La batalla de ideas

Martes de Dimas

El 5 de diciembre de 2004, en el VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)[1], el eje del discurso de Fidel Castro fue la “Batalla de ideas”. La desaparición de la Unión Soviética en 1991 provocó un descenso en las condiciones de vida en Cuba que se reflejó en las manifestaciones del 5 de agosto de 1994 y en la fuga de 33 mil cubanos, lo cual puso al desnudo la dependencia cubana de las subvenciones externas.

Ante el suceso, el Gobierno cubano en lugar de rectificar el rumbo equivocado, implementó un paquete de medidas coyunturales para esperar “mejores tiempos”, los cuales llegaron en 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales de Venezuela, lo que permitió al régimen cubano obviar la reforma estructural que el país requería.

El término “batalla” de origen militar se trasladó al campo de las ideas, cuya función no es el combate sino el convencimiento y la búsqueda de verdades, donde incluso las ideas erróneas desempeñan un papel. Sus premisas: la libertad de expresión, la igualdad de oportunidades y el respeto al diferente son antípodas de la guerra. El término adecuado, pues, no es el de batalla, sino el de debate de ideas.

El empleo del concepto no era una novedad. Carlos Marx lo había utilizado en la década de 1840; Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista de Italia, consideraba que ganar la batalla de las ideas era tan importante como controlar los medios de producción. Incluso figuras políticas de signo contrario a los anteriores, como la británica Margaret Thatcher, empleó la expresión “Batalla de las ideas”.

En Cuba el término emergió al calor del litigio por la paternidad del niño balsero Elián González Brotons, quien en noviembre de 1999 su madre, al huir de la Isla, en una embarcación pereció y Elián, asido a un neumático, fue rescatado, entregado al servicio de guardacostas y concedida la custodia legal a su tío abuelo.

Fracasadas las negociaciones para su devolución, el Departamento de Justicia de Estados Unidos norteamericano ordenó su rescate para ser entregado a su padre. El hecho que pudo resolverse por la vía jurídica y diplomática, debido a las relaciones conflictivas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos se utilizó para fines políticos.

Los antecedentes de la “Batalla de Ideas” estaban en correspondencia con otras tantas “batallas” libradas contra el analfabetismo, el dengue, las conductas delictivas, por el sexto y el noveno grado, la producción lechera y ganadera, la universalización de la enseñanza y la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar, por solo citar algunas de ellas.

Integrada por marchas combatientes, “debates televisivos”, consignas y actos públicos en todos los municipios del país, con la “Batalla de Ideas” se generó un estado político-movilizativo-permanente para revertir el desaliento generado por el derrumbe de la Unión Soviética y a la vez preparar un Ejército para extender esas ideas al resto del mundo. Ese fue el tema central de las palabras del líder de la Revolución en el VIII Congreso de la UJC, en el que, citando discursos anteriores, dijo:

“Al decirles esto recordaba nuestros inicios en la Sierra Maestra, nuestros reveses producto de nuestras inexperiencias; nuestro terrible revés inicial, y no era el primero, ya habíamos tenido un serio revés unos pocos años antes. […] ¿Cuántos? Después del primero no hubo ni el más mínimo desaliento”

“[…] esta lucha de la que estamos hablando va a ser fundamentalmente una lucha de ideas, […] Las ideas, que son la materia prima con la que se forman conciencias, son la materia prima por excelencia de la ideología. […] En esta lucha de tipo ideológico, las armas fundamentales son las ideas, las municiones fundamentales son las ideas, y nosotros tenemos que pertrechar de ideas a nuestros cuadros, para que ellos, a su vez, las vayan trasmitiendo a toda la juventud y a todo el pueblo”.

[…] Sin las tareas que ustedes tienen que cumplir, sin el trabajo que ustedes van a realizar —y lo van a realizar, no tengo la menor duda, de forma absolutamente exitosa—, no se podría hablar de lo que soñamos, no solo para nuestros compatriotas sino para todos los habitantes de este planeta. […] Como revolucionarios tenemos que concebir y elaborar ideas de cuáles son las necesidades del hombre que debemos aspirar a satisfacer…: Hay que concebir otro mundo, porque el de hoy es insostenible.

La militarización era el propósito de la “Batalla de Ideas” mientras la enajenación, el voluntarismo, el mesianismo y el verticalismo, hicieron creer que la solución de los problemas de la humanidad se resolverían extendiendo ese modelo al resto del planeta.

La relación de la “Batalla de ideas” con la enseñanza radica en que esta última, al subordinarse a una ideología, se convierte en mecanismo de retroceso. Lo ocurrido en Cuba a partir de 1959 lo confirma. El adoctrinamiento ideológico, iniciado con las Escuelas de Instrucción Revolucionaria y la alfabetización se extendió al sistema educativo.

El 3 de diciembre de 1999 la protesta “espontánea” escenificada por los mil miembros de las Brigadas Técnicas Juveniles ante la Oficina de Intereses de Estados Unidos, la Batalla de Ideas tuvo su acto inaugural. A continuación se pusieron en marcha cientos de programas a los que —según el propio Fidel Castro— dedicó “más de siete mil horas de provechoso e inolvidable esfuerzo”.

Los recursos empleados y la dimensión son medibles: se compró un millón de televisores a China; se inauguraron miles de salas de televisión; se adquirieron dos nuevas y modernas imprenta; se construyeron miles de obras de educación, salud e instituciones culturales; se crearon dos nuevos canales educativos; unos diez millones novecientos mil cubanos participaron en las 161 Tribunas Abiertas y otro tanto en las dieciocho Marchas efectuadas; se realizaron mil treinta mesas redondas y se creó el súper ministerio de la “Batalla de Ideas”, que manejaba más recursos que cualquier otro ministerio. Datos demostrativos de que el control totalitario lo puede todo, pero a la vez lo destruye todo.

Para encabezar al Estado Mayor de la “Batalla de Ideas”· se designó a Otto Rivero, entonces secretario General de la UJC. Cinco años después Otto y sus subordinados fueron defenestrados.

A manera de conclusión

La batalla de ideas ocasionó un incalculable daño antropológico generalizado. Uno de sus peores resultados fue la cantidad de jóvenes talentosos, que por actuar, discrepar, negarse a ser miembro de la UJC o siéndolo, no pudieron ingresar a la enseñanza superior y/o fueron separados o expulsados de las universidades y de los centros de investigación, como lo ha venido documentando y demostrando en sus informes mensuales el Observatorio de Libertad Académica.

Las manifestaciones masivas de miles y miles de cubanos el 11J –en su gran mayoría jóvenes y las continuas protestas desde esa fecha hasta hoy confirman el rotundo fracaso de la “Batalla de Ideas” y del intento de exportarla al resto del planeta.

La Habana, 3 de octubre de 2022

[1] http://www.cubadebate.cu/especiales/2004/12/06/fidel-castro-en-la-clausura-del-viii-congreso-de-la-ujc/

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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