Martes de Dimas
La libertad de comercio y la introducción masiva de esclavos marcaron el fin de la factoría e inauguraron el proyecto económico mejor estructurado en la historia de Cuba, pero un proyecto excluyente.
Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), estudió humanidades en el Seminario San Carlos, obtuvo el título de Bachiller en Derecho Civil en la Universidad de San Jerónimo de La Habana y el de abogado en la Universidad de Madrid. Apoderado del Ayuntamiento de La Habana, destacado promotor de la Sociedad Económica de Amigos del País y del Real Consulado de La Habana, representante de Cuba en las Cortes de Cádiz de 1812, miembro del Consejo de Indias y de la Junta Real para la pacificación de las Américas, Consejero de Estado en 1820 y Superintendente de Hacienda en 1824 fue el principal ideólogo de la oligarquía criolla después de Félix de Arrate.
Sus ideas- dirigidas a convertir a Cuba en la colonia más rica del mundo- están contenidas en innumerables trabajos, dos de ellos significativos para el presente análisis:
El Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla (1792), en el que analiza integralmente las características de una empresa fabril, desde el flujo de producción hasta el mercado.
Y resultan grandes perjuicios de que en Europa se haga la fabricación del refino (1794), obra pionera del pensamiento económico que sirvió de fundamento para el establecimiento de refinerías en Cuba y la fabricación del aguardiente rum.
Si la ocupación de La Habana por los ingleses creó las premisas para esos objetivos, la ruina de Haití brindó la oportunidad para su realización. El aumento de los precios resultado de la tragedia haitiana generó el boom azucarero y cafetalero que envejeció abruptamente las formas institucionales, administrativas y jurídicas de la colonia. Aprovechando la oportunidad, en 1791 Arango y Parreño argumentó la ocasión excepcional que se presentaba a Cuba si desarrollaba su agricultura antes de que Haití lograra rehabilitarse del efecto de la revolución. Había que mirar a la vecina isla decía no sólo con compasión, sino con ojos políticos.
Los hacendados cubanos, portadores de las ideas y dueños de la tierra, de las máquinas y de la mano de obra, optaron por una economía pura basada en la explotación indiscriminada de los negros esclavos. En su representación de febrero de 1789, Arango y Parreño criticó la ausencia de España en el tráfico de esclavos africanos, indicó las formas de hacerlo y recomendó la libertad absoluta para esos fines. Sus recomendaciones tomaron cuerpo en las cédulas que autorizaron la importación de esclavos. Si de 1521 a 1763 se importaron 60 000 esclavos, a partir de 1789 el comercio de esclavos generó un crecimiento de la población negra que superó en número a la blanca, lo que incidió de forma decisiva en nuestra cultura, identidad, idiosincrasia y en el proceso de conformación de la nación.
La hegemonía del azúcar transformó la geografía y la sociedad colonial. Para 1830 Cuba se había convertido en la primera exportadora mundial de azúcar, café, mieles (melaza), aguardiente y cobre, y estaba entre las primeras en cera, miel de abejas y tabaco; mientras la población negra superaba en número a la blanca.
Ante las potenciales sublevaciones masivas de esclavos Arango y Parreño expresó en las Cortes Españolas: la libertad de su clase antes que la libertad del esclavo; los españoles antes que los africanos; los ciudadanos antes que las gentes de color; el gobierno antes que las llagas y vicios del cuerpo social. Ideas que constituyeron el fundamento de la plantación, colonial, esclavista y burguesa.
La oligarquía cubana, atrapada en un conflicto insoluble -libertad para su clase y esclavitud para los negros- se enriqueció, pero esa riqueza selló su suerte y dejó una profunda huella en la sociedad cubana: la discriminación racial que hoy continúa reproduciéndose. Fue un proyecto económicamente exitoso, pero de tristes consecuencias éticas, políticas y sociales.
El pragmatismo de las cajas de azúcar, que criticaría el padre Félix Varela, fue un intento de desarrollo económico basado en la exclusión que atraviesa nuestra historia hasta el presente. Cierto es que Arango y Parreño fue quizás el primero que hablara de “patria”, pero de una patria excluyente.
Quizás, aunque no fue el propósito, su mayor aporte fue haber demostrado lo nefasto del progreso de un grupo social en detrimento de otro. Se puede crecer en la economía o en cualquier otro ámbito, pero no se puede progresar; mucho menos conformar una nación basada en la injusticia social. Tarde o temprano ese proyecto, sueño o utopía tenía que sucumbir y sucumbió: Cuba, la primera productora mundial de azúcar terminó sumida en el horror, la sangre, el odio y los prejuicios raciales.
Lleida, 28 de julio. Enviado el 31 de julio para el martes 14 de agosto
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).