Entre la adaptación y la irritabilidad

Jueves de Yoandy

El ser humano, como todo organismo vivo, tiene la capacidad de ajustarse a las condiciones cambiantes del medio que le rodea. A esa propiedad intrínseca se le llama adaptación y tiene muchas implicaciones no solo desde el punto de vista biológico. Adaptación es un término que traspasa la ciencia natural para llegar a explicar cómo, sin hablar de estructuras o mecanismos físicos, químicos o biológicos, las personas, grupos sociales, grandes masas de población responden, por ejemplo, ante un fenómeno social.

Me refiero a esta propiedad humana porque es muy recurrente hacer uso de ella sin caer en la cuenta de que es natural, pero no para abusar de algo que nos caracteriza. En nombre de algo que viene codificado en nuestro paquete genético no se puede estirar o recoger la liga cuando se estime conveniente. La situación social es tan compleja que es frecuente escuchar en estos tiempos “aquí hay que adaptarse porque si no…”, “es que tienes que adaptarte” o “si no se adapta que se vaya”. Todas estas expresiones describen una realidad muy compleja, marcada fundamentalmente por temas que escapan del control de cada personas. Entonces lo de adaptación queda mejor planteado ante estas situaciones en términos de subsistencia. Y ¿qué sentido tiene la vida por la subsistencia, por el mero hecho de “ir pasando” o el “ahí, en la lucha”?

Reflexionando sobre cada una de estas expresiones cotidianas podemos inferir, por ejemplo, de la primera, que si no nos adaptamos ¿perecemos? ¿Nos buscamos más problemas que los necesarios? ¿Moriremos en el intento de reformar lo que necesariamente lo amerita y es urgente? Esta filosofía de vida me parece, al menos, una actitud bastante pasiva, cargada de resignación. Pareciera que la adaptación y el inmovilismo, el poco esfuerzo o mucho, pero sin esperanza cierta, caminaran de la mano y forjaran una personalidad que asimila, fácilmente, todo aquello venido de fuera. Y ni en biología, por donde comenzó esta columna, suele suceder así. El proceso adaptativo transcurre a la par que reajustes internos, variados y complejos mecanismos de ajuste de dinámicas propias, engranaje recíproco entre lo propio y lo foráneo.

“Es que tienes que adaptarte” denota un imperativo que conduce a cuestionar siempre de dónde viene, quién lo propone, ¿alguien “plenamente” adaptado o convenientemente resignado? He aprendido que en la vida no siempre “toca” hacer esto o aquello, hay que dar también espacio a la libertad de creación, a que la mente produzca y luego pase por el filtro de la razón. No somos máquinas. El proceso es largo y transcurre también en interacción con todo y con todos. Tampoco en biología los organismos muestran un comportamiento similar bajo condiciones ideales en un laboratorio que cuando se encuentran en sus hábitats naturales. Quizá esa pueda ser la causa de la no-adaptación de muchos que concluye, en la mayoría de los casos, en la relativización, el escapismo o la anomia social.

El “ahí, en la lucha” se asocia más a una especie de darwinismo social, del sálvese quien pueda, del campo de batalla, del resistir y vencer, que a la actitud que parece lo mismo, pero no lo es, del resiliente, que soporta la prueba y busca salidas viables, pacíficas y coherentes con cada experiencia vivida. Preceden a la adaptación, que podría ser una justificación para todo, la búsqueda de causas externas e internas, que conduzcan a soluciones propias.

Otra propiedad de la materia viva es la irritabilidad, que es la capacidad de reaccionar a las variaciones del entorno. Entonces que primen, entre la adaptación y la irritabilidad, la participación ciudadana, la responsabilidad social, la generación de propuestas y el compromiso cívico con el momento histórico, la condición biológica y la realidad social.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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