El arte de “des-informar”

Los seres humanos contamos con capacidades fundamentales que nos distinguen del resto de los animales: el pensamiento y el lenguaje. Como todas las cosas en la vida, estos pueden ser empleados en beneficio o detrimento de la persona humana. Dependerá de las intenciones que se persigan y del grado de educación con que se cuente. 

Un ejemplo que pone de manifiesto lo anterior es cuando necesitamos de información clara y precisa en una oficina de atención a la ciudadanía de una entidad o sector determinado y, cuando logramos que nos atiendan, salimos peor informados que cuando entramos, o con una información que no es la más adecuada y nos conducirá a nuevas trabas por el camino. Información es poder, escuchamos a menudo. Pero información también implica el deber de transmitirla adecuadamente cuando se trata de un servicio a los demás. Es lo que podemos nombrar como la función social de determinada información. 

Las personas y entidades destinadas al trabajo con el público, atención a clientes y oficinas de información, en general, deben contar, además, con una gran dosis de paciencia, buen trato y respeto. Constituyen la cara visible de cada empresa o centro laboral; son la imagen de toda la estructura que se esconde detrás, y a la que muchas veces no tenemos acceso directo. Los problemas cotidianos que van desde asuntos del hogar hasta el salario que no llega a fin de mes, no pueden ser motivo para maltratar a la otra persona; mucho menos para desinformar. 

Leemos en las misiones, visiones y actividades específicas de muchas entidades, que su deber fundamental es ofrecer un trato amable, profesional y considerado. Compruébelo usted mismo al realizar un trámite burocrático en el que al menos requiera interactuar con un funcionario determinado. 

Los cubanos sabemos exigir mucho en los escenarios correspondientes a nuestras zonas de confort, pero cuando se trata de hacer valer un derecho a la intemperie y ante la rigidez de una institución, el discurso a veces no se sostiene y pierde fuerza. Con el cumplimiento de la Ley de protección al consumidor tendremos un camino adelantado. Y entonces evitaremos que, asimétricamente, se diga que se trata de un error humano cuando la mala información viene “de arriba”, mientras que si el error es del ciudadano no es entendido bajo las mismas condiciones naturales.

Los seres humanos, iguales en dignidad, estamos llamados a comunicarnos en base al respeto y la cordialidad para que no nos dañemos unos a otros. 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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