Hace mucho, creo que cuando debí hacer unos agradecimientos formales en mi tesis de grado y me extendí unas cuatro páginas y edité un pequeño video, leía que el exceso de agradecimiento es uno de los pocos excesos permitidos. Entonces, todas las muestras de gratitud que se puedan ofrecer durante nuestra vida serán los mejores indicios de una convivencia civilizada y basada en la universalidad del amor.
En los últimos tiempos, ante la situación que atraviesa el mundo con la expansión del coronavirus, a la par que se ha presentado un panorama desolador para la humanidad, se han mostrado múltiples signos de caridad. El alma humana ha expresado lo mejor de sí, mostrando el cultivo de la espiritualidad, brindando la mano amiga, ejerciendo el servicio silencioso pero efectivo. Algunos le llaman a este fenómeno “acordarse de Santa Bárbara cuando truena”. Yo prefiero entenderlo como la espiritualidad intrínseca del alma humana, que a veces con lo arremolinado de la vida, las comunicaciones virtuales excesivas y la escasa educación ética y cívica no tienen tiempo y espacio para ejercitarse lo suficiente.
Estamos viviendo situaciones especiales. Han sucedido eventos a nivel mundial que serán recordados para toda la historia de la humanidad. Los signos proliferan en esta época donde nos hemos detenido a reflexionar y valoramos más que nunca una sonrisa, un beso y un abrazo. Eso sí: la espontaneidad cobra vida y supera todo aquello planificado, coordinado e inducido. Es por ello, quizás, que algunos deseen mostrar su gratitud en las redes sociales, a través de una llamada telefónica, un mensaje de texto, una reflexión escrita o una oración desde el silencio y la intimidad. Lo otro, lo que puede ser llamado iniciativa, se contradice cuando se le pone el calificativo de “coordinada”.
No son tiempos de consignas. Transitamos por una etapa de recogimiento, de oración para quienes profesan la fe o todo el que quiere expresar sus creencias, pero en ningún caso de ataque, de tarea de choque, de ofensa o de politización de la situación, por muy relacionada que esté esta crisis de salud con las políticas públicas y escenarios socioeconómicos y políticos de cada país.
No aprovechemos el aislamiento y/o el distanciamiento, que ya suponen una pérdida del calor humano, para dividir, desintegrar el tejido de la social, atacar al que piensa diferente o desacreditar a la sociedad civil. Cualquier gesto que consista en una buena acción, venga de donde venga, debe ser bienvenido. Desterremos de nuestro vocabulario por estos días, y para siempre, las palabras que hagan más daño que el propio silencio y la inacción. Agradezcamos a todo el personal sanitario, a los visibles y a los anónimos, que cumplen el deber con responsabilidad y eficiencia. Agradezcamos a los comunicadores que no responden a ninguna hegemonía, sino a la veracidad y a la contribución de preservar la información unida a la tranquilidad ciudadana. Agradezcamos a todas los que con una simple oración interceden por todo y por todos. Recordemos las palabras del Papa Francisco en la reciente bendición Urbi et Orbi: “En esta barca estamos todos”. Y todos debemos remar en la misma dirección, la de la paz, la responsabilidad y el amor.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.