En los tiempos que vive el mundo hoy, se refuerza la importancia de las gestiones de cada uno de los gobiernos a través de sus instituciones para movilizar las capacidades de gestión en función del bienestar ciudadano, que por estos días para algunos se reduce a la vida. La grave crisis sanitaria que nos afecta, unida a los demás problemas económicos, sociales y políticos que confluyen saca a flote algunos conceptos que siempre han debido estar presentes, entre los que se encuentra el control parlamentario.
El control parlamentario será efectivo en la medida en que el parlamento sea capaz de cumplir sus funciones reales de intermediario entre la voz de pueblo y las decisiones del gobierno, a través de las exigencias de rendición de cuentas, el control y monitoreo de los excesos, y la administración de todas las esferas de la vida pública de un país.
El examen, vigilancia y supervisión del gobierno debe ser desde todos los frentes, empezando por el control ciudadano que, evidentemente, en una democracia representativa se ejerce a través de quienes nos representan ante el Parlamento. Si bien es cierto que los parlamentarios responden a los intereses de los partidos políticos de los que forman parte, el compromiso político exige transparencia, y los mecanismos instituidos para ello podrían servir para exigir la eficiencia y la eficacia en la gestión de gobierno. El trabajo de las comisiones parlamentarias, a través de sus informes de recomendaciones al gobierno, las sesiones parlamentarias, con sus preguntas y debates que equilibren la participación del gobierno y la oposición, la supervisión de la planificación a largo plazo, de las cuestiones de género, el control de la aplicación de las leyes, entre otros mecanismos, son cuestiones que sirven de termómetro para medir la calidad de nuestros sistemas parlamentarios.
El hecho de que exista una amplia gama de instrumentos no garantiza una aplicación eficaz de los mismos. Las interpretaciones erróneas que se le puedan dar a cada uno de ellos, la capacidad de los protagonistas implicados, que dependerá de su dilema entre vocación y profesión y el uso correcto de las herramientas con que dispone, condicionan la efectividad del proceso.
El uso de los Medios de Comunicación Social y las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones ha introducido un cambio de paradigma en todos los ámbitos de la vida política de las sociedades en que vivimos. Tanto para el ejercicio de la política partidista, como para la transmisión del mensaje de los partidos, sociedad civil y el funcionamiento de todo el andamiaje en torno al hombre contemporáneo, son poderosas herramientas que, haciendo un uso racional de ellas, modifican positivamente los mecanismos de control más diversos. Otra cosa es el mantenimiento de viejas líneas de trabajo en base a la propaganda, el show mediático y el poder absoluto de los medios para influir en la conciencia y todos los ámbitos de desempeño de la ciudadanía.
En estos días de cuarentena, los que estamos confinados en casa, repasemos algunas de estas ideas, para poderlas tener siempre presentes, y más que ello ejercitarlas. No vaya a ser que, llegados los tiempos de crisis, agotemos el debate responsabilizando solo a unos, cuando es deber de toda la sociedad civil velar por la salud y el ejercicio ciudadano para la construcción de un verdadero Estado de Derecho.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.