Una de las cosas más importantes en las relaciones humanas es la confianza. Cuando establecemos un vínculo con alguien, si queremos estrecharlo, es importante poder confiar aunque sea en cosas mínimas, para después fortalecer lazos.
Hay quienes afirman que tienen cierta intuición en este sentido y comentan que con solo mirar a los ojos de una persona saben si se puede confiar en ella o no. Puede ser verdad, pero normalmente se confía en algo o en alguien cuando se ha demostrado la mayoría de las veces que es digno de confianza. Pocos confían en lo desconocido y mucho menos en lo que se conoce como “poco confiable”.
Todo esto tiene que ver con actos y actitudes que se han mantenido y que generan confianza, como por ejemplo, una vida de compromiso con ciertos valores indispensables como la justicia, la paz, la lealtad, la verdad; así como también, una manera de vivir con doble moral, con mentiras, con falta de compromiso, genera total desconfianza.
Para confiar en nosotros mismos tenemos que creernos capaces de invertir todo nuestro potencial humano, con actitudes positivas, en aquello que pretendemos ser o hacer, y trabajar en ello. Si queremos ganar la confianza de los demás, debemos proyectarnos así mismo y confiados, hacia afuera, es decir, hacia la familia, los amigos, el trabajo, la sociedad en general. Alguien que no confía en sí mismo no puede generar confianza en los demás.
La desconfianza perjudica mucho la convivencia en una sociedad. Cuando está resquebrajada la confianza mínima entre los ciudadanos de un país, va muy mal ese país. Si cada vez que hablamos miramos a hurtadillas a los lados para ver quién ha escuchado, vamos muy mal en materia de confianza y por tanto, nos costará mucho la convivencia. La desconfianza es caldo de cultivo para el aislamiento de las personas y hace más fácil la manipulación.
Por eso, rompamos el círculo vicioso de la desconfianza y tomemos muy en serio el pedir “un voto de confianza”, pues no estamos pidiendo algo sin importancia, al contrario, estamos definiendo un estilo de vida, porque se trata de un camino nada estático. Tiene altas y bajas, tiene incertidumbre, miedos, y requiere de un gran esfuerzo humano.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.