La cultura del maltrato

Jueves de Yoandy

Parece que los cubanos tenemos en nuestro código genético una dotación para un plus de tolerancia. Valor este que nos hace llegar hasta entender estados de ánimo, actitudes, hechos concretos que, sin contar con esta sobredosis, serían imposibles de soportar.

Prefiero llamarle a este mal la cultura del maltrato. No debemos confundir el término, ni reducirlo solo a daño físico. El maltrato verbal en ocasiones tiene efectos más nocivos y a largo plazo porque deforma paulatinamente a la persona.

Sus consecuencias las sufrimos frecuentemente, lo mismo cuando accedemos a una tienda a hacer una compra, que cuando solicitamos un servicio determinado. No es normal, aunque los ejecutores del maltrato intenten verlo así, dirigirse con desenfado hacia un usuario o cliente, ni responder con mala forma o con escasas palabras como quien prefiere que ni le pregunten. Mucho menos es normal esa informalidad característica de las personas que realizan algún oficio, quienes pueden llegar a reprogramar una tarea por un largo periodo de tiempo alegando múltiples razones.

Una justificación que se repite, en el caso de los trabajadores del sector estatal, es que los salarios no se corresponden con las ventas realizadas. Por tanto no importa satisfacer a un cliente con un trato generoso, ofreciendo ofertas atractivas, respondiendo a cada necesidad en particular. Al ver algunos de los mismos problemas en el sector privado, donde las ganancias pueden ser mayores, se demuestra que el problema va más allá. Todo parece indicar que son la gran pérdida de valores y la ausencia de educación ciudadana los factores que desencadenan la cultura del maltrato.

Lo peor de esta situación es que el cubano llega a acostumbrarse, y no sé si como mecanismo de adaptación o de resignación trata de buscarle un sentido al maltrato, olvidando a veces las verdaderas causas y dejando a un lado otros valores que deben primar: el respeto, la dignidad y la responsabilidad.

Vivir la cotidianidad no significa para nada la pérdida de valores. Afrontar los problemas de cada día se puede hacer también desde la perspectiva de la responsabilidad personal y teniendo como base unas relaciones interpersonales cordiales.

¡Viva la tolerancia, sí! Pero no al “no hay”, “no tengo” y “no puedo”, sin hacer el más mínimo esfuerzo. No al “hoy que mañana”, “mañana que pasado” y nunca llega la fecha.

Eduquémonos para no permitirnos maltratar a nadie, ni dejarnos arrastrar por el ambiente hacia esa cultura de agravio e insatisfacciones.

Hasta el próximo jueves.

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

Columnas anteriores

21 septiembre 2017│La grandeza de lo pequeño

14 septiembre 2017│Las diferentes caras de Internet

7 septiembre 2017 │Virgen de la Caridad: emblema patrio

31 agosto 2017 │Adiós vacaciones. Preocupaciones para el nuevo curso

24 agosto 2017 │Orientación vocacional ¿una asignatura pendiente?

17 agosto 2017 │Pinar del Río: poner la mirada en el futuro

Scroll al inicio