José Luis Casaseca y Silván

Martes de Dimas

Entre las figuras nacidas en otras latitudes, que por sus aportes al progreso tienen un lugar reservado en la historia de Cuba, se encuentra José Luis Casaseca y Silván (1800-1869), científico, químico y tecnólogo industrial, nacido en Salamanca, España.

A Casaseca le toco vivir la época en que la química, resultado de un largo proceso de investigaciones se convirtió en ciencia. El punto culminante fue el descubrimiento realizado por el químico francés, Antonio Lorenzo Lavoisier, acerca del papel del oxígeno en la respiración y la formulación de ley de la conservación de la materia.

El interés despertado por ese avance se reflejó en la industria con el descubrimiento del cloro, del acido sulfúrico y de otras sustancias empleadas en la industria textil, que en ese momento constituía el eje del desarrollo de la Revolución Industrial.

En ese contexto Casaseca, graduado en 1822 de Licenciado en la Universidad de París, en su trabajo “Análisis de una nueva sustancia mineral”, en 1826, expuso su descubrimiento de la “thenardita” (forma mineral del sulfato de Sodio), a la que bautizó con ese nombre en honor a su profesor y científico Louis Jacques Thénard; en 1827 tomó posesión de la cátedra de Química Aplicada a las Artes, del Real Conservatorio de Artes de Madrid, donde ejerció como catedrático; en 1833 asumió la dirección de la Real Fábrica de Gas en Madrid y fue Comisionado por el Gobierno de España para estudiar los avances resultados de la Revolución Industrial en Inglaterra.

Admirador del avance científico y tecnológico que tenía lugar en Inglaterra, cuando Casaseca  que se sentía frustrado por el atraso que presentaba España, Ramón de la Sagra[1] -naturalista y economista español- nombrado Profesor de Historia Natural en Cuba, le propuso emigrar a la Isla donde había interés en la aplicación de los adelantos científicos a la producción.

En La Habana, desde 1791, cuando la ciencia no desempeñaba un papel importante en los proyectos de cátedras o escuelas de agricultura, el hacendado Juan Manuel O’Farril había expuesto la conveniencia de fundar una escuela práctica de agricultura; en 1793 otro hacendado, Nicolás Calvo, promovió un proyecto de escuela de química para los maestros de azúcar; y en 1836 la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en los meses previos a la llegada de Casaseca hacía hincapié en la necesidad de aplicar los conocimientos químicos a la agricultura, estimulaba la institucionalización de las investigaciones científicas y aspiraba a contar con una cátedra de química dirigida a la producción azucarera.

En ese escenario, el recién llegado -considerado el primer científico en percatarse que los países capitalistas avanzados habían entrado en una verdadera revolución industrial- se esforzó por determinar si esa revolución podía incidir en el desarrollo técnico y económico de Cuba; lo que explica la actividad desarrollada en La Habana:

Inauguró la Cátedra de Química de la Real Junta de Fomento (1837-1841); atendió la Cátedra de Química de la Real Junta Superior Gubernativa de Farmacia (1839-1842) y la Cátedra Especial de Física y de Química aplicada a la industria y a la agricultura (1845-1849), en la cual, al pronunciar el discurso inaugural, manifestó su disposición de aplicar los resultados más recientes obtenidos en Francia y Alemania en plantas y terrenos. Para ello planteó la creación de un laboratorio de investigaciones químicas.

Casaseca fue el primero en Cuba que, de forma sistemática, impartió Química Experimental durante 22 años y el primero en institucionalizar la actividad de investigación independiente de la docencia. Fue, además, el principal promotor y asesor de los plantadores cubanos para la introducción en Cuba de los evaporadores al vacío y otros equipos que revolucionaron la producción azucarera. Era la gran cabeza técnica de lo que él mismo consideraba la revolución industrial cubana[2].

Casaseca tuvo el mérito de lograr la fundación de una institución dedicada, de manera exclusiva, a las investigaciones químicas, cuando los laboratorios mas conocidos de Europa funcionaban como cátedras docentes. En 1848 -trece años antes de la  creación                                                                                                                                                                                                                                  de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana– fundó el Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana, uno de los primeros laboratorios de química en el mundo dedicado exclusivamente a la investigación industrial, donde se ocupó, especialmente, de las aplicaciones químicas a la producción azucarera hasta 1859.

Paralelo a su labor investigativa desempeñó un papel destacado en la formación profesional de sus discípulos en varias disciplinas, como el caso del farmacéutico José Sarrá, fundador de la farmacia que aún lleva su nombre en La Habana Vieja. Fue también, quien convenció al padre de Álvaro Reynoso para que su hijo, que era su discípulo predilecto en el Colegio San Cristóbal de Carraguao, estudiara química en Francia. Allí Reynoso se convirtió en uno de los químicos más avanzados de su época y fue quien lo sustituyó en la dirección del Instituto de Investigaciones Químicas en 1859.

Entre otras funciones atendió la Escuela General Preparatoria y dirigió los Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana.

Por su labor y aportes -reconocidos dentro y fuera de Cuba- Casaseca fue Miembro de la Real Sociedad de Amigos del País de La Habana; de la Sociedad Zoológica de Londres; Corresponsal de la Sociedad de Farmacia de París; Miembro de la Sociedad de Historia Natural de Montpellier; y Académico de Número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid.

Por su obra científica y práctica, aunque no era cubano de nacimiento, José Luis Casaseca, considerado padre de la química cubana, tiene un lugar reservado en nuestra historia.                                                                 

La Habana, 30 de octubre de 2019

[1] Ramón de La Sagra, fundador y director del Jardín Botánico y de la Institución Agrónoma de La Habana, quien desarrolló una encomiable labor docente combinada con el ensayo de nuevos cultivos, sentó las bases para la institucionalización de la enseñanza de la Botánica en función de la agricultura.

[2] Manuel Moreno Fraginals. “El Ingenio”. T.1, p.220. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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