“De nada sirve el conocimiento si no nos cambia el comportamiento” es una frase anónima que bien podríamos ponerla en boca de cualquiera de nosotros; o más que ponerla en boca, ponerla en práctica. Aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo no siempre la sabiduría, la inteligencia, la información, el conocimiento en general, ha sido puesto al servicio de la humanidad o, en menor escala, ha servido para hacernos mejores personas.
No voy a referirme a los grandes descubrimientos, por ejemplo los protagonizados por genios como Einstein, prefiero abordar sobre cómo el conocimiento más primigenio, más básico, más elemental, podría conducirnos hacia la elevación no solo de la calidad de vida en cuanto a bienes materiales, sino a la convivencia pacífica, fraterna y civilizada. La superación personal y de una sociedad que hace más cultos a sus hijos debe verse reflejada en personas que, entre otros rasgos:
• Poseen comportamientos éticos y cívicos basados en la formación de valores, el cultivo de la moral y las buenas costumbres, el mantenimiento de las tradiciones más genuinas de la matriz cultural cubana, y la certeza de que la educación comienza en la cuna y no termina hasta la muerte.
• Diseñan un proyecto de vida donde se aplican las experiencias anteriores, aquello que llamamos moral vivida, es decir, un camino donde el sistema prueba – error conduce a escalones superiores en el proceso de crecimiento espiritual.
• Establecen un estilo de vida con una mayor coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, lo que refleja la integridad de la persona humana, y no esa categoría de “integral”, que bajo los cánones actuales en Cuba, puede significar todo lo contrario.
• Aumentan su inteligencia emocional, que no significa para nada ser un as en las materias científicas, sino que, a través del ejercicio de la profesión, se vayan descubriendo nuevas habilidades, se profundice en otras dimensiones cognitivas, se modifiquen los espacios de desempeño en cuanto a relaciones humanas, redes de intercambio, el saber comportarse, compartir y expresarse adecuadamente.
• Pueden hacer un mejor análisis de la realidad mediante la evaluación de los riesgos y beneficios de cada acción personal y social, lo que permite la movilización de los niveles de conocimiento en función de la verdad, el desarrollo y la dignidad de la persona en los ambientes más diversos.
Los avances de la ciencia, el fenómeno del positivismo y los conocimientos en todas las áreas del saber no pueden concebirse para deshumanizar al hombre, sino para ser mejores como personas y como sociedad. Es lo que el venerable Padre Félix Varela llamaba la conjunción de ciencia y conciencia en pos del progreso humano. En esta “época de las grandes angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del relajamiento del hombre a niveles insospechados” (Juan Pablo II, 1989), encaucemos nuestros saberes en la dirección de fortalecer el alma personal y nacional, y proyectémonos hacia el futuro.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.