La crisis y la cultura cubanas

Lunes de Dagoberto

Ayer, 20 de octubre, celebramos en Cuba el Día de la Cultura Cubana. El motivo histórico es que ese día se entonó el Himno Nacional, con letra y música de Perucho Figueredo, en la ciudad de Bayamo al ser tomada por Carlos Manuel de Céspedes y sus tropas independentistas en esa misma fecha de 1868. Para dejar precisiones, la música de nuestro Himno Nacional se había escuchado ya en la Iglesia Parroquial Mayor de San Salvador de Bayamo, como marcha para la procesión del Corpus Christi el 11 de junio de 1868, cuatro meses y 9 días antes.

Pero hoy quiero compartir con ustedes una reflexión más contemporánea. La relación que existe entre la crisis que vive hace años nuestro país y la cultura cubana. Diré primero que toda mi vida he tratado de ser un promotor de la auténtica cultura cubana, siempre mestiza, toda mezclada, siempre en gestación y renovación, como todo ser vivo. Dicho esto, quiero este año, frente a una nueva etapa de profundización de la crisis, abordar el impacto que esta tiene en la cultura que, como hemos dicho, no es una realidad estática, ni un fenómeno histórico, ni un conjunto de obras artísticas y literarias.

Jacques Lang, quien fuera Ministro de Cultura socialista francés, expresó: “Cultura es todo”. Todo lo que la persona humana cultiva y se cultiva. Luego si algo o muchas situaciones humanas, en su vida interior, en sus relaciones interpersonales, en su familia, en la convivencia social, en su economía personal o nacional, en el modelo político en que vive, en las religiones con las que convive o en la que cree y practica, si en cualquiera de estos ambientes que conforman la cultura de una nación o una región, algo anda mal, entonces la cultura se resiente, se enriquece o se empobrece, se sofoca o se oxigena, se desarrolla o muere.

En su intención de abrirse al mundo que la rodea, hasta la misma Iglesia Católica, milenaria mecenas y promotora de cultura, renovó su concepción sobre este fenómeno humano cuando en la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II en 1965 expresó claramente su definición:

“Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura… Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano.” (G.S. No. 53).

Entonces, si según estas dos fuentes, tan diferentes filosóficamente hablando, cultura es todo aquello que afina y desarrolla las cualidades y valores humanos, frente a la crisis de valores que vive Cuba en los últimos tiempos podemos apreciar el aumento de los índices de violencia, o de suicidio; el aumento de una represión de “banda ancha”, incluidas hasta las manifestaciones artísticas propiamente dichas; el control total sobre la vida de todos por parte del Estado; desde los detalles de falta de ortografía, la banalización de las costumbres, la mala calidad de los medios de comunicación social, hasta lo que he llamado, con dolor, “la cochambre existencial”; las manifestaciones públicas, familiares y sociales de machismo, de sexismo, de racismo, que crecen en nuestra sociedad, justo cuando se debían cosechar los frutos diametralmente contrarios a estos fenómenos mencionados, vale decir, el llamado “hombre nuevo” promovido durante seis décadas por todos los medios.

La falta de proyecto de vida, sobre todo en los jóvenes, el bloqueo de las fuerzas productivas en los emprendedores, la propaganda sin enseñar a pensar con conciencia crítica, la diferenciación y lucha de clases, la politización hegemónica de la vida, la pobreza espiritual y económica, el aislamiento de la nación y el maniqueísmo en las relaciones internacionales y en el análisis entre cubanos: los buenos y los malos, el lenguaje confrontativo, descalificador y condenatorio, una continuidad que cierra el paso a los cambios necesarios, unos cambios cosméticos y provisionales que tratan de sustituir a la evolución histórica, natural y necesaria de toda historia humana y proceso social, y otros muchos síntomas, tienen su impacto en la cultura cubana.

El mayor de esos impactos es el daño antropológico que se define como el “debilitamiento, la lesión o el quebranto, de lo esencial de la persona humana, de su estructura interna y de sus dimensiones cognitiva, emocional, volitiva, ética, social y espiritual, todas o en parte, según sea el grado del trastorno causado.”

Con las circunstancias sociales que hemos mencionado y con este daño en la estructura interna de nuestras personas, en diferente grado y profundidad, resulta evidente y comprobable que se está dañando la cultura cubana que no puede ser conservada en una urna museológica o en el panteón de nuestros ancestros. Si cultura es todo. Si cultura es cultivo de la vida. Toda la vida de cada uno de los cubanos, su espiritualidad, sus valores y virtudes, sus costumbres y creencias, sus relaciones consigo mismo, con la naturaleza, con los demás y con Dios, se verán afectadas, deterioradas y hasta decadentes, si esas condiciones de vida del cubano no cambian para mejorar.

Celebremos pues el Día de la Cultura Cubana y todos los días en que los cubanos intentamos cultivar nuestra propia vida y la vida de la nación, tomando conciencia de que en este ambiente crítico y de permanente incertidumbre en que sobrevivimos no es posible hablar de promoción cultural cuando no se promueven y se dejan a su libre desarrollo todas las dimensiones de la persona humana, sus derechos y libertades, su espíritu emprendedor y sus deberes cívicos, para que la convivencia cubana pueda ser liberada de toda atadura burocrática, económica, política, religiosa o cultural y podamos comenzar a celebrar todos los días a la cultura cubana, que no es más que lo que nos hace más humanos y más hermanos en nuestra existencia cotidiana.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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