“¿A quién habrá salido ese muchacho?” Por lo menos en Cuba es una frase muy repetida por los padres o tutores, casi siempre por alguna actitud de los hijos con la que no están de acuerdo. Es cierto que cada persona es diferente y cada cual va formando su propia personalidad a medida que la vida avanza. Pero no olvidemos que esa personalidad tiene como base, además de la herencia genética, la etapa de los primeros años de vida, donde la persona normalmente vive en familia, es decir, el ambiente familiar, y es esa etapa la más importante, según muchos grandes psicoanalistas. Por lo tanto “ese muchacho” tiene mucho de lo que ha visto en nosotros, es decir, del ejemplo que le hemos dado, y de lo que hemos sabido inculcarle. No por gusto se considera a la familia como la primera escuela. Es dentro de ella donde se forman valores que después el ser humano fortalece, es donde primero se debe aprender de libertad responsable, de comunicación interpersonal, de respeto a los demás, es donde se deben dar los primeros pasos hacia la socialización, a la vez que constituye la mayor fuente de apoyo emocional, afecto, amor.
Es por eso que muchas actitudes negativas de nuestros hijos en sus primeros años de vida como, por ejemplo, la falta de responsabilidad, el egoísmo, la falta de solidaridad, el irrespeto, son señales de que algo falló en esa primera escuela, y tenemos la responsabilidad de ello.
Cuando al fin comienza la vida escolar, esa tarea se comparte con profesores, maestros y educadores en general, por lo tanto, es necesario estar alertas sobre quiénes asumen esta etapa, mantenerse muy cerca, porque pueden ser las personas o los ambientes menos adecuados. También somos responsables de velar por esto.
Las frases “ya verás como los maestros te enderezan”, o una más dolorosa aún: “deja que estés en el servicio militar; ahí te harás un hombre” no son más que la muestra de una escapada de nuestras obligaciones de padres y corremos el riesgo de entregar la educación de nuestros hijos, ya sean niños, adolescentes o jóvenes, en las manos equivocadas.
Las épocas cambian y la familia tendrá siempre nuevos retos ante la modernidad, pero siempre tendrá la responsabilidad de brindar amor, acompañar y educar a las nuevas generaciones. La salud de cualquier sociedad depende de la salud de la familia y educadores en general. Querámoslo o no, todos somos responsables.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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