Martes de Dimas
El café, arbusto del género coffea procedente de las regiones tropicales, al igual que el ganado arribó a Cuba de La Española. Lo trajo don José Antonio Gelaber en 1748, quien fundó el primer cafetal en El Wajay.
En los años posteriores a 1760 la oligarquía habanera se proyectaba hacia un nuevo objetivo: hacer de Cuba la primera productora mundial de azúcar y de café. A ese propósito coadyuvaron las características del suelo cubano, apropiado para el cultivo del grano, suficiente tierra donde producirlo, y la Revolución de Haití de 1791. Miles de colonos franceses poseedores de conocimientos, arribaron a Cuba huyendo de la violencia revolucionaria y se establecieron en la región oriental del país, especialmente en zonas montañosas de Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa, donde fomentaron grandes cafetales, y donde hoy se produce más del 85% del café cubano.
Gracias a ese impulso las plantaciones cafetaleras se extendieron, como evidencian los siguientes datos: en 1803 había 108 000 matas de café y en 1807 pasaban de un millón ciento diez mil, entre 1790 y 1805 las exportaciones aumentaron diez veces (Cuba llegó a imponer los precios del café en muchas capitales europeas), y en 1827 el agro cubano contaba con 2 067 cafetales, mientras en 1830 ya era la primera exportadora mundial de café, lugar que ocupaba Haití hasta el estallido revolucionario.
La alta producción cafetalera generó la costumbre de beber café varias veces al día, lo que devino signo de identidad en la vida cotidiana de los cubanos. Esa tradiciónincorporada a nuestra cultura, se manifestó en el aumento de la demanda con un ritmo tal, que obligó a dedicar la producción nacional al consumo y recurrir a la importación para suplir el déficit del grano.
A partir de 1925 los gobiernos dictaron varias medidas proteccionistas que contribuyeron a modificar la relación entre producción e importación. En 1930 el país logró cubrir nuevamente la demanda interior y comenzar la exportación. Según fuentes del Ministerio de la Agricultura, en la década de los años 40 del pasado siglo, Cuba era otra vez la principal exportadora de café en el mundo.
Las medidas gubernamentales y los esfuerzos de los cafetaleros cubanos se manifestaron en el aumento de la producción. En 1946 la cifra fue de 573 713 quintales (26 390,7 toneladas), en 1951 llegó hasta 714 000 quintales (32 844 toneladas), y tuvo su apogeo en la cosecha cafetalera 1960-1961, cuando el país alcanzó las 60 000 toneladas.
Cincuenta años después de ese resultado, la zafra de 2010-2011 descendió hasta seis mil toneladas (10 veces menos). El efecto de tan alta reducción fue tratado por el presidente del Consejo de Estado de Cuba, general Raúl Castro, en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre de 2010, donde expresó: «en el próximo año no podemos darnos el lujo de gastar casi cincuenta millones de dólares en importaciones de café para mantener la cuota que hasta el presente se distribuye a los consumidores, incluyendo a los niños recién nacidos. Se prevé, por ser una necesidad ineludible, como hacíamos hasta el año 2005, mezclarlo con chícharo, mucho más barato que el café, que nos cuesta casi tres mil dólares la tonelada, mientras que aquel (el chícharo) tiene un precio de 390 dólares».*
En la siguiente zafra, la de 2011-2012, sin tomar en cuenta todos los factores que intervinieron en el declive, las autoridades gubernamentales dictaron algunas medidas que lograron un crecimiento productivo. Se produjeron 7 100 toneladas (1 100 toneladas por encima de la zafra precedente). Sin embargo, una de esas medidas consistió en extender el tiempo de la cosecha por encima de lo habitual, con el consiguiente perjuicio para la zafra siguiente. A pesar del costo pagado para lograr ese crecimiento, a ese ritmo, de forma sostenida, se requerirían cuarentaiocho años para igualar las 60 000 toneladas de 1960-61.
Los hechos se encargaron de demostrar la insuficiencia de las medidas dictadas para un crecimiento sostenido. Por ejemplo, en el municipio Niceto Pérez, de Guantánamo, uno de los mayores productores de ese grano, la producción descendió en más de las dos terceras partes.
Una vez más, en lugar de atacar las causas esenciales, se acudió al inútil recurso del llamamiento ideológico. El 20 de septiembre de 2012, Orlando Lugo Fontes, entonces presidente de la ANAP -organización representante de los intereses estatales-, llamó a realizar una zafra cafetalera organizada, pero el desinterés de los productores, el envejecimiento de las plantas y la prolongación del tiempo de cosecha, se encargaron de hacer inútil la arenga del dirigente campesino. El resultado fue una nueva caída de la producción cafetalera.
Durante la cosecha 2013-2014 la producción descendió a 6 105 toneladas, una cantidad inferior a la del año anterior, y diez veces menos que la de 1960-61. Cifra insuficiente para cubrir la demanda nacional, lo que obligó, como había ocurrido en los primeros años del siglo XX, a comprar café en el mercado exterior para completar el consumo nacional, y como había sucedido en 2010 y 2011-años en que hubo que importar 18 000 toneladas- con un costo de decenas de millones de dólares.
Un dato significativo y revelador es que, después de la desbastadora guerra de Vietnam, Cuba envió a técnicos cafetaleros para enseñarlos a producir el grano y hace varios años que Cuba, por su ineficiencia, tiene que comprarle café a los alumnos.
Para la cosecha 2014-15 dos de las provincias orientales del país pronosticaron que esta variaría muy poco respecto a la precedente. En la zafra 2015-16, sin la voluntad necesaria para destrabar las relaciones económicas, el Estadotomó un conjunto de medidas dirigidas a elevar la producción hasta quince mil toneladas, una cifra que, de alcanzarse, todavía está muy lejos de las 24 000 que necesita el país para consumir y exportar.
El control monopólico del Estado, los precios de acopio, las innumerables restricciones a que son sometidos los productores, las prohibiciones para comercializar una parte de la cosecha fuera del compromiso que le impone el Estado, las relaciones de propiedad de la tierra, la inexistencia de un modelo económico capaz de producir con eficiencia y el miedo del Estado a la formación de una clase media, están entre las principales causas del declive cafetalero en Cuba.
La más clara manifestación de ausencia de voluntad política para revertir el fenómeno ha sido la respuesta negativa del Buró Nacional de la ANAP -sin consultar a los productores- al anuncio realizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos de permitir la importación de café cubano a ese país directamente por los productores.
Con esa voluntad característica del totalitarismo, y eludiendo las verdaderas causas, el gobierno cubano insiste, infructuosamente, en producir para el año 2020 unas veinticuatro mil toneladas de café.
* Raúl Castro: «Discurso pronunciado en la ANPP el 18 de diciembre de 2010», Granma, lunes 20 de diciembre de 2010.
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).