Hace unos días una amiga anciana de 90 años me decía, con la sabiduría de los años, que nunca había visto una situación tan mala en Cuba. Y luego continuaba diciendo que la situación internacional “estaba fea”, porque “Venezuela ya no es lo de antes, y otros países como Bolivia, Nicaragua y Ecuador, están presentando problemas”. Confieso que el hecho en sí mismo me produjo satisfacción: ver a una persona de avanzada edad con tanta lucidez, y preocupada por asuntos tan trascendentales, es digno de admirar. Sobre todo cuando la actitud más frecuente es hacer como el avestruz que entierra su cabeza en tierra y se desentiende de todo. Hoy la abuela me ha vuelto a hacer unos comentarios, esta vez sobre las más recientes medidas económicas lanzadas por el gobierno cubano, y sobre ellas comparto mi opinión.
El pueblo cubano ha vivido diversos procesos en los que la palabra crisis ha estado presente, en que la situación no mejora y se invierten recursos materiales y humanos en dar solución a una problemática con cambios ligeros sin tocar la esencia del modelo económico; es decir, sin llegar a realizar los cambios estructurales necesarios. Es así que hemos vivido y manejado toda una terminología del castellano que en Cuba cobra nuevas acepciones: período especial y situación coyuntural, por ejemplo. A estos se le suman encadenamiento productivo, para justificar la ineficiencia cuando un sector depende de otro, como en cualquier sociedad mercantil donde todos los factores se interrelacionan (me refiero a factores productivos, porque factores en Cuba también se emplea para llamar a la jefatura o membrecía de un puesto alto, cargo de dirección o en organizaciones políticas); y lineamientos de la política económica que resultaron ser unas directrices de las que no se ha podido cumplir ni el 50% en más de un quinquenio.
En el espacio de la Mesa Redonda del martes 15 de octubre, en una edición especial, fueron reunidos una serie de ministros y funcionarios relacionados con la política económica del país, para anunciar unas medidas domésticas como si se tratara de las soluciones macroeconómicas que requiere el país. Los cubanos de a pie, aunque no seamos expertos o dominemos el funcionamiento de los distintos sistemas económicos, podemos darnos cuentas de la eficiencia de nuestro modelo a partir de las experiencias de vida, el salario que devengamos, el régimen de seguridad social, la llamada canasta básica, la producción y los servicios, todo lo que se puede resumir en el nivel de vida de un ciudadano. Ya sabemos que el hombre piensa como vive, así que es muy difícil ocultar la realidad aunque las estadísticas de la oficina nacional revelen datos positivos o, milagrosamente, crezca el producto interno bruto cubano. A algunos espectadores les ha llamado la atención ver a un alto funcionario hablando de los precios de un split, de un televisor o de una nevera, por no hablar de los mecanismos que implementará el país para evitar la fuga de monedas duras hacia mercados extranjeros.
Por otro lado, hace varios años se ha venido abordando el tema de la unificación monetaria, sin llegar a poner fin a la doble moneda que circula en el país, y sin solucionar el asunto de las tasas cambiarias que hacen que el peso convertible cubano (CUC), que solo vale en Cuba, tenga un valor mayor al dólar americano (USD). Ahora, sin embargo, el gobierno cubano autoriza la compra con otras monedas libremente convertibles dentro del país, en la modalidad de venta solo por tarjeta magnética, que ya ha demostrado trabas en cuanto a conexión y agilidad en la gestión. Los bancos cubanos están disponibles para la apertura de las cuentas donde puede depositarse el dinero que sea transferido desde el exterior o depositado desde Cuba; eso sí, en este último caso con la aplicación del gravamen correspondiente. Resulta risible que se compare este tipo de operación con la recarga de internet o del servicio de telefonía móvil de Etecsa.
Los cubanos hemos vivido numerosas experiencias y hemos sufrido en carne propia las consecuencias de una gestión económica que encuentra en el bloqueo – embargo americano la justificación a los problemas internos. Si se convoca a “pensar como país” (que primero requiere pensar como persona ciudadana libre y en ejercicio de sus derechos) se deben ofrecer soluciones de país, rápidas, profundas y lo más justas posibles. El móvil para lanzar estas medidas ha sido expuesto claramente: evitar la salida de capitales al extranjero para importar mercancías que el país no produce o no tiene en existencia. El cubano de a pie también lo ha entendido como una competencia a las llamadas “mulas”, esa modalidad de emprendedores que, habiendo traído productos del exterior, venden en la Isla a un precio que les permita obtener ganancias. Veremos ahora si con las nuevas medidas el gobierno mantiene la oferta, que es lo que queda por opinar, porque el tema de los precios justos da para otra reflexión: un profesional cubano, de los mejores remunerados, podría ganar en un mes la quinta parte de lo que puede costar ahora (según los precios enunciados por la Ministra de Finanzas y Precios) un televisor de pantalla plana de 43 pulgadas.
Estas reflexiones, y otras muchas, existen y surgirán. Todas ellas podrían generar numerosas soluciones, efectivas o no; pero la conclusión de la anciana encierra, sin complejidad alguna, una verdad contundente. Ella no sabe de “mulas”, ni de los intríngulis del mercado informal, pero me dice a modo de pregunta: “yo estoy clara, ¿o no? Una economía así no puede funcionar bien.” Yo le respondo asintiendo con la cabeza. Espero y deseo que a mis 90 años, si llegó a cumplirlos, no comparta las mismas opiniones de esta sabia señora.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.