La burocracia, entendida en su propio concepto, no es un fenómeno negativo. Sus múltiples interpretaciones y la aplicación por parte de los burócratas sí trae consecuencias negativas en las personas que se enfrentan, inevitablemente, a los procesos burocráticos.
Se conoce por burocracia, al término que proviene del francés que significa oficina, y es el conjunto de todas las actividades y trámites necesarios para resolver un asunto de naturaleza administrativa. También se le conoce así al grupo social que representa a los empleados públicos.
En su afán de establecer un orden racional en cuanto a la organización de un determinado asunto se refiere, la burocracia tiene, al menos, cuatro características intrínsecamente inseparables. A saber: la precisión, la claridad, la velocidad y la eficiencia.
Para cumplir con esos cuatro requisitos indispensables se necesita de una correcta especialización del trabajo, de procedimientos basados en la responsabilidad individual y la división de dichas responsabilidades; así como el respeto a la jerarquización que establecen los procesos regularizados.
Los errores humanos existen en cualquier oficio, negarlos sería tapar el sol con un dedo. Recuerdo que hace poco una funcionaria de Inmigración me decía que “el sistema (refiriéndose al Sistema Único de Identificación Nacional, SUIN) no se equivoca”. Con mucho respeto le contesté: “El sistema no, pero nosotros los humanos sí”. En esta ocasión me estaba tratando como un emigrado cubano que en 2006 se había repatriado en Cuba. Evidentemente no era mi caso.
En cuanto a claridad y precisión se refiere, la mejor forma de garantizarlas es la transparencia en la gestión. Es necesario evitar la intervención de terceros, impedir la violación de “escalones de mando” y hacer valer, en el caso de los servicios que “el cliente siempre tiene la razón” y en el caso de la vida en general que la persona humana y su dignidad están por encima de todo.
De lo contrario se rigidizan los procesos, se provoca el caos, se confunden solicitudes con inquietudes, derechos con favores y sobre todo se daña el ambiente de armonía y el tejido social.
La burocracia amigos debe ser desmitificada con burócratas a quienes les importe, realmente, la persona humana.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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