Enrique José Varona: el imperativo de continuar su obra

Martes de Dimas

Un profesor universitario, que leyó el artículo “Alfredo Miguel Aguayo, una figura y una obra a rescatar“, me narró que hace varios años, al impartir una conferencia sobre la historia de la Escuela de Cirugía Dental, en el anfiteatro de la Facultad de Estomatología, preguntó a los alumnos si sabían por qué entre los cuadros de los fundadores de ese plantel se encontraba el de Enrique José Varona, que no era estomatólogo, y ninguno pudo responder. Por esa razón, aprovecho el 174 aniversario del natalicio de ese grande de la pedagogía cubana, para rendirle merecido homenaje.

Nacido el 13 de abril de 1849, en Puerto Príncipe, Varona fue uno de esos cubanos de vasta cultura, adquirida esencialmente de forma autodidacta. De cuerpo débil, complementado con una fuerza espiritual extraordinaria, se unió a los alzados camagüeyanos en 1868, empresa que abandonó por razones de salud. Militó en el Partido Liberal Autonomista, del cuya Junta Directiva fue vocal y redactor de su órgano oficial: El Triunfo; dirigió la Revista de Cuba, espacio de obligatoria consulta sobre la labor intelectual de esa época, y colaboró con otras publicaciones. A la muerte de José Martí, asumió la dirección del periódico Patria. En la República ocupó la presidencia del Partido Moderado. Catedrático de la Universidad de La Habana, aceptó en el gobierno las secretarías de Hacienda e Instrucción Pública. Entre 1913 y 1917 fue vicepresidente de la República. En 1923 presidió el acto de fundación de la Federación Estudiantil Universitaria. Y en 1927 se pronunció contra la Prórroga de poderes de Gerardo Machado. Falleció el 19 de noviembre de 1933.

Varona participó en la política, pero “no fue un político al modo que comúnmente entendemos el concepto. Ni lo que se llama entre nosotros un hombre de partido. No fue jamás un incondicional de su partido […]. Para él, la política era el buen gobierno de la comunidad”[1].

Si bien carecía de formación pedagógica profesional, se consagró a la enseñanza. Convencido que para vivir de otro modo se necesitaba aprender de otro modo, y de que nada sería bueno ni perfecto mientras los hombres no fueran buenos y perfectos, al ser nombrado por el Gobierno de Ocupación como Secretario de Instrucción, Varona, se entregó de cuerpo y alma a esta labor, tanto en lo administrativo como en el ejercicio del magisterio. Su norte lo definió el mismo: “Llamado a dirigir la Instrucción Pública de mi país en estas circunstancias, y sabiendo que era propósito firme del actual Gobernador General reformarla de modo que fuese más eficaz, entendí que era mi deber acometer la difícil empresa, para echar siquiera los cimientos de la obra”[2]. 

Acerca de esa labor reformadora, que abarcó desde la escuela primaria hasta la universidad, expresó:

Nuestra enseñanza debe cesar de ser verbal y retórica para convertirse en objetiva y científica. A Cuba le bastan dos o tres literatos; no puede pasarse sin algunos centenares de ingenieros Aquí está el núcleo de mi reforma. […] Las fuerzas con que cuento para producir ese resultado son: la autonomía que dejo a las Facultades; la libertad de que disfruta el estudiante para satisfacer sus aptitudes e inclinaciones; el estímulo que ha de producir la concurrencia de los profesores no oficiales, a quienes se franquea las aulas universitarias”[3].

Para crear “un ambiente pedagógico fecundo y eficiente”, al decir de Alfredo Aguayo, Varona estableció la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana; primera institución de su clase unida a una universidad de lengua española. Fue precedida en América latina únicamente por el Instituto Pedagógico de Chile.

En 1927 recomendaba a los graduados de ese año; “Pero no se conformen ustedes con los cambios políticos, si a éstos no sigue, para completarlos y afianzarlos, un cambio de orientación social”[4]. En Con el eslabón, precisó: “Toda revolución política se esteriliza, como no abra el camino a una revolución social”[5]. En agosto de 1930, en Mis consejos, enfatizó: “La república ha entrado en crisis, porque gran número de ciudadanos han creído que podían desentenderse de los asuntos públicos. Este egoísmo cuesta muy caro. Tan caro, que hemos podido perderlo todo”[6]. Y en otra oportunidad advirtió: “De todos los monopolios artificiales, ninguno es más pernicioso que el de la instrucción. Y el monopolio existe, ya pretenda ejercerlo un individuo, una clase, un organismo social, ya el gobierno en representación del estado. Junto a la enseñanza oficial conviene que florezca la enseñanza privada”.[7]

Elías Entralgo, en “Una vida sin prisa, pero sin tregua”, escribió sobre Varona: “Ese incesante afán de conocimientos, esa incansable curiosidad cultural, constituyen la más alta expresión de heroicidad: La utilidad de los héroes de espada termina con la hora del triunfo; la de los héroes de la cultura es infinita”[8].

En 1887 José Martí expresaba: “Fundar, más que agitar, quiere Varona. Como cumple aún en las épocas más turbulentas, a aquellos a quienes el desinterés aconseja el único modo útil de amar a la patria”.

Un siglo después de la inmensa labor desplegada en la enseñanza, las universidades cubanas y el sistema de enseñanza en general, monopolizados por el Estado, han derivado en centros para formar súbditos. Con ese propósito, desde 1959 el gobierno cubano se ha encargado de borrar toda huella que conduzca al redescubrimiento de figuras como la de Varona, y en lugar de sus proyecto, ha impuesto consignas excluyentes y discriminatorias, entre ellas: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, o “La Universidad para los revolucionarios”.

La obra de Varona, pilar de la nación cubana, mantiene plena vigencia. Y aunque parezca borrada de la historia, continúa pendiente de realización. Él puso un grano de esfuerzo en el mejoramiento de Cuba y del mundo. Continuar su obra es responsabilidad ética de los cubanos de hoy.

La Habana, 10 de abril de 2023

[1] Entralgo, Elías, Medardo Vitier y Roberto Agramante. Enrique José Varona: Su vida. Su obra y su influencia. La Habana, 1937. P. 192

[2] Enrique José Varona, política y sociedad. Selección e introducción de Josefina Meza y Pedro Pablo Rodríguez. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 199, pp. 209.

[3] Ibídem, pp. 209-212

[4] Ibídem, p. 275

[5] Ibídem, p. 257,

[6] [6] Ibídem, p. 288.

[7] Revista Universidad de La Habana, No. 2, marzo-abril de 1934, p.80.

[8] Entralgo, Elías, Medardo Vitier y Roberto Agramante. Enrique José Varona: Su vida. Su obra y su influencia. La Habana, 1937. P. 15

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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