El pasado 26 de noviembre, la más occidental de las provincias cubanas conmemoraba una fecha relevante: el día de la dignidad pinareña. Cabría preguntarse, como cada año, si se trabaja en propiciar el conocimiento sobre tan importante efeméride o se convierte, como suele suceder también con otras muchas fechas, en un asunto meramente formal y a veces hasta olvidado en su esencia.
El 26 de noviembre de 1941 surgió, por iniciativa de un grupo pequeño de 16 pinareños, la iniciativa del “Comité Todo por Pinar del Río” con un lema que hablaba claramente de lo que fueron sus principales actividades. “Dejemos de ser Cenicienta” se tradujo en mejoras en los ámbitos de la salud, la educación, la cultura y otras obras sociales, liderados por el Doctor Tebelio Rodríguez del Haya y otros ciudadanos de la provincia que pusieron la Patria chica en el centro de sus aspiraciones y esfuerzos personales. Este proyecto cívico fue creciendo en seguidores, quizá por su carácter tan plural y a la vez sin fines de lucro, sin tendencia partidaria, política, religiosa o sectaria de cualquier otro tipo. Es lo que se puede llamar un verdadero proyecto de la sociedad civil. Una enseñanza para el momento actual donde se reclama tanto el concepto de diferenciación de roles de los diferentes actores sociales.
Los frutos del Comité aún están visibles, desde una carretera, un parque, un centro hospitalario, campañas de asfaltado o electrificación, hasta la formación ética y cívica que se fomentó con el cultivo de las diferentes manifestaciones culturales en el terruño. No importó su corto espacio de tiempo, porque en 1960, con el fallecimiento de su fundador, murió la iniciativa. Sin embargo sería oportuno rescatar obras como estas que hablan verdaderamente de la dignidad de los hijos de Vueltabajo; sobre todo cuando ciertos valores autóctonos se van perdiendo, ciertas obras sociales mueren y otras emergen con fecha de caducidad, o sus más preciados hijos se desmigajan por el país o el exilio sin compromiso con la tierra que les vio nacer.
Esta y muchas otras razones son las que han hecho de Pinar del Río una tierra fecunda, no solo para “el mejor tabaco del mundo” o para la vegetación del verdor más intenso de la Isla. La identidad de un pueblo la generan también las pequeñas obras con grandes resultados, los personajes que a veces desde el anonimato o desde la pequeña escala ponen su talento al servicio de sus coterráneos. He leído recientemente en el diario oficial Granma unos fragmentos del Discurso de José Martí el 27 de noviembre de 1891 con motivo del vigésimo aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina. La edición ha decidido resaltar como titular la frase que dice: “Los pueblos viven de la levadura heroica”. Sería conveniente analizar qué significan en estos tiempos no solo para Pinar del Río, sino para Cuba y para el mundo, esas dosis de heroicidad. No confundamos la acción con la reacción. No interpretemos con la beligerancia de quien se siente atacado, las letras más finas que hilvanó el Apóstol nacional para conmemorar un crimen. No confundamos, ni permitamos que se acomoden las frases de los patricios más notables según la conveniencia de los intérpretes. La “levadura” debe entenderse como lo que es, fuente y fermento para el crecimiento, no inflamación estéril, ni crecimiento descontrolado o amorfo; que en el caso de las personas y de los pueblos se asocian a la producción de ideas, desarrollo de proyectos y edificación de futuro. Que los pueblos vivan de la levadura heroica no significará que, por las tradiciones de guerra de los antecesores, o en nombre de una continuidad, se paralicen o frenen las libertades de pensamiento y creación. Los pueblos viven de sus mejores tradiciones, se dignifican con las obras de sus hijos, con la producción moral e intelectual de sus ciudadanos.
El eminente historiador de Pinar del Río, Emeterio Santovenia, dijo al respecto del “Comité Todo por Pinar del Río” que “a una mayor capacidad para comprender y dominar los embarazos de la vida en común correspondió en Vueltabajo mayor inclinación a desarrollar iniciativas altruistas”. Que sus palabras nos motiven ahora, en la víspera de un nuevo año, a poner el espíritu de emprendimiento y los talentos que Dios nos ha regalado, al servicio de la Patria chica, que es aportar también a Cuba que espera lo mejor de sus hijos. La dignidad pinareña y la de toda persona humana debe estar asegurada porque se respetan sus derechos y porque los deberes para los que hemos sido enviados sobre esta tierra se cumplen sobre la base de la entrega desinteresada y efectiva. Que esa “levadura” de la que nos habla Martí sea como el grano de mostaza en tierra pinareña y cubana, que dé frutos óptimos al final de la cosecha y que haga crecer lo mejor de cada uno de nosotros. ¡Que así sea!
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.