Internet, esa telaraña mundial, trata de tocar cada rincón. Llega a unos lugares más rápido que a otros. En unos países se hace más difícil porque depende “del cable de fibra óptica” que puedan ofrecer naciones vecinas o colaboradores, de la voluntad política de cada región y, fundamentalmente, de la valoración-percepción que tengan las autoridades encargadas de tomar la decisión de abrirse a la world wide web.
Cuba, según cifras reportadas por diferentes medios, posee una tasa de conectividad del 5%. Un valor extremadamente bajo para el siglo XXI cuando de acceso a la red de redes se trata. Es cierto que la situación cubana, si hacemos un análisis retrospectivo a partir de 2006, ha mejorado. Se ha pasado desde el acceso en algunos hoteles de la capital, a un precio por hora equivalente al salario promedio de un cubano de a pie, hasta tener conexión wifi en parques, avenidas y otros sitios a lo largo de todo el país, a precios por hora, un poco más asequibles para el bolsillo promedio. En algunos sitios, incluso, se cuenta con el servicio de internet en el hogar. Estos avances no significan que se debe dar como un asunto finalizado o resuelto totalmente. Internet es para todos y así debe ser desde Honolulu hasta La Habana. Eso sí, haciendo la excelente conjunción de libertad de acceso con responsabilidad de consumo.
Sin embargo, a pesar de esta situación desfavorable porque muchos ciudadanos no pueden destinar aproximadamente 30 pesos en moneda nacional por una hora de conectividad, existen otros ciudadanos que sí gozan de una conexión sostenida y gratuita. El uso que dan estos últimos no es el mismo de un ciudadano de a pie que emplea internet desde un parque bajo sol, agua y sereno, para comunicarse con sus familiares dispersos por el mundo. Es un uso más dirigido, más personalizado y más al estilo de una guerra en la red.
Me refiero a eso troles del ciberespacio, que con una conexión a internet con banda ancha “atienden” a cada una de las personas que ejercen su derecho a la libre expresión también, pero en condiciones de conexión, tarifas de precios y comodidades menos ventajosas.
Internet es un espacio de libertad. Es una ventana plural y diversa, pero queda del lado de cada internauta establecer cuotas de responsabilidad, cánones éticos, respeto a todo tipo de opinión e inclusión. Y vemos como proliferan en las redes usuarios sin rostro, literalmente, porque usan iconos o figuras que no se corresponden con las fotos personales. También aparecen usuarios con nombres falsos y otros epítetos cuya función es el ataque personal, el descrédito y el “seguimiento” a quienes hacen uso del libre ejercicio de “pensar y actuar sin hipocresía”, como decía el Apóstol José Martí.
Pero es sencillo amigos, también en Internet y en todas sus redes sociales como Facebook y Twitter, de las más usadas en Cuba, por cierto, existen códigos éticos y respeto a la persona humana. Accionando un simple botón puedes hacer una denuncia, reportar un ataque irrespetuoso, eliminar una opinión o publicación que lesiona la moral del prójimo.
Internet es un recurso excelente para potenciar la investigación y la formación personal. Hacer un uso racional de él es una tarea de cada usuario. Confiemos en la educación de cada uno de ellos. Saltar la censura es, además, ponerle nombre y rostro a cada opinión que se ofrezca a los amigos del ciberespacio.
Hasta el próximo jueves. ¡Que la wifi nos acompañe!
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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