Lunes de Dagoberto
Se acerca la celebración del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba del 16 al 19 de abril de 2021. En la mayoría de los países del mundo donde existe el pluripartidismo, un congreso de uno de ellos resulta importante para sus miembros y algunos analistas o políticos. Sin embargo, en Cuba la situación es diferente. La vigente Constitución de la República establece que solo se reconoce un solo partido y, aún más, le concede la mayor jerarquía en el poder de la Nación cuando dice: “Artículo 5. El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado.”
Debido a esta excepcional prerrogativa, la celebración de lo que sería un Congreso para sus militantes se convierte en un momento político que despierta interrogantes, pronósticos, y expectativas en un sector más allá de sus miembros. En esta ocasión se agrega el relevo generacional que pudiera colocar en los cargos más importantes a dirigentes que no participaron en la revolución de 1959.
Independientemente de los detalles y acuerdos que se tomen en este cónclave, opino que existe una alternativa fundamental y trascendente que se podría resumir en la elección entre el atrincheramiento o la apertura; entre el inmovilismo o los cambios necesarios; entre la continuidad dogmática o las transformaciones estructurales.
Teniendo en cuenta la terca y patente realidad, sabemos que todo cambia, que toda sociedad necesita renovación. Que la Nación no se salva momificando sus políticas sino renovándolas según las exigencias de la realidad. Lo peor que puede suceder a un país es el divorcio entre la realidad y sus políticas. Las cosas van a peor cuando tenemos la percepción de que lo que leemos, escuchamos y observamos en los discursos, las medidas y los medios de comunicación están a mil kilómetros de nuestra vida cotidiana. Por ello algún excelente humorista cubano refiriéndose a situaciones vividas en nuestro país las ubica en Chipre y termina su monólogo preguntándose “¿Cuándo fue que me mudé para Chipre?”
Consensuar en los principios y fines y ceder, negociar, en los modos y medios éticos
Como siempre, no quisiera embarrancarnos en la queja y el lamento inútil. Hoy, más que nunca, Cuba necesita propuestas éticas, posibles y sustentables. Pero para llegar a ponerlas en práctica es necesario, primero, encontrar la aplicación a la situación de hoy de lo que Martí llamó “la fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos”.
Algunas de esas aplicaciones convertidas en propuestas concretas serían:
- Construir un nuevo pacto social que tenga como principios: la inclusión y el bien común. Es el “con todos” y “para el bien de todos” de hoy.
- Edificar un consenso sobre principios universales: la dignidad plena de la persona humana, la libertad, la justicia social, la soberanía ciudadana y nacional, la paz y el Amor. Sería fácilmente demostrable que este consenso está latente en la inmensa mayoría de los cubanos de la Isla y de la Diáspora (que incluye exilio, migraciones, viajes de trabajo o estudios, y otros).
- Distinguir principios y fines de modos y medios. Para aprender a dialogar, negociar y consensuar.
- En todo diálogo, negociación o construcción de consensos el criterio ético, cívico y político es respetar los principios y negociar las formas y medios para llegar a los fines que queremos alcanzar. En toda negociación hay que exigir y ceder. Exigir que se respeten los principios y fines, y ceder en las formas concretas y medios eventuales con los que se buscarán esos fines, claro, siempre que tanto modos como medios sean también éticamente aceptables.
La intransigencia no nos llevará lejos, ni podrá durar mucho porque la dura realidad nos aconsejará salvar los principios y ceder en todo lo demás siempre que sea ético y cívico. La causa de la fragilidad es la dureza, y la causa de la resiliencia es la flexibilidad sin perder el temple. Esta fórmula puede tener similitud con un muelle. Los principios son la aleación con la que se funde el muelle, y la negociación es su flexibilidad y capacidad para amortiguar el golpe, regresar a la posición normal e incluso tomar impulso del golpe recibido para avanzar más arriba y más adelante.
La trinchera da poco espacio para avanzar hacia delante. Solo proponiendo caminos y consensuando rutas se abrirán los espacios para avanzar libremente hacia delante. La continuidad sin reformas estructurales es como un muelle sin flexibilidad. No sirve para muellear, solo para tropezar.
Ceder para salvar los principios y los fines. Y discernir los modos y medios para alcanzar esos fines. Más allá de eventos puntuales de un signo político u otro, me gustaría que los cubanos todos nos matriculemos en la escuela del diálogo verdadero, la negociación respetuosa y el consenso incluyente y plural.
Opino que estas opciones y otras que libremente propongamos los cubanos, son las que, de verdad, pudieran abrir una nueva etapa en Cuba.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.