiones, integración regional y global, etc.

De esta forma, los cubanos de la Isla o de la Diáspora que sientan la necesidad de vislumbrar el futuro y comenzar el debate serio y profesional sobre nuestro porvenir, pueden encontrar en este Itinerario, que iremos publicando en la medida que avancemos, algunas propuestas para animar ese debate sobre políticas públicas desde la ciudadanía y la sociedad civil.

Llevemos adelante todo este proceso de inculturación de la DSI en los diferentes ambientes y para el porvenir de Cuba con la serenidad y la convicción de que todas estas visiones, programas y propuestas de futuro, son transitorias, incompletas y siempre perfectibles. Sin embargo, tenemos el deber y el derecho de traducir y aplicar a las circunstancias en que vivimos el programa de vida que Jesús nos anunció como el Reino de Dios y vino a inaugurar en el “aquí, ya pero todavía no”:

“En lo que respecta a la «cuestión social» se debe evitar «la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros! No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste»” (CDSI, 577).

  1. La Doctrina Social de la Iglesia, un reto a la coherencia de la Iglesia en Cuba y en el mundo (cf. CDSI, 521-583)

La Iglesia, en todas partes, también en Cuba y su Diáspora, tiene una Palabra que anunciar, compartir, hacer vida. Esa Palabra es Jesús, el Verbo encarnado. No se trata de presentar una teoría, ni siquiera solo una teología, se trata de anunciar un estilo de vida, el de Jesús, de compartir unas obras, las de Jesús, vivir la acción cotidiana con un Espíritu, el de Jesús. Luego nadie puede decir que la Iglesia “está solo para rezar”, o que “no puede meterse en política”, o que “debe ser un asunto privado”. En este sentido el CDSI nos dice:

La Iglesia “hace oír su voz ante determinadas situaciones humanas, individuales y comunitarias, nacionales e internacionales, para las cuales formula una verdadera doctrina, un corpus, que le permite analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas derivados de las mismas. La intervención de León XIII en la realidad socio-política de su tiempo con la encíclica «Rerum novarum» «confiere a la Iglesia una especie de “carta de ciudadanía” respecto a las realidades cambiantes de la vida pública” (CDSI, 521).

Esta “carta de ciudadanía”, es decir, este Carnet de Identidad, que le permite a la Iglesia identificarse como es ella, ejercer todos los derechos y todos los deberes no solo en materia “religiosa”, sensu stricto, verdades trascendentes y eternas, sino también respecto a “las realidades cambiantes de la vida pública” que es lo que le da, según la revelación judeocristiana, especialmente en el mensaje de Cristo, un verdadero y coherente contenido religioso a la vocación y misión de la Iglesia. Ya desde el Antiguo Testamento lo dejaba claro el profeta Isaías:

“¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos, y romper toda clase de yugo. Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán en tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano. Entonces, tu luz surgirá como la aurora, y tus heridas sanarán rápidamente. Tu recto obrar marchará delante de ti y la Gloria del Señor te seguirá por detrás” (Isaías 58, 4-8).  

Esta arcana misión religiosa se hace criterio de juicio definitivo y eterno con Jesús al poner estas acciones como rasero del juicio final en Mateo 25, 31-40. ¿Si estas son las actitudes y obras que, desde el Antiguo Testamento, marcan el querer de Dios para sus fieles, elevado por Cristo a contenido del juicio universal de las naciones, cómo podemos pensar, creer y decir que la Iglesia no debe meterse en lo político, es decir, en la búsqueda y construcción del bien común de la polis?

  • Inculturación de la fe en Cuba: Varela, Martí, el ENEC y CRECED

Por tanto, la inculturación de la fe en Cuba ha tenido su itinerario a lo largo de los siglos. Personas, instituciones y acontecimientos marcan el paso lento, imperfecto, pero inconfundible de ese proceso. Una relación de estos protagonistas, por supuesto siempre inacabada, puede encontrarse en el III Informe del CEC sobre “Cultura en el futuro de Cuba” publicado en nuestro sitio web. Este proceso de biunívoca síntesis vital: inculturación del Evangelio y evangelización de la cultura, de las culturas de los pueblos, al decir de san Juan Pablo II, sirve para medir la autenticidad y la plenitud de la vivencia de la fe:

“La fe que no se hace cultura: no ha sido plenamente acogida, no ha sido totalmente pensada, no ha sido fielmente vivida” (Juan Pablo II, 16 enero 1982, cf. EN,20; GS,53; ENEC,471).

Inspirados en el proyecto ético y cívico de nación pensado, fundado y trabajado por Varela y de Martí, los dos pulmones del Centro de Estudios Convivencia (CEC) están tratando, modestamente, de dar continuidad y actualización a ese Itinerario de Inculturación, pensamiento y propuestas para el presente y el futuro de Cuba. Es una forma de aplicar la DSI a las actuales y futuras circunstancias de nuestro país.

El ENEC (1986) y su complemento en la Diáspora el CRECED, han sido pasos trascendentales y vigentes de este caminar en el proceso nunca acabado de la inculturación del Evangelio-evangelización de la cultura, tal como insuperablemente lo describió el beato Pablo VI en el documento medular que emanó del Sínodo sobre Evangelización, que fue publicado el 8 de diciembre de 1975 y que no nos cansaremos de citar, vivir y orar como columna vertebral de todos nuestros proyectos en Cuba:

“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”… La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos… para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN, 18-19).

He aquí la tarea ingente y gradual que nos propone la Iglesia como “finalidad” del proceso de evangelización del mundo contemporáneo. Esta es la tarea que conforma el núcleo de la vocación y misión de los laicos cristianos. Esta es la misión de las Universidades católicas, de los Centro de Estudios de inspiración cristiana, de las Semanas Sociales Católicas y de la labor cotidiana de toda la Iglesia. Confieso que desde 1975 en que estudié, valoré y asumí, a mis 25 años, estas dichosas palabras del beato Pablo VI, ellas han constituido el centro y el fin de toda mi vida cristiana. Todo lo poco que he podido pensar, rezar, hacer y vivir ha sido por ello y para ello. Todos mis compromisos durante estos más de 40 años como padre de familia, como ingeniero, como yagüero, como catequista, como ministro de la Palabra y de la Eucaristía, como miembro del Apostolado Seglar Organizado (ASO), como fundador de la Comisión Católica para la Cultura, del Centro Cívico y Vitral, de las Semanas Sociales Católicas, de Justicia y Paz, del Centro de Estudios Convivencia y su revista, ha tenido su inspiración y su mística en esa frase colosal: “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (Ibídem).

El capítulo de “Fe y Cultura” del ENEC que tuve el honor de escribir su borrador que, por supuesto, fue corregido y aprobado por los delegados al Encuentro Nacional Eclesial Cubano, es un aplicación de estas enseñanzas a las circunstancias concretas de Cuba. Escrito en 1986 mantiene hoy toda su vigencia porque poco ha cambiado en la esencia del contexto cubano. Digo poco para lo que esperamos, no nada.

Quiera Dios que estas iniciativas de las Semanas Sociales, de los Centros de Estudio y la incorporación del trabajo de las Universidades católicas den continuidad y profundidad a estos esfuerzos por inculturar el Evangelio en Cuba, Isla y Diáspora, y aplicar coherentemente la DSI. Así lo expresa el CDSI:

“Las «Semanas Sociales» de los católicos representan un importante ejemplo de institución formativa que el Magisterio siempre ha animado. Estas constituyen un lugar cualificado de expresión y crecimiento de los fieles laicos, capaz de promover, a alto nivel, su contribución específica a la renovación del orden temporal. La iniciativa, experimentada desde hace muchos años en diversos países, es un verdadero taller cultural en el que se comunican y se confrontan reflexiones y experiencias, se estudian los problemas emergentes y se individúan nuevas orientaciones operativas” (CDSI, 532).

  • La pastoral social y el profetismo en Cuba: de lo asistencial a lo cívico y político

Deseo destacar un aspecto del trabajo de la Iglesia en Cuba, Isla y Diáspora, (perdonen la perseverante especificación de los dos pulmones) respecto a la pastoral social y el ministerio de profetismo en ambas orillas.

Por lo que veo y siento, la pastoral social de la Iglesia en Cuba ha puesto su acento y su prioridad en lo asistencial y algunos aspectos de la promoción humana, especialmente en las personas con capacidades especiales, ancianos y enfermos. Es comprensible estos acentos por lo menos por dos razones de peso: una, la necesidad creciente debido a la crisis económica y social galopante, y dos, por los riesgos y continuas amenazas que sufre la Iglesia en la Isla y creo que también en otro cierto sentido en la Diáspora, debido a la represión, las presiones políticas y la falta de comprensión y educación sobre los tres aspectos de la única misión de la Iglesia: sacerdotal, profética y servicial.

Así lo enseña clarísimamente el CDSI:

“La referencia esencial a la doctrina social determina la naturaleza, el planteamiento, la estructura y el desarrollo de la pastoral social. Esta es expresión del ministerio de evangelización social, dirigido a iluminar, estimular y asistir la promoción integral del hombre mediante la praxis de la liberación cristiana, en su perspectiva terrena y trascendente. La Iglesia vive y obra en la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de esta manera la fe ayuda las personas a comprender las cosas en la verdad que «abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación». La pastoral social es la expresión viva y concreta de una Iglesia plenamente consciente de su misión de evangelizar las realidades sociales, económicas, culturales y políticas del mundo” (CDSI, 524).

Según esto, toda pastoral social debe atender a una doble tarea: asistencia y promoción cívica, caridad personal y política, es decir, con incidencia en las estructuras, los ambientes y las asociaciones de la nación y el mundo. Testimonio y palabra, formación y acción. Por supuesto que estos pares no son contradictorios entre sí, sino que son complementarios y enriquecedores de la única naturaleza humana que se desenvuelve en los planos personal, interpersonal y comunitario. El Compendio considera como necesario el equilibrio entre estos pares como “necesidad” para hacer “coherente” y “creíble” el mensaje evangelizador.

“El mensaje social del Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral: ayudar a los hombres a descubrir la verdad y elegir el camino a seguir; y animar el compromiso de los cristianos de testimoniar, con solícito servicio, el Evangelio en campo social: «Hoy más que nunca, la Palabra de Dios no podrá ser proclamada ni escuchada si no va acompañada del testimonio de la potencia del Espíritu Santo, operante en la acción de los cristianos al servicio de sus hermanos, en los puntos donde se juegan estos su existencia y su porvenir». La necesidad de una nueva evangelización hace comprender a la Iglesia « que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna»” (CDSI, 525).

En el plano de la aplicación de la DSI en campo de pastoral social, subrayo “pastoral”, es decir, labor de pastores y fieles, el Compendio presente tres aspectos para esa acción: Anuncio, confrontar con las realidades y proyectar acciones:

“La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en campo social: anunciar el Evangelio; confrontar el mensaje evangélico con las realidades sociales; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación de tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana. Una nueva evangelización de la vida social requiere ante todo el anuncio del Evangelio: Dios en Jesucristo salva a todos los hombres y a todo el hombre. Este anuncio revela el hombre a sí mismo y debe ser el principio de interpretación de las realidades sociales. En el anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Esta debe mostrar la inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada” (CDSI, 526).

Sería bueno preguntarnos todos, pastores y fieles: ¿La pastoral social y nuestras asociaciones laicales están incluyendo en su organización, en sus objetivos y acciones estas tres dimensiones del Evangelio social que nos enseña la DSI: anuncio de la Buena Noticia en cada ambiente, confrontar y transformar esos ambientes y proyectar acciones para su mejoramiento en el futuro?

Me alegra que en la Isla, los obispos estén dando este año un énfasis especial a la vocación social del laicado. El Almanaque que hace la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) dedica cada mes a un ambiente donde los laicos nos desarrollamos y donde debemos ejercer nuestra vocación y misión: Los laicos y el mundo de la salud en enero, los laicos y la política en febrero, y así todo el año. Es necesario que la Iglesia rescate en la Isla las Semanas Sociales, los centros de pensamiento, las organizaciones laicales, las interdiocesanas de laicos, la dimensión social de las publicaciones, entre otras labores de pastoral social.

  • Doctrina social y formación

En cuanto a este punto, podríamos afirmar que la inmensa mayoría de las omisiones en la pastoral social y en el compromiso de los laicos y sus organizaciones, son producto de un gran analfabetismo religioso, especialmente por no incorporar en todos y cada uno de los centros de formación, espacios educativos, catequesis, seminarios, noviciados, convivencias, retiros y encuentros el perfil formativo en la DSI. Eso mutila y reduce la plena dimensión del Evangelio, lo dice diáfanamente el CDSI: 

“La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que esta constituye un extraordinario recurso formativo: «Es absolutamente indispensable —sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia». Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto” (CDSI, 528).

Una de las omisiones más recursivas y graves es la ausencia de la doctrina social de la Iglesia en nuestros catecismos. Tanto la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes, el catecumenado, los cursillos presacramentales adolecen de ser intimistas, individualistas e incluso pietistas. No es solo mi criterio sino que está dicho y repetido de diversas maneras en el Compendio citado:

“El valor formativo de la doctrina social debe estar más presente en la actividad catequética. La catequesis es la enseñanza orgánica y sistemática de la doctrina cristiana, impartida con el fin de iniciar a los creyentes en la plenitud de la vida evangélica. El fin último de la catequesis «es poner a uno no solo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo»… Con esta perspectiva de fondo, en su servicio de educación en la fe, la catequesis no debe omitir, «sino iluminar como es debido… realidades como la acción del hombre por su liberación integral, la búsqueda de una sociedad más solidaria y fraterna, las luchas por la justicia y la construcción de la paz». Para este fin, es necesario procurar una presentación integral del Magisterio social, en su historia, en sus contenidos y en sus metodologías” (CDSI, 529).

¿Está la DSI en los contenidos de nuestros textos catequéticos y en el espíritu de nuestros catequistas para que en el futuro de la Iglesia los laicos que formemos hoy no padezcan del “síndrome de la sacristía” o por el contrario de “la politiquería sectaria”?

  • La formación cívica y política de los laicos debe estar en la base de toda obra educativa de la Iglesia a dos niveles

Una de las más frecuentes confusiones, fruto de la deficiente formación moral, cívica y religiosa, es trastocar los dos niveles a los que los laicos y toda persona de buena voluntad pueden y deben ejercer su vocación y compromiso político. Estos dos niveles se interrelacionan entre sí pero no deben ser confundidos ni mixtificados con falta de identidad y campos claros para la acción. Muchas veces en nuestras comunidades eclesiales e incluso en ambientes sociales y políticos se confunde lo cívico con lo partidista. Las palabras del recordado y santo arzobispo de Santiago de Cuba, el inolvidable Mons. Pedro Claro Meurice Estiú, presentando al Papa san Juan Pablo II la realidad del pueblo cubano en la Plaza Antonio Maceo el 24 de enero de 1998, hace ahora 20 años, mantienen toda su vigencia: “Le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”.  

Esa confusión no es solo fruto de la falta de formación ética y cívica, sino que es una suplantación inducida por el poder para asumir roles que no le corresponden por derecho. Luego el estudio y la aplicación de la DSI también sirve para definir conceptos, cometidos e interrelaciones. Los laicos todos, los sacerdotes, religiosas y obispos, al estudiar y asumir la DSI como elemento indispensable de nuestra propia educación cristiana, nos apropiamos de instrumentos de lucidez y criterios de discernimiento para diferencias las diferentes realidades en que vivimos. Por su parte, el CDSI tiene a bien distinguir dos niveles de compromiso político de los laicos, ambos válidos, ambos le conciernen a la Iglesia y a sus enseñanzas sociales. Cada cual verá su vocación y se preparará convenientemente para ejercerla según el espíritu y los cristianos. Esta es la forma en que lo presenta el CDSI:

El nivel cívico no partidista, como animadores de la sociedad civil:

“La doctrina social ha de estar a la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: «A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven». El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para a encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común” (CDSI, 531).

El nivel político en sentido estricto en la formación de partidos y en la aspiración por servir desde el poder político:

“Un segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: «Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal»” (CDSI, 531).

Como podemos apreciar del cuerpo íntegro de la DSI, no hay sector, ambiente o vocación humana y social que no encuentre luces, “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida” para la acción transformadora del Evangelio de Cristo en todos los niveles y servicios en la sociedad.

  • María de la Caridad, en el fiat, al pie de la cruz y en el Pentecostés de Cuba

En este camino, como en el Vía Crucis de su Hijo, como en la historia de Cuba y su Diáspora, peregrina con nosotros, como la primera redimida, como la primera evangelizadora laica, como la estrella de nuestra esperanza, María de Nazaret, madre de Jesús y Madre nuestra, Virgen de Belén, de la cruz y de Pentecostés, modelo incomparable de laica comprometida, de misionera orante y encarnada, de servidora solícita de las necesidades espirituales y materiales de todos, especialmente de los más necesitados y sufridos. El Magnificat es su proclamación de fe, su análisis de la realidad y su visión profética del Reino de su Hijo al decir:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 46-55).

Ella nos repite en esta coyuntura histórica inédita para Cuba en la Isla y en la Diáspora: “Hagan lo que Él les diga”.

Que María de la Caridad del Cobre, Reina y Madre de todos los cubanos, nos enseñe, nos anime, nos acompañe y nos encomiende en esta hora de Cuba para que el pueblo que ella eligió en medio de la tormenta pueda construir un futuro libre, próspero y feliz.

Dagoberto Valdés Hernández

Pinar del Río, 28 de enero de 2018

165º aniversario del nacimiento de José Martí

    

[1] Génesis 1, 26.

[2] Concilio Vaticano II.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 357.

[4] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 114.

[5] I Cor. 6,19.

[6] Génesis 4,9.

[7] Benedicto XVI, Discurso en la ONU, publicado en revista Convivencia No. 3 (www.centroconvivencia.org).

[8] Génesis 19,32.

[9] San Juan Pablo II. Encíclica Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993.

[10] Salmo 85,10.

[11] San Juan Pablo II.

[12] Benedicto XVI. Homilías en su viaje apostólico a Cuba. Homilía en la Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba. 26 de marzo de 2012.

[13] San Juan Pablo II. Encíclica Dives in misericordia. 30 noviembre de 1980.

[14] San Juan Pablo II. 20 de mayo de 1982.

[15] I Pedro 3,15.

[16] José Martí. Ismaelillo. Obras Completas. Vol. 16, p. 18.

Scroll al inicio