Desde el punto de vista de la bioética, la pérdida de valores en la sociedad cubana actual y también a nivel planetario, se debe, entre otras muchas razones concomitantes a las siguientes:
1. No se ha respetado la primacía de la persona humana como sujeto, centro y fin de toda acción social.
Al manipular a la persona poniéndola al servicio de la economía, del trabajo, de la política o de los intereses colectivos, se pierde el valor angular de la sociedad que es que todos estos ámbitos deben ponerse al servicio de la dignidad plena del hombre, como dijera nuestro Apóstol José Martí.
La ideologización excesiva e impuesta ha provocado una doblez sistémica que multiplica lo que Varela llamó “máscaras políticas”. En este sentido se pierden los valores de la honestidad, la sinceridad y la transparencia.
2. Las sociedades autoritarias de todo tipo han causado un daño antropológico que ha lesionado el ejercicio de la libertad con la necesaria responsabilidad.
El autoritarismo, el totalitarismo y el paternalismo, todas expresiones de una enfermedad de la convivencia social, provocan en el plano familiar, como nacional e internacional, una dependencia pueril en los ciudadanos, una inmadurez cívica que desemboca en lo que se ha llamado daño antropológico.
Entiéndase por daño antropológico a las lesiones ocasionadas al ethos de la persona humana, que también repercute en las demás dimensiones fundamentales. Evidencias de este terrible daño a la persona, y que incentivan la pérdida de valores de la que hablamos, tienen lugar cuando dejamos de pensar con cabeza propia; cuando escondemos nuestros sentimientos y vivimos con hipocresía y disimulo, es decir, sin libertad; cuando actuamos de modo diferente a como pensamos; cuando ha habido que esconder la fe para no ser perseguido, perjudicado o presionado. Ante todos estos ejemplos y otras muchas maneras, a veces más explícitas, otras más encubiertas, ante todas estas situaciones, y volviendo a nuestro Apóstol Nacional, repasemos su concepto de libertad.
Por estos motivos se pierden los valores de la responsabilidad personal, de la libertad y de la justicia, de solidaridad y de la subsidiaridad, valores que hacen madurar la soberanía del ciudadano, una moral heterónoma y el responsable cumplimiento de los deberes cívicos intrínsecamente ligados a los derechos humanos, se produce una anomia social que desanima y bloquea los proyectos de realización personal.
3. La educación ética y cívica ha sido eliminada o disminuida en la familia y en la escuela.
La falta de educación ética y cívica ha provocado la ausencia de virtudes y valores que se siembran en la familia, se deben cultivar en la escuela y se deben promover en la sociedad.
Se pierden así las virtudes del respeto por la propiedad ajena, el cuidado de la privacidad y la buena fama, la preservación del medio ambiente y se provoca el desarraigo patrio, la pérdida de la memoria histórica, nacional, latinoamericana y universal. Se incrementa el desaliento, se pierden los valores de la esperanza y la confianza interpersonal.
4. Se ha instalado en la conciencia colectiva un relativismo moral del “todo vale”.
El relativismo moral es no solo una causa fundamental de la pérdida de valores sino, y al mismo tiempo, consecuencia de esa ausencia de virtudes y valores, como la serpiente que se muerde su propia cola.
El “todo vale” del relativismo moral ataca la raíz de todo discernimiento ético, destruye la escala de valores y su implementación en actitudes y acciones éticas. Es una grave discapacidad espiritual y social.
5. El papel de la religión y la espiritualidad se ha querido restringir al ámbito estrictamente privado, individual e interior.
La virtud es la capacidad de ser fuertes por dentro, enteros en el actuar, coherentes entre el pensar, decir y actuar. La pérdida de valores, por el debilitamiento de un humanismo integral de inspiración cristiana, ha provocado una especie de raquitismo moral, o vulnerabilidad ética, que provoca en la persona un carácter débil, una fragilidad estructural y una dislexia de la voluntad.
La privatización de la religión y la devaluación de la espiritualidad y el cultivo del hombre interior, es otra de las causas de la pérdida de los demás valores y de la desertificación de las virtudes personales y sociales.
La fragilidad de la persona humana solo puede ser redimida, reconstruida y fortificada con el auxilio de la religión, la práctica de una fe coherente y el cultivo de una espiritualidad adulta y autónoma trascendente.
Algunas propuestas que pueden contribuir a la búsqueda de nuevos horizontes donde el soporte ético-moral predomine, son las siguientes:
• Rescatar la primacía de la persona humana.
• Desmantelar todo autoritarismo y fomentar la autonomía y empoderamiento personal.
• Promover la educación ética y cívica en todos los ámbitos familiares y sociales y en todos los niveles del sistema educacional.
• Enfrentar el relativismo moral con una escala de valores y un proyecto de vida basado en las virtudes que son la fuente de todos los valores.
• Ampliar los espacios de espiritualidad y libertad religiosa para que las personas puedan escoger libremente la forma de cultivar su mundo interior.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.