Lunes de Dagoberto
Han pasado ya quince días del estallido social del 11 de julio de 2021. El país está viviendo un estado policial de urgencia. Cada esquina, cada parque, cada establecimiento importante o estratégico está copado por militares o civiles que han sido movilizados por su centro de trabajo o estudio. La misión es enfrentar toda manifestación de protesta. Mientras tanto, la pandemia de la COVID-19 sigue haciendo estragos con las cifras de contagiados y fallecidos más grande desde su comienzo.
Hay dos percepciones que he podido constatar en muchos cubanos:
La explosión social ocurrida el 11J ha sido inédita, ha marcado la conciencia nacional, sienta un precedente y no tiene marcha atrás. Ha quedado claro que una mayoría se manifestó pacíficamente, que una minoría fue la que vandalizó, y quiénes incitaron a la violencia y reprimieron tanto a unos como a los otros. Cuba habló. Escuchar sus demandas es una obligación.
La segunda percepción se presenta en forma de interrogantes y profundas preocupaciones: ¿Hasta cuándo se puede mantener un país en este estado de sitio de facto? ¿Hasta cuándo se pueden gastar recursos materiales tan escasos y qué consecuencias traerá tener a los cubanos en pie de alerta unos contra otros? Y la pregunta que quizá sea la más preocupante: ¿Y ahora qué viene? ¿En qué desembocará esto? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué necesita Cuba a partir del 11J? ¿Qué propuestas tiene la sociedad civil y, en general, todos y cada uno de los cubanos, para el futuro de Cuba? ¿Cuáles son las visiones que tenemos del porvenir?
Trataré de compartir mis opiniones sobre estas interrogantes y preocupaciones:
Creo que un país en crisis, con presiones internas y externas, en pleno colapso pandémico, no debería seguir gastando en represión. No puede seguir movilizando a cientos de miles de cubanos para vigilarnos unos a otros sin producir. Aún más, creo que la dirección del país se desgasta a la defensiva y se distrae de lo principal, de la raíz de todos estos acontecimientos, que es la crisis total a la que nos ha llevado la rigidez y la cerrazón al cambio.
Los medios de comunicación estatales (es decir, partidistas) han llevado a sus lectores, radioyentes y televidentes hasta el hartazgo sin regreso. Se ha producido la náusea de la propaganda. Se ha caído en el hastío de la manipulación. Todavía me sorprende la ínfima cantidad de cubanos que lee periódicos, aunque compra todos los que puede. La cantidad de cubanos que no resiste el Noticiero Nacional de Televisión. También me asombra la creciente cantidad de cubanos que buscan en Internet, que participan en redes sociales, que buscan información veraz y alternativa.
También me asombran los ingenuos o analfabetos digitales, y cívicos, que caen en la trampa de los bulos y las manipulaciones, vengan del lado que vengan. Si la información es poder, si las comunicaciones son hoy los parlamentos públicos donde se crean estados de opinión que, a su vez, empoderan y convocan, entonces está claro que la correlación del poder está cambiando en Cuba: del centro a las periferias, de las cúpulas a las bases, del servidor público al soberano que es el pueblo.
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
Una vez más, porque me parece urgente y necesario, recuerdo aquella moraleja del cuento de “Alicia en el País de las Maravillas”. Alicia está perdida en el boscoso laberinto y se encuentra con el gato sabio y sonriente al que le pregunta: ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? El gato le dijo: Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar. No me importa mucho el sitio… —dijo Alicia. Y concluyó el gato: Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes.
La gran mayoría de los cubanos, como se demostró fehacientemente el 11J, ha demandado libertad, Patria y Vida, cambios… Quedó claro que no era solo cuestión de alimentos, ni de medicinas faltantes, ni los apagones de electricidad, ni solo la crisis económica, entre otras causas del malestar general. En Cuba ha ocurrido un proceso de concienciación por acumulación de evidencias, que ha contribuido a enfocar la raíz y la causa de todos los otros males. Cuba ha demostrado el 11J que ha pasado de los árboles al bosque, de las consecuencias a la causa, de las carestías al cambio sistémico.
Ahora bien, como Alicia, el pueblo cubano quiere cambio… pero, ¿hacia dónde quiere cambiar? El pueblo cubano quiere una salida pero, ¿a dónde quiere llegar? Esta coyuntura puede ser muy peligrosa, muy decisiva para el futuro de Cuba. Estamos en la encrucijada del proyecto de nación que queremos para el futuro. Y también estamos en el crucial momento en el que todos somos responsables de las vías que nos conducirán al cambio inevitable que se nos echa encima.
Frente a cada cubano y, especialmente, frente a los que ostentan cualquier tipo de responsabilidad, se presentan dos caminos: que el cambio sea con violencia y muerte de cubanos entre sí, o que entre todos logremos que el cambio sea por vía pacífica y con un diálogo verdadero para facilitar la transición. Cualquier manipulación del diálogo, cualquier dilación del proceso para ganar tiempo a ver si aparece un milagro, cualquier fraude para maquillar el modelo que no funciona, cualquier “gatopardismo” para no cambiar estructuralmente lo que nos ha traído hasta aquí, será peor. Solo provocará más malestar, más ira y más desencanto. Y eso es muy peligroso. Todos debemos evitarlo. Previendo, alertando, proponiendo…
No nos debemos dejar atrapar por el miedo que paraliza. Ni por el miedo al pasado que se va, ni por el miedo al futuro que vendrá. El pasado ya está en Manos de Dios y un día se ventilará con un proceso de memoria histórica, verdad, justicia, perdón y reconciliación. Los cubanos seremos responsables de conducir ese proceso transicional en paz, sin odios ni revanchas, sin abusos ni muerte. La pena de muerte debe ser abolida ya para siempre. Y no debemos tampoco tener miedo al futuro que se nos echa encima. Ese destino también está en Manos de Dios, pero Él “respeta tanto la libertad humana que parece necesitarla”. Entonces, de ese porvenir también somos responsables todos los cubanos. Debíamos haber empezado hace tiempo a preverlo, a visionarlo, a construirlo. Cuba necesita una alfabetización ética y cívica que nos sane del daño antropológico.
Martí dijo: «Pensar es prever». «En prever está todo el arte de salvar». «Guiar es prever». «Prever es la cualidad esencial en la constitución y gobierno de los pueblos».
Por ello el Centro de Estudios Convivencia (CEC), think tank independiente radicado en Pinar del Río, Cuba, que efectúa sus estudios en los dos pulmones de la única nación cubana: Isla y Diáspora, ha querido realizar desde 2015, un «Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba» con el fin de prever, y proponer a debate público, una visión del futuro a dónde quisiéramos llegar entre todos, para así no volver a caer en las improvisaciones y experimentos del pasado, y poder encontrar los mejores caminos plurales y pacíficos para llegar a ese porvenir democrático, próspero y feliz. Los resultados de esos estudios previsores pueden consultarse y descargarse libremente en www.centroconvivencia.org/propuestas
Sin embargo, además de esos estudios quiero dejar, hoy mismo aquí, por lo menos, tres necesidades y a la vez tres hitos en el camino por esa hoja de ruta hacia el futuro de Cuba:
CUBA NECESITA UN CAMBIO ESTRUCTURAL, SISTÉMICO, VIABLE Y SOSTENIBLE
Pudiéramos decir que el cambio es ya una necesidad por consenso de la inmensa mayoría de los cubanos, demostrado el 11J. El Padre Varela tiene una metáfora costumbrista, muy cubana, que nos ilumina en esta necesidad de cambio estructural. Decía que ante la necesidad del pueblo cubano de liberarse de España, muchos le preguntaban: Padre, ¿y quién le pone el cascabel al gato? Varela respondió: “Créase el estado de opinión y… gato escaldado del agua fría huye. Otro día me gustaría profundizar en esta enseñanza, pero hoy solo deseo decir que todo indica que ese estado de opinión de la necesidad de cambio en Cuba se ha fraguado y se ha manifestado, sin lugar a duda, el 11J.
CUBA NECESITA UN DIÁLOGO VERDADERO PARA LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
En segundo lugar, se necesita un proceso de diálogo auténtico que tenga como propósito facilitar pacíficamente ese cambio estructural, sistémico, viable y sostenible. Hay dos disyuntivas que deseo analizar: Ante la disyuntiva entre la violencia y muerte o la paz, creo entender que la mayoría del pueblo cubano preferiría el cambio fuera un proceso ordenado y pacífico, sin el costo humano que tendríamos que pagar por la libertad y el futuro democrático como ya vimos, en un avance, el 11J. Ante la disyuntiva de un diálogo manipulador o de concesiones unilaterales y un verdadero diálogo con sus fines y métodos bien definidos y transparentes, creo entender que la mayoría del pueblo cubano no quiere un cambio fraude, ni un diálogo fraude, ni un entretenimiento pueril. Por eso, debemos aclarar bien la vía que queremos: la pacífica y ordenada; y qué tipo de diálogo queremos, y para qué lo queremos: diálogo verdadero con el objetivo de una transición a la democracia sin violencia. El diálogo debe tener un fin, apellido y programa: es un diálogo para la transición democrática en paz.
CUBA NECESITA UN NUEVO PACTO SOCIAL
En tercer lugar, creo que debemos seguir preparándonos, quizá con mayor agilidad, participación y responsabilidad, en la Isla y en la Diáspora, para diseñar un nuevo pacto social nacido de un consenso, respetuoso de la pluralidad, que garantice la libertad, la inclusión, la justicia social, la soberanía ciudadana y nacional, la paz y la amistad cívica, el progreso material, moral y espiritual de la nación y su completa integración en la región y el mundo interdependiente de hoy. Cuba necesita un tránsito hacia un nuevo pacto social encarnado en una nueva Carta Magna que recoja la mejor herencia constitucionalista de Cuba, especialmente, el espíritu y los contenidos de la Constitución de 1940 y, al mismo tiempo, incorpore las novedades constitucionales que la conciencia universal ha alcanzado poniendo como valor supremo la plena dignidad y los derechos de toda persona humana.
A los que hoy nos preguntamos: ¿Y ahora qué? ¿Qué viene ahora? ¿Hacia dónde debe caminar Cuba después del 11J? Aquí he tratado de esbozar algunos hitos en esa hoja de ruta que debemos concebir entre todos. Lo peor que pudiera pasarnos es que nos quedemos en el inmovilismo, esperando un nuevo mesías, a un nuevo caudillo iluminado. Hemos experimentado a lo largo de toda nuestra historia las consecuencias del caudillismo, el populismo y el totalitarismo. Lo mejor que nos pudiera pasar es que, desde ya, pongamos cerebro, consenso y manos a la obra de un nuevo pacto social en que quepamos todos.
Cuba no puede esperar más por un “maná” que le caiga del cielo. Nosotros, todos y cada uno de los cubanos de la Isla y de la Diáspora, somos Cuba. Hemos reivindicado que la calle es de todos, pues debemos decir que el diseño de nuestro futuro también.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.