Lunes de Dagoberto
Desde hace siglos la Iglesia católica viene celebrando la Fiesta de San Joaquín y Santa Ana cada 26 de julio. Son los abuelos maternos de Jesús de Nazaret. En muchos países del mundo celebran en esa fecha el Día de los Abuelos, como se celebra el Día de la Madre y del Padre y de los Enamorados, entre otros.
Creo que en Cuba deberíamos rescatar esta tradición familiar y de reconocimiento social a los abuelos. Hay más que suficientes razones para esa celebración.
El primer motivo es que los abuelos en nuestra tradición son como el tronco de la familia, su raíz y su savia, fuente de sabiduría y consejo para toda la familia. Mientras viven los abuelos pareciera que la familia se mantiene unida y estructurada alrededor de esa persona de referencia para resolver entuertos propios de los matrimonios jóvenes, para orientar a los niños, para cuidar a los más pequeños de la casa cuando sus padres están trabajando o cuando lo necesiten.
En este sentido es bueno recordar que la primera e insustituible responsabilidad del cuidado, educación y crianza de los hijos es de sus padres. Los abuelos jamás podrán sustituir esa misión, aunque en ocasiones parezca que lo hagan y lo hacen con mucho cariño pero su rol es otro. El cariño de abuelo es diferente al de los padres, la autoridad de los abuelos viene de su dignidad, su sabiduría, su historia y su respetabilidad: es más una autoridad moral y referencial para hijos y nietos, también para yernos y nueras. Ellos son y deben ser los pilares del hogar, de la familia, no importa donde vivan.
En segundo lugar, los abuelos han jugado en Cuba un papel fundamental en la educación que llamamos incorrectamente “formal” como si se tratara solo de “formas” externas o de comportamientos relacionados con la cortesía y los modales. Esto también, pero la esencia de la educación familiar es sembrar y dar ejemplo de buenos sentimientos, de los valores humanos, de la forja del carácter que domestica el talante muchas veces hirsuto y tosco. Los abuelos pueden y deben dar la educación ética, moral y cívica en el seno del hogar: aprender a ser una persona autónoma, única e irrepetible, aprender a convivir con los demás miembros de la familia para ejercitar la convivencia social, aprender a encauzar los sentimientos para que la inteligencia emocional acompañe siempre a la inteligencia racional o intelectual, aprender a actuar con integridad, honestidad y generosidad. Y así ir tallando en el alma de los nietos el amor a la verdad, la bondad y la belleza.
En tercer lugar, pero no el menos importante, los abuelos han sido y deben seguir siendo en Cuba educadores en la fe, sembradores de esperanza, ejemplos del amor cristiano: que es aquel amor-ágape que entrega cariño y servicio sin esperar nada a cambio. La fe se ha mantenido en Cuba por la Gracia de Dios y principalmente por la labor de los abuelos. Los niños que ven a los abuelos rezar, que preguntan por sus imágenes, que los ven ir a la Iglesia y allí pedir por la familia y por sus nietos, son la mejor forma de invitarlos a la vida cristiana, con sus valores supremos, entrenando, poco a poco, su capacidad de sacrificio para cuando vengan las cruces de la vida, con la alegría del que vive confiando en Aquel que no traiciona, que no se muda de nuestras vidas, el Amigo que nunca falla, el compañero de camino que es Luz, Verdad y Vida. Rezar antes de comer, rezar al acostarse, rezar en la enfermedad, son momentos del hogar que no deberían faltar en los hogares cristianos. Rezar ayuda a ser mejor, a vivir mejor, a compartir mejor.
Hay otras muchas razones y motivaciones para celebrar el Día del Abuelo en Cuba: el cultivo de la ternura en una sociedad tan dura y machista, de la honestidad en una sociedad tan miedosa y con tantas caretas, de la entrega generosa y servicial en una sociedad cada vez más individualista y materialista con el “salvase el que pueda”… Y otras muchas más.
En lugar de desterrar a los abuelos del devenir diario del hogar para que sea una pieza de museo en el último cuarto, el de los tarecos y lo viejo, nuestros hogares deberían honrar y querer a sus abuelos como aquellas columnas antiguas, que hoy dan testimonio de que hay en la familia y en el hogar valores imperecederos, y que la tercera edad puede ser vital, esperanzadora y utilísima para la unidad y la felicidad de la familia, que es y debe seguir siendo, lo primero y principal.
Y que vivan todos los abuelos. Lo dice uno que es tremendamente feliz con sus tres nietos.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. - Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.