Martes de Dimas
En 1959 los revolucionarios que tomaron el poder, convertidos en fuente de derecho, reemplazaron la Constitución de 1940 e iniciaron un proceso de control totalitario sobre la sociedad: estatización de la economía, desmovilización cívica y adoctrinamiento masivo.
Ese proceso se fortaleció en 1961 con la declaración del carácter socialista de la Revolución, la “Ley de Nacionalización General y Gratuita de la Enseñanza” y el discurso conocido como “Palabras a los Intelectuales”, en el que el líder de la Revolución expuso de forma enfática:
“La preocupación de nosotros, los agentes de la revolución, es la Revolución en sí misma y después las demás cuestiones. Frente a ese derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella”
A partir de ese momento los derechos de los escritores y artistas, revolucionarios o no revolucionarios, quedaron circunscritos a la línea trazada: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Un principio, que aclaró en su discurso, es general para todos los ciudadanos
De forma paralela la exportación de la revolución por la vía armada provocó, entre 1964 y 1967, fricciones con la Unión Soviética y con los partidos comunistas de América Latina adscritos a la coexistencia pacífica y la toma del poder mediante la lucha electoral: una de las consecuencias de esa fricción fue la reducción de la cuota de petróleo que se enviaba a la Isla en condiciones favorables para mantener a flote la ineficiente economía socialista.
En ese contexto cuatro eventos resultaron cruciales: 1- en octubre de 1967 la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia; 2- en enero de 1968 el Congreso Cultural de La Habana, donde se puso en evidencia que a pesar de “Palabras a los Intelectuales” el debate sobre la libertad de expresión y el papel del intelectual continuaban vivos; 3 – en marzo de 1968 la “Ofensiva Revolucionaria”, que expropió las 55 mil pequeñas empresas sobrevivientes hasta ese momento; y 4- en agosto de ese mismo años, el apoyo del gobierno cubano a la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia. Cuatro eventos que forzaron un giro en el gobierno revolucionario.
Fracasado en los intentos de exportar la revolución por la vía armada y de conformar una economía independiente, se optó por aceptar la ortodoxa línea soviética. Para 1969 la crítica pública a Moscú había cesado y se aplacó el apoyo a las guerrillas, opción reforzada por el fracasado intento de producir diez millones de toneladas de azúcar entre 1969 y 1970, que fue el último intento de crear una base económica independiente.
En ese contexto Fidel Castro, en el discurso por el centenario del natalicio de Lenin, el 22 de abril de 1970, hizo un panegírico de la Unión Soviética y de las ideas de Lenin, que desbrozaron definitivamente el camino del reencuentro a cambio de desentenderse de los intelectuales opuestos a la línea ideológica de Moscú y a las limitaciones establecidas en “Palabras a los Intelectuales”.
El desenlace tuvo lugar en abril de 1971, en la clausura del Congreso Nacional de Educación, renombrado, como Congreso Nacional de Educación y Cultura, donde el líder de la Revolución, inmerso en la recomposición de las relaciones con Moscú, empleó la táctica de subordinar la cultura a la educación.
Heberto Padilla[1], autor del poemario “Fuera del Juego”, quien en 1967 había atacado la novela “Pasión de Urbino” y a su autor Lisandro Otero[2], y ensalzado a “Tres triste tigres” de Guillermo Cabrera Infante[3], fue arrestado. Ante el hecho, un nutrido grupo de destacados intelectuales protestaron. Entre ellos Mario Vargas Llosa, quien escribió: “El socialismo y los tanques” y Julio Cortázar, que advirtió: “Fidel nos ha excomulgado a los escritores que le mandamos un mensaje pidiéndole información sobre el arresto”[4]. El hecho puso fin al apoyo de esos intelectuales a la revolución cubana.
En el discurso mencionado de abril de 1971 Fidel, entre otras cosas dijo:
“[…] Si la educación es atractiva, la cultura forma parte de la educación; las mejores obras culturales, las mejores creaciones artísticas del hombre y de la humanidad forman parte de la educación”.
“[…] ¿Es que acaso entre casi 100 000 profesores y maestros, para señalar solo un sector de nuestros trabajadores, no podrían promover un formidable movimiento cultural, un formidable movimiento artístico, un formidable movimiento literario? […]? Si nosotros podemos hacer eso en todas las escuelas, y podemos hacerlo… podemos y debemos hacerlo desde los círculos infantiles, en la escuela primaria, en la secundaria, en la fábrica. ¿Qué pueden preocuparnos a nosotros las magias de esos hechiceros? ¿Qué pueden preocuparnos, si nosotros sabemos que tenemos la posibilidad de a todo un pueblo hacerlo creador, de a todo un pueblo hacerlo intelectual, hacerlo escritor, hacerlo artista? ¡Todo un pueblo! […]”.
Los argumentos empleados explican los objetivos: 1- las mejores creaciones artísticas del hombre y de la humanidad forman parte de la educación; por tanto la cultura es parte de la educación; 2- Los casi 100 000 profesores y maestros podrían promover un formidable movimiento cultural…; por tanto ¿Qué pueden preocuparnos a nosotros las magias de esos hechiceros?
La cultura, un proceso milenario en el que la persona humana es principio y fin se subordinó a una enseñanza sometida a la ideología del poder. En consecuencia, el ejército de maestros que desde 1959 se venían formando como soldados, serían el nuevo paradigma del intelectual revolucionario; mientras los intelectuales que en los momentos más difíciles de la revolución asumieron su defensa, pasaron a ser hechiceros.
Zanjadas las diferencias, en 1972 Cuba fue admitida en el Consejo de Ayuda Económica de los Países Socialistas (CAME), lo que implicó copiar las características del modelo soviético, en el que la ortodoxia al marxismo-leninismo tenía la función de ideología. Con ese paso, la base económica estaba garantizada, pero con la cultura subordinada y la función crítica del pensamiento erradicada de la geografía cubana.
El 20 de abril de 1971, la Federación Estudiantil Universitaria dio la primera señal de la línea trazada. En la marcha estudiantil por el aniversario de los Mártires de Humboldt 7, fueron enarboladas las consignas: “La Universidad para los revolucionarios” y “La ideología, asignatura de nuestra Universidad”. Al mes siguiente la revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas, suplió al movimiento intelectual cubano y Luis Pavón, entonces segundo jefe de la dirección Política de las FAR y director de Verde Olivo, fue designado al frente del Consejo Nacional de Cultura, con lo cual se inauguró el llamado Quinquenio Gris” caracterizado por la represión contra escritores, artistas, periodistas y profesores y alumnos universitarios.
La Habana, 28 de agosto de 2022
[1] Heberto Padilla (1932-2000), poeta y catedrático cubano.
[2] Lisandro Otero González (1932-2008), escritor, periodista y diplomático cubano.
[3] Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), escritor, poeta y periodista. Autor de Tres tristes tigres (1968), director del Consejo Nacional de Cultura, subdirector de Revolución y encargado del suplemento literario Lunes de Revolución, donde estalló la polémica por el corto PM hasta que Lunes fue prohibido en 1961
[4] Jorge Fornet. El 71. Anatomía de una crisis. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2013, p. 202.
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).