La Convivencia en Paz

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Hay una fecha de mayo poco conocida para tratarse de una celebración de todo el orbe. Se trata del Día Internacional de la Convivencia en Paz que se celebra el 16 de mayo desde que fuera proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2017. Quizá por tratarse de una decisión más reciente es que no tiene la repercusión esperada o porque este tema algunas naciones lo tienen apartado, a pesar de ser voceras de su estricto cumplimiento.

También ha sido llamado un día para la paz, la tolerancia, el respeto y la solidaridad entre las naciones. El cultivo de estos valores en escala macro pasa primero por un nivel inferior que es la promoción de ellos a nivel personal y nacional. No podemos ser luz para el mundo si hacia lo interno abunda la oscuridad.

El tema de la convivencia y la fraternidad ha sido abordado desde la antigüedad por filósofos como Aristóteles, quien en su obra “Ética a Nicómano” (349 a. C.), considerada uno de los primeros tratados de moral que se conservan, decía:

“La amistad también parece mantener unidas las ciudades, y los legisladores se afanan más por ella que por la justicia. En efecto, la concordia parece ser algo semejante a la amistad, y a ella aspiran sobre todo, y en cambio procuran principalmente expulsar la discordia, que es enemistad. Y cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia, pero, aun siendo justos, sí necesitan de la amistad, y parece que son los justos los que son más capaces de amistad”.

Contrario a lo que piensan algunos actualmente, dadas las experiencias personales, locales y nacionales, la amistad no siempre está asociada a las malas prácticas y la corrupción. Para Aristóteles la amistad de la sociedad civil podría ayudar a un mejor clima de cooperación entre los diferentes grupos, contribuiría a la salud de las interacciones, fomentaría las alianzas y el clima de respeto de las diferencias. Es decir, la amistad cívica, también conocida como amistad política, deja de ser un sentimiento personal para extenderse a la polis y propiciar la cultura de la paz, el progreso y la convivencia civilizada.

Aristóteles habla de la amistad unida a la justicia. Pareciera que la justicia necesita de la amistad, que esta le anteceda para evitar la discordia, la división de la sociedad y la lucha de clases sociales. Esto viene a complementar la idea de que la amistad no debe ser recluida a la esfera personal y privada, sino debe ser extendida a la esfera pública o política. Desde el punto de vista normativo, la filosofía política ha tenido que ocuparse más de la justicia que de la amistad, pero esta debe ser rescatada como un valor incorporado y vivido desde la misma raíz del pensamiento político.

Estos basamentos filosóficos, que heredamos de la antigüedad, deberían servir de acicate para la práctica cotidiana, sobre todo en sistemas totalitarios que no tienen en cuenta a la persona en el centro de sus relaciones y que fomentan un lenguaje crispado, la confrontación y hasta la lucha de clases violenta. Las ideas de amistad y justicia van de la mano, tienen los mismos objetos y buscan una meta común: la civilización de la paz.

En esta fecha para conmemorar la convivencia internacional debemos reforzar lo que podemos hacer desde la escala personal y transmitirlo, contagiarlo, promocionarlo. Se trata de desterrar de nuestro lenguaje y nuestra forma de actuar todo indicio de intolerancia. A veces cometemos actos imperceptibles, otras resulta peor, porque actuamos en conciencia para salvar distancias, mantener posicionamientos a conveniencia, estableciendo juicios por razones de credo político o religioso, cuestiones étnicas, diversidad social, identidad de género, preferencias sexuales, condiciones físicas y un sinfín de formas que destruyen la convivencia.

La diversidad debe ser siempre vista como una riqueza, no como una debilidad o una competencia para los protagonismos o liderazgos. En la pluralidad y la coexistencia pacífica de todas las variantes reside el verdadero valor de la humanidad. Hannah Arendt, en su obra “Verdad y política” (1996) expresa que:

“Cuantos más puntos de vista diversos tenga yo presentes cuando estoy valorando determinado asunto, y cuanto mejor pueda imaginarme cómo me sentiría y pensaría si estuviera en lugar de otros, tanto más fuerte sería mi capacidad de pensamiento representativo, y más válidas mis conclusiones, mi opinión.”

He ahí uno de los problemas de los sistemas donde no se tiene en cuenta el criterio de la polis, del pueblo, donde la política evade la máxima weberiana de entenderla al servicio de los demás y no como un modo de vida.

La ética de la responsabilidad, que implica preocuparse por los problemas de la persona humana, lleva implícito el requisito de la convivencia. Olvidar las reglas básicas de educación cívica, violar los principios de la fraternidad, cerrar la puerta al diálogo y establecer juicios de valor que generan división y violencia, atentan contra la sana convivencia.

La convivencia traducida en paz no debe ser cuestión de un día al año o una jornada conmemorativa, debe ser el clima permanente de las relaciones humanas, de las relaciones sociales y de las relaciones internacionales. La convivencia debe ser don y tarea, programa y camino que nos conduzca a ser mejores personas para dejar como herencia un mundo mejor.

El Papa Benedicto XVI, en su encíclica social “La Caridad en la verdad” (2009) nos recordaba que:

“El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.

Es decir, ratifica que el fin último de la convivencia, que es el bien común, parte de una decisión personal que luego trasciende a otros actores sociales con capacidad de decisión y liderazgos efectivos.

En la mencionada encíclica, Benedicto XVI hace también referencia a su antecesor Juan Pablo II (en la Encíclica Centesimus annus, 1991):

“El desarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos: ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidad humana. Los «mesianismos prometedores, pero forjadores de ilusiones» basan siempre sus propias propuestas en la negación de la dimensión trascendente del desarrollo, seguros de tenerlo todo a su disposición”.

Es responsabilidad de todos abrir las puertas a la vida en paz. Aceptemos la convivencia como un programa de vida, una escalera hacia una vida mejor, que significa una interacción positiva con el prójimo y la sociedad, al servicio de la familia, la sociedad civil y la Patria. No esperemos el Día Internacional de la Convivencia en Paz, hay que vivir en esa tónica todos los días de nuestra vida.

Por todo lo anterior es que existe el Centro de Estudios y la revista con el nombre de Convivencia. Este es su nombre pero también su programa, su mística y su visión. Todo lo que hacemos, pensamos y proyectamos en este think tank es para contribuir a la edificación de una convivencia fraterna y una amistad cívica en la Cuba que vendrá.

 

 

Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

 

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