Cuba y Ucrania, la guerra como continuidad de la política

Martes de Dimas

La política exterior de un Estado, en líneas generales, es la extensión de su política interior a la esfera de las relaciones internacionales. Cuba no es una excepción.

Al suprimirse las libertades y los derechos de expresión, reunión, asociación, movimiento y propiedad sobre los medios de producción –cimientos de la democracia y de la participación ciudadana- Cuba inició el camino hacia el estancamiento, el retroceso, la pobreza, el éxodo y la protesta.

La ausencia de voluntad política para rectificar el rumbo tomado y la decisión de conservar el poder han conducido al blindaje constitucional y la represión al interior conjuntamente con las alianzas externas con regímenes totalitarios o autoritarios.

El insalvable obstáculo para conservar el poder en esas condiciones debido a la incapacidad para proveer, en ausencia de los derechos y libertades, un grado mínimo de bienestar al pueblo; ha conducido al empleo creciente de la fuerza para imponer lo que resulta imposible con la ideología y el adoctrinamiento.

Llegado a ese punto, la política entendida como la forma de hacer realidad lo posible, se sustituye por la guerra contra su propio pueblo y con su complemento obligatorio: el apoyo a la guerra que generen los socios exteriores.

“La conducción de la guerra, en sus grandes lineamientos es, en consecuencia, la política misma, que empuña la espada en lugar de la pluma, pero no cesa, por esa razón, de pensar con sus propias leyes”[1]. Esa tesis del teórico y militar prusiano Clausewitz, la condensó en una frase: la guerra es la continuación de la política por otros medios. A lo que el líder comunista Vladimir Lenin añadió: precisamente por los medio violentos.

Lo que está ocurriendo ahora mismo en Ucrania con la invasión rusa y el apoyo de las autoridades cubanas, es eso: la guerra entre la democracia y el autoritarismo; una amalgama de sueños imperiales imposibles de lograr sin borrar las libertades y derechos ciudadanos y sin violar todos los avances que la humanidad había logrado en materia de derechos y de seguridad después de la Segunda Guerra Mundial, lo que ha colocado al mundo ante una guerra que podría desencadenar el uso de armas nucleares y la desaparición de la especie humana. Así de grave pueden resultar las consecuencias de la invasión a Ucrania y de la lucha entre el autoritarismo y el totalitarismo contra las democracias.

Cuba, después de 1959 se movió de un país de economía de mercado hacia otro de economía estatizada y planificada centralmente. Al eliminarse las libertades ciudadanas, en un país con pobres recursos naturales, la posibilidad de mantener el poder resultó imposible sin un padrino exterior.

En 1968, el Gobierno de Cuba, a la vez que consolidó el sistema totalitario con la expropiación de las 55 638 empresas no agrícolas que seguían en manos privadas[2]; en el de agosto de ese año apoyó la invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia[3], dirigida a impedir que el renacimiento de la libertad de expresión y de prensa se esparciera por el resto de los países socialistas de Europa del Este. Con esa acción, las tensiones surgidas en 1965 entre la Unión Soviética y Cuba, a causa de las diferencias en cuanto a la exportación de la revolución armada a los países de América Latina, comenzaron a disiparse. El agradecimiento soviético al apoyo cubano se tradujo en el aumento de las subvenciones, especialmente después del fracaso de la zafra azucarera de los 10 millones de toneladas.

En febrero de 2022, cuatro días antes de que el Presidente de la federación de Rusia, ordenarse la invasión a Ucrania -la guerra terrestre más grande en Europa desde la Segunda guerra mundial, comparable con el ataque de Alemania en 1941-, en “Y ahora ¿qué dirán los mentirosos?, el periodista del diario Granma, Elson Concepción Pérez, escribió: “La diplomacia rusa bien sabe cuán mentirosos son los grandes medios occidentales que «fabricaron» una presunta agresión contra Ucrania”[4]. A la vez que el presidente de Cuba recibió al presidente de la Duma Estatal de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia y le “expresó su solidaridad ante la imposición de sanciones y la expansión de la OTAN hacia sus fronteras”[5].

En 1968 el apoyo cubano sentó las bases para recuperar las relaciones perdidas entre la Unión Soviética. En 2022 el apoyo a la invasión a Ucrania coincidió con la donación de alimentos y de otros productos de Rusia a Cuba y con el aplazamiento del pago de la deuda pendiente hasta 1927.

Como la política es permanente y la guerra coyuntural, el regreso a la política después de la invasión rusa, si se logra evitar una conflagración mundial, se impone la necesidad de cambios profundos en las relaciones internacionales, para que lo ocurrido no pueda repetirse.

La Habana, 28 de febrero de 2022

[1] Von Clausewitz, Karl. De la guerra. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, p. 673

[2] Fornet, Jorge. El 71. anatomía de una crisis La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2013, p 27

[3] Pacto de Varsovia, alianza militar de los países socialistas de Europa del Este, encabezada por la Unión Soviética y firmado en mayo de 1945. Su “mérito” consistió en atacar a casi todos sus miembros,

[4] Diario Granma, viernes 18 de febrero de 2022, p. 8.

[5] Diario Granma, jueves 24 de febrero de 2022, p. 1.

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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