Un año crítico y los caminos de la paz y la esperanza

Lunes de Dagoberto

Estamos terminando un año crítico. 2019 ha sido para Cuba y la comunidad internacional, especialmente para América Latina, un año crispado de incertidumbres, conflictividad y empeoramiento de la crisis económica y social que venimos padeciendo los cubanos por muchos años.

Constatar esta realidad puede ser considerado por algunos como pesimismo, por otros como parcialidad en el análisis de la realidad. Otros quisieran que solo viéramos en ese análisis el “vaso medio lleno” y le atribuyamos el “medio vacío” solo a factores externos sin reconocer la causa principal de la situación de Cuba hoy: el modelo cubano no funciona.

El atrincheramiento, la confrontación, la represión y un ambiente de beligerancia y desconfianza entorpecen el camino hacia los cambios necesarios y estructurales. En este contexto se nos pide que tengamos esperanza. Incluso el Papa Francisco ha enviado su Mensaje por la 53 Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2020 y le ha titulado:

La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica.”

Convivencia se honra en publicar tan importante mensaje que considera lleno de sugestivas propuestas para Cuba. Quisiera subrayar solamente dos de ellas que estimo de fundamental urgencia para nosotros los cubanos:

  • La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas.

Cada vez que escucho algunas exhortaciones a vivir una “esperanza” que supone obviar la realidad en la que se vive, mirar para otro lado, no tener una visión futura en la que se identifiquen los cambios y los medios para realizarlos; cada vez que ante una crisis galopante o ante la constatación del “daño antropológico” que verificamos a cada paso en nuestras vidas, recibimos, venida de las autoridades civiles o religiosas, una exhortación que disimula la realidad, no la enfrenta y asume en todas sus dimensiones o sencillamente adormece nuestras conciencias, lo que me suscita es rechazar esa “esperanza” como alienante, como adormecedora de las conciencias críticas, como “opio del pueblo”, venga de donde venga.

Es por ello que considero que no puede haber auténtica esperanza con alienación de la realidad, no puede haber verdadera esperanza con mensajes populistas, acomodaticios, acríticos o adormecedores que conducen más bien al disimulo y al escapismo. La “fuga mundi” es hoy el rostro más reconocible de la esperanza en Cuba. “Aquí, escapando”, es una letanía cotidiana; aquí, buscando una “salida” pero no una solución dentro de Cuba, sino escudriñando posibles rutas inimaginables para escapar del país. O, de no ser posible, huir de la realidad aquí, en un “inxilio” o “amurallamiento” interno mientras se esperan tiempos mejores.

Ante estas realidades el primer aporte del Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz expresa:     

“La paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. Esperar en la paz es una actitud humana que contiene una tensión existencial, y de este modo cualquier situación difícil «se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino».1 En este sentido, la esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables.”2

He aquí tres condiciones, para esperar con los pies bien puestos en la tierra. Este puede ser un itinerario para una esperanza encarnada, comprometida y profética en medio del pueblo cubano:

  • “cualquier situación difícil «se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta”
  • si podemos estar seguros de esta meta”
  • “si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”.

Siguiendo estos tres síes condicionales que sugiere el Papa, cada cubano que busca o necesita esperanza, deberíamos tratar de respondernos si hemos encontrado personalmente alguna respuesta a esas condiciones de la esperanza y si, solo si las hemos encontrado, entonces compartirlas con los demás. Los padres de familia, los educadores, los pastores de las iglesias, los activistas sociales, los animadores de comunidad, las autoridades de todo tipo, solo encontrarán una sólida argumentación a sus exhortaciones a la esperanza si estas van precedidas de propuestas que respondan a este camino de esperanza y de paz. Solo así “cualquier situación difícil se puede vivir y aceptar”. Apliquémoslo a nuestra realidad:

  • “Si lleva hacia una meta”: Con frecuencia pedimos esperanza sin meta creíble, alcanzable, evaluable, de la cual seamos en parte responsables. No se puede esperar sin otear el horizonte, sin saber hacia dónde se quiere ir, sin tener clara la meta. Es por ello que la gente emigra, porque su meta es llegar a una tierra que le ofrece metas, oportunidades, futuro cierto, no promesas, dilación, pérdida de año tras año. Quien quiera ser animador de esperanza en Cuba debe proponer claramente hacia dónde invita a ir, cuál es esa meta, describirla, y proponer los medios y las etapas evaluables para alcanzarla. No tienen que ser metas gigantescas, basta con que sean los pequeños sueños de cada ciudadano y de cada comunidad.
  • “Si podemos estar seguros de esa meta”: ¿Por qué los cubanos arriesgan la vida en el mar, en las selvas, en las bodegas de los aviones y no quieren arriesgar aquí trabajando por los cambios en Cuba? Una respuesta pudiera ser porque parece que tienen la seguridad de la meta y por eso arriesgan la inseguridad del camino La vida de sus familiares ha cambiado cuando se han marchado. La vida de sus amistades ha cambiado cuando se han ido del país. No es que vayan a un paraíso terrenal. Eso no existe en ninguna parte de este mundo. Se trata de que en cualquier latitud donde haya libertad, oportunidad y justicia, el sacrificio personal y el trabajo te permite progresar en la vida. Tener proyectos alcanzables. En una palabra, que el sacrificio tenga sentido. Sin una cierta dosis de seguridad personal, de confianza en los propios esfuerzos, de creación de condiciones de seguridad ciudadana y cumplimiento de las promesas nacionales, no es posible la esperanza. La desesperanza nace de la desconfianza en la eficacia de los proyectos. Si cada año en nuestro país no se ve el avance, más bien lo que se percibe es retroceso, o estancamiento, la meta se difumina, se aleja, se oscurece. Así no se puede promover una esperanza afincada en la realidad y la potencialidad de los ciudadanos.
  • “Si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”: Por último, pero no lo menos importante la meta tiene que ser “grande”. Esto no significa que abarque a todos, que sacie todas las expectativas, que satisfaga toda la justicia para todos. Esto es inalcanzable en esta vida. Es una utopía gastada, vieja y desprestigiada. Una “meta grande” es aquella que es proporcional al esfuerzo. Es aquella que aunque no lo alcance todo, permita pasar “de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”.3 Una meta grande es aquella que se va construyendo paso a paso, “bloque a bloque” y que te permite “ver” el progreso personal, familiar, grupal, nacional, internacional. Lo “grande” no tiene por qué ser lo enorme, grande es el cariño de una madre y se expresa en la sencillez de la cotidianidad. Grande es aquello que concreta un pequeño sueño que no se tiene que posponer año tras año. Grande es realizar nuestros pequeños proyectos de vida, aquellos logros que nos hacen felices. No hay esperanza si las pequeñas metas no llegan, si el esfuerzo y el sacrificio que nos piden son desproporcionados con relación a lo que obtenemos y no solo en lo material sino en las cuotas de realización personal, familiar y nacional.

El segundo aspecto que quisiera destacar del Mensaje del Papa Francisco para la Jornada de la Paz 2020 es una sola y sencilla frase de ese gran poeta, santo y místico español, San Juan de la Cruz:

Se alcanza tanto cuanto se espera”:4 He aquí una actitud que sana nuestras faltas de esperanza. Es la confianza que vence al miedo de no poder, de no llegar, de no alcanzar “la meta” que vale la pena. Esta frase se hace “llama viva”, se encarna en persona, en aquellos cubanos y cubanas que, a pesar de todo, perseveran firmes en la esperanza, se afincan en una esperanza que no defrauda, ahondan buscando la meta que los hace felices, transmiten la seguridad de poder alcanzarla, que han descubierto, poco a poco, en el bregar cotidiano y podemos ver en ellos, porque lo traslucen con obras y actitudes, que han descubierto que por la meta que han identificado vale la pena entregar el esfuerzo y el sacrificio porque les dan sentido a su vida.

Esos cubanos alcanzarán cuanto esperan, no importa si le creemos o no, no importa si ahora son los descartados en su familia, en sus iglesias, en sus ambientes sociales. Así lo vivió el místico español que dio este testimonio en una obra inmortal que recomiendo a todo cubano, crea o no: “La noche oscura”. Así lo vivieron Las Casas, Varela, Martí y tantos otros que identificaron la meta, lucharon por ella y ahora vemos que su esfuerzo deja vivo su ejemplo. Así lo han vivido nuestras abuelas y nuestros padres, que nos transmitieron la vida, la fe y una esperanza a prueba de fuego. Así lo están viviendo nuestros hijos que, en medio de la “noche oscura” se han enfocado en una meta, se han enamorado de ella y le han dado con ella sentido y proyecto a sus vidas, a pesar de todo.

Que en el año 2020, muchos cubanos tengamos “esa vista” para otear el horizonte, identificar nuestras metas, buscar por dónde está la salida que nos conduce a ella y no nos regrese al “laberinto”. Esos son mis deseos para que en esta etapa crítica de nuestras vidas superemos la continuidad “de lo mismo con lo mismo” que conduce al callejón sin salida de la desesperanza, la alienación y el escapismo que desangra a nuestra querida y sufrida nación y podamos, con los instrumentos de la paz como el respeto a la diversidad, el diálogo y la “conversión antropológica”, avanzar por los caminos de la verdadera esperanza que no defrauda, aquella que se afinca en los cambios que abran las puertas de Cuba hacia un futuro libre, justo, próspero y feliz.

Y porque hay cubanos que ya lo han logrado en sus vidas, a pesar de todo, mantengo y renuevo yo mi esperanza.

¡Feliz año 2020, que sea nuevo de verdad!

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

Referencias

  • Benedicto XVI, Carta encíclica Spe salvi (30 noviembre 2007), 1.
  • Mensaje del Papa Francisco para la 53 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2020, 1.
  • San Pablo VI. Carta encíclica Populorum Progressio, 20.
  • Cf. S. Juan de la Cruz, Noche Oscura, II, 21, 8.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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