Albear, un patriota de la construcción

Martes de Dimas

En Cuba las figuras que desde la paz han contribuido a forjar la patria y la nación, reciben un tratamiento discriminatorio respecto a los que lo han hecho desde las armas. A los hechos de naturaleza violenta se les divulga como paradigma a seguir y se arraigan en la conciencia hasta establecer una falsa identidad entre guerras e historia, entre revoluciones y patriotismo.

Francisco de Albear y Lara (1816-1887), estudió ingeniería en España, en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara. Se graduó con el grado de Teniente y al regresar a Cuba en 1845 -cargado de cultura y prestigio profesional- fue ascendido al grado militar de Coronel y nombrado Director General de Obras Públicas de la Real Junta de Fomento de Agricultura y Comercio de la Isla de Cuba; responsabilidad desde la que  emprendió una labor tan fecunda que resulta imposible reflejarla en una decena de párrafos.

Entre la reparación del Convento de San Agustín en La Habana -su primera obra- y los proyectos del ferrocarril y la carretera central, se encuentra todo lo destacado en materia constructiva de su época, entre ellos: el Cuartel de Caballería de Trinidad, el reconocimiento del río Zaza para su canalización, el estudio de los muelles de Cienfuegos para su ampliación, la Lonja del Comercio, el Jardín Botánico y la Escuela de Agronomía; los muelles, tinglados y grúas del litoral habanero; las calzadas que partían de la capital hacia las regiones circundantes; la instalación de las primeras líneas telegráficas de Cuba; el levantamiento del plano de La Habana. Pero su obra cumbre, una de las sieta maravillas de la ingeniería cubana de todos los tiempos fue el acueducto que hoy lleva su nombre.

El abastecimiento de agua potable en la Habana colonial constituía un problema crítico. Los intentos por resolverlo se concretaron en la construcción de los dos primeros acueductos: La Zanja Real, un canal descubierto de unos diez kilómetro de longitud construido en la segunda mitad del siglo XVI para trasladar las aguas desde el río La Chorrera y el Fernando VII, edificado en la primera mitad del siglo XIX para conducir el agua mediante tuberías de hierro y redes de distribución.

A pesar de esos dos acueductos, de 895 aljibes y 2 976 pozos existentes, en 1846 el abasto de agua continuaba siendo insuficiente. Ante tal situación el General Concha, Capitán General de la Isla, encomendó una Comisión para el estudio y la proposición de posibles soluciones. Esa ocasión le permitió a Albear desarrollar su creatividad para  dotar a la Habana  de un moderno acueducto que tomara el líquido del manto freático y lo trasladara por tuberías soterradas.

Debido a lo factible de la obra de captación, la cantidad y calidad de las aguas y la conducción hasta los depósitos situados en Palatino, Albear decidió usar los manantiales de Vento, estudió la influencia negativa de la luz solar sobre las aguas depositadas, modificó la geología de los terrenos para adaptarlos a la protección del canal y, dotado de precarios medios mecánicos, lo desplazó por debajo del río Almendares. Un proyecto de tal envergadura que sólo pudo repetirse a mediados del siglo XX con los túneles de Miramar y de la bahía habanera; este último integrante también de las siete maravillas de la ingeniería cubana.

Por su labor,  la Real Junta de Fomento lo calificó como el más famoso de los ingenieros cubanos. Fue  premiado en Filadelfia y en París con Medalla de Oro y una mención honorífica que reza: Como premio a su trabajo, digno de estudio hasta en sus menores detalles y que puede ser considerada como una Obra Maestra.

Albear recibió los títulos de Marqués de San Félix, Brigadier del Real Cuerpo de Ingenieros, Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la Orden de Mérito Militar; Caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando; Profesor de la Academia Especial de Ingenieros: Miembro Corresponsal de la Real Academia de Ciencias de Madrid; Socio de Número y de Mérito de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana; Socio de Mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País; Honorario y Corresponsal de la Sociedad Británica de Fomento de Arte e Industria; Socio Fundador de la Sociedad Geográfica de España; Miembro de la Sociedad Científica de Bruselas y Miembro de la Sociedad de las Clases Productoras de México. El acueducto que inicialmente llevó el nombre de Isabel II se rebautizó con el de Francisco de Albear y el ayuntamiento de La Habana edificó en su memoria la estatua ubicada en la calle Monserrate, entre Obispo y O’ Reilly, en la Habana Vieja.

Separados por 126 años de su inauguración, cuando la crisis de abastecimiento de agua en algunas zonas de La Habana se aproxima al desastre, cuando las redes de tuberías y acometidas presentan decenas de miles de salideros, el acueducto Albear continúa abasteciendo de agua a una parte de la ciudad. Una irrefutable prueba de que los forjadores de la patria, la historia y la cultura de Cuba no son sólo guerreros.

Zurich, 13 de agosto de 2019.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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