A UN AÑO DEL 11 DE JULIO AÚN HAY RAZONES PARA LA ESPERANZA


Miércoles de Jorge

A pocos días del aniversario del 11 de julio, y encontrándose el país en una situación similar o peor a la de un año atrás, cuando miles de cubanos en toda la isla salieron a las calles a pedir libertad, patria y vida, algunos podrían desanimarse y pensar que de nada sirvió ese ejercicio de ciudadanía protagonizado por los cubanos. Especialmente, cuando constatamos que cientos de personas están sufriendo condenas injustas y otras formas de violencia y represión como consecuencia directa de los sucesos de ese mágico y a la vez trágico día.

Por tal motivo, considero oportuno volver sobre algunos de los elementos que permiten afirmar que el 11 de julio fue una victoria para Cuba, que ha traído frutos y que el sacrificio de quienes han tenido que sufrir las consecuencias de la represión y la violencia ejercida por el gobierno no fue en vano, sino que por el contrario, ha servido de fermento para el proceso de cambio que se viene gestando desde hace años y que más temprano que tarde tendrá que llegar a su culmen.

Desembocando, de esta forma, en un cambio hacia la democracia, la libertad y el respeto de los derechos de todos los cubanos. Un cambio del sistema económico que permita el progreso y la prosperidad en Cuba, que garantice un futuro de oportunidades para los cubanos y de manera especial para los jóvenes. Un cambio que permita avanzar al país en la sanación de males como el analfabetismo cívico y político, y el daño antropológico que por décadas el Centro de Estudios Convivencia ha venido señalando como el mayor de los problemas que necesitamos resolver de cara al futuro.

Volviendo a los sucesos del 11 de julio del 2021, merece la pena recordar su importancia y aporte a este cambio que Cuba necesita, al menos a través de los siguientes elementos:

– El ejercicio de ciudadanía en sí. La protesta espontánea, auténtica, sincera, de un pueblo que ya no recordaba que es posible manifestarse, que es necesario hacer que las autoridades y el mundo escuchen nuestras denuncias y verdaderos intereses. El 11 de julio no hubo una protesta organizada por la sociedad civil, por un líder o agrupación alguna, sino que el pueblo, como haciendo memoria de sus raíces e historia, reivindicó su derecho a la protesta y puso sobre la mesa sus demandas.

– Los miles de cubanos que salieron a las calles, en cientos de ciudades del país, en su gran mayoría lo hicieron de forma pacífica. Y cuando hubo actos de violencia, en muchas ocasiones fueron alimentados y generados por los agentes del “orden”. Es muy significativo, que un pueblo tan sufrido, lastimado, desgastado por la crisis y las precariedades de la vida cotidiana, aún mantenga el deseo de paz, el rechazo a la violencia como método para cambiar la realidad. Es motivo para la esperanza y para alegrarnos, el hecho de que en su gran mayoría los cubanos salieron a protestar pacíficamente, un hecho constatable con facilidad a pesar de las tergiversaciones de los medios de comunicación oficiales.

– Las consignas de las protestas, que son el reflejo de las demandas de los ciudadanos, de sus deseos y aspiraciones para la cuba futura, son también una razón de esperanza. A pesar del daño antropológico, a pesar de la falta de cultura cívica, del adoctrinamiento, de la ideología y los sesenta años de intentar construir un “hombre nuevo”, los cubanos fueron muy claros y acertados en sus demandas: Patria y vida, en lugar de patria o muerte; libertad y democracia, no más comunismo, no más Díaz-Canel o lo que es lo mismo no más de este gobierno. No estaban los cubanos pidiendo comida, ni el fin del embargo, ni una intervención extranjera, como algunos quieren hacernos creer. Las consignas y las demandas de los cubanos ese día son también una razón para estar optimistas.

El proceso de cambio que vivimos en Cuba tuvo en el 11 de julio un momento de espectacular importancia por estos y muchos otros elementos que podríamos agregar a esta lista. Pero es un proceso, y debemos entenderlo como tal, y no pensar que el cambio depende solo de unos de estos momentos. En ese sentido, a pesar de que las cosas sigan “aparentemente” iguales un año después, la realidad es que ya nada es igual, ya Cuba es otra, los cubanos hemos cambiado y las transformaciones que anhelamos están cada día más cerca.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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