Adiós vacaciones. Preocupaciones para el nuevo curso

Jueves de Yoandy

Las vacaciones de verano van llegando a su fin. Estamos cada vez más cerca del inicio del curso escolar 2017-2018. Muchos son los ajustes de la familia cubana cada septiembre, cuando comienza esa etapa de 10 meses que marca cada año el futuro de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.

Se acerca la fecha y se escuchan muchas opiniones. No dejan de existir aquellos que “están locos porque comiencen las clases, para ver si los muchachos están, por lo menos, controlados”. Otros, más conscientes del papel de la escuela como institución, pero colocando a la familia en el centro de toda labor educativa, prefieren sacar provecho a este buen tiempo en el hogar e intentan, a pesar de la situación actual en Cuba, proporcionar el complemento, no politizado, que a veces falta en nuestras instituciones de enseñanza. Y aquí cuentan la visita a los museos, las excursiones al campo, los viajes a sitios históricos y monumentos nacionales, etc. Esas que se disfrutan más cuando no vienen cargadas de ideología excluyente o no se realizan “porque toca hacer”.

No es poco cierto que el inicio del año escolar en septiembre moviliza a cada miembro de la familia que tiene a alguien en edad escolar. Es como una revolución hogareña que a muchos deja, a decir de buen cubano, “sin plumas y cacareando”. Adquirir la mochila, los zapatos y demás útiles escolares en general, se convierte para la familia cubana de la media, en un dolor de cabeza. Dicho sea de paso, se deben generar ofertas y establecer límites en los precios, de modo que se permita el alcance de todas las familias de acuerdo a sus niveles de ingreso. Así ningún pequeño se sentirá rechazado o minimizado por no poder alcanzar una mochila determinada que, en ocasiones, puede llegar a costar el salario medio de cualquier trabajador estatal en Cuba. ¿Y qué decir de aquellos que, por vocación o por necesidad, ya que en sus territorios no cuentan con escuelas especializadas o han decidido estudiar carreras en universidades de tipo nacional, deben trasladarse para estudiar a otras provincias? Los gastos se multiplican y las coordinaciones son aún mayores.

La cotidianidad, la “cosificación”, el “practicismo” envuelven en tal medida que en ocasiones dejamos escapar lo más importante de esta etapa que está por comenzar: ¿Será una verdadera educación integradora y liberadora la que recibirán mis familiares? ¿La instrucción y educación que están a punto de recibir será de calidad y los preparará verdaderamente para la vida? ¿Se fortalecerá la comunidad educativa alumno-maestro-padres y familia en general?

En Cuba debemos trabajar de conjunto, las familias y las instituciones, para lograr la sanación de la persona hasta alcanzar paulatinamente una educación integradora en que intervengan la formación intelectual (los conocimientos), la formación emocional (los sentimientos), la formación volitiva (la voluntad) y la formación trascendente (la espiritualidad). Es una tarea de todos encaminar nuestras acciones para lograr los propósitos de formación, anticipar los problemas y generar nuevas propuestas.

La educación y formación para muchas familias juega todavía un lugar destacado a pesar de las presiones, la falta de apoyo y acompañamiento, las autolimitaciones y autocensuras de los padres en cuanto a sus propios derechos. Los padres conocen y valoran la importancia de la instrucción y su calidad, aunque consideran al mismo tiempo el destacado papel que ejerce la educación tradicional desde el hogar. Trabajemos pues, en el rescate de las enseñanzas de la abuela y coloquemos a la calidad de la educación en el centro de nuestras preocupaciones en torno al inicio del curso escolar.

¡Hasta pronto!

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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